Desde hace ya algunos siglos, mencionar el tema de la libertad es una forma casi segura de electrizar nuestros afectos, actos y pensamientos. En el discurso de muchos, además, es una auténtica palabra “talismán”, esto es, una palabra que parece condensar todo lo bueno de la vida humana. Su mera invocación suscita sentimientos positivos, aspiración a la justicia, emancipación personal o incluso ideales educativos. La usan todos los políticos de todos los colores y los anunciantes de todos los productos habidos y por haber. Nos emocionamos cuando William Wallace es ejecutado al grito de “¡libertad!” al final de Braveheart (por más improbable que un escocés del siglo XIII muriera exclamando tal cosa). Nos posicionamos a favor o en contra cuando George W. Bush y sus aliados lanzaban la campaña de actividades contraterroristas en Oriente Medio, el Cuerno de África y otros lugares bautizada como “Operación libertad duradera” (pero entendíamos bien el significado y propósito de la misión). O nos lanzamos a probar los patinetes Lime mientras la compañía dice que su propósito es “desbloquear la alegría y la libertad de la posibilidad” de recuperar el tiempo que perdemos en los atascos (aunque no siempre sepamos qué hacer después).
Alexis de Tocqueville señalaba, en su clásico La democracia en América, que la igualdad no se vincula necesariamente con la felicidad. Al respecto, le llamó poderosamente la atención cómo el estadounidense medio vivía angustiado precisamente por aquello que debía contribuir a su felicidad.
Un cambio tremendo se aproxima y pocos se están preparando. Al contrario, ni tan siquiera somos conscientes de vivir en el filo de una navaja. Como relata Stefan Zweig a propósito del estado mental momentos antes de la Gran Guerra (El mundo de ayer): “Si busco una fórmula práctica para definir la época antes de la I Guerra Mundial, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad… El propio Estado parecía la garantía suprema de esa estabilidad”.
Lo hemos consentido, y ya se ha convertido en una costumbre. Ahora, los jugadores de fútbol “dejan” la Selección. En las últimas semanas, Gerard Piqué y David Silva se han apuntado a la moda. ¿Cómo es posible que se haya generalizado un gesto tan absurdo? Me temo que todo comenzó con Fernando Hierro. Su anuncio durante el Mundial de Corea y Japón de 2002 abrió la veda. No era por la edad (los mismos 34 que ahora mismo contemplan al que suscribe), dijo, sino por centrarse en el Real Madrid. Con la selección había “cumplido un ciclo”. Las especiales circunstancias del jugador –trece años de internacionalidades, 89 partidos y 29 goles que entonces le convertían en el mayor anotador histórico- vistieron de cierta “normalidad” el anuncio. En buena hora.
Jugar a videojuegos tiene mala fama en el mundo adulto, sobre todo entre los más “intelectuales” que lo tildan de influencia negativa para los más jóvenes y los no tan jóvenes. Lo definen como un intento de arte, abocado al mero y banal entretenimiento evasivo que impide realizarse a quienes dedican horas a este joven y aun por definir, “octavo arte”. Sin embargo, cuarenta años de desarrollo es pronto para finiquitar una tendencia artística tan integrada en la actualidad que como cualquier arte busca expresarse, dirigiéndose fundamentalmente a quien lo vive e incorpora a su experiencia.
Una de las características aparentes del pensamiento posmoderno en relación al tema de los valores es la aparente negación de éstos, o al menos de su validez universal.
Decimos aparente porque en realidad los valores, como predican algunos de la materia, ni se crean ni se destruyen, solo se transforman, aunque sea en disvalores. Y es que no puede haber teoría alguna, ni ausencia de ésta, sin referentes que pretendan llegar a ser comunmente aceptados, del mismo modo que, respecto de la religión, nos anunció Chesterton que la descreencia en Dios deriva en creencia en “cualquier cosa”. En realidad nuestro mundo precisa, como cualquier otro, de los tan manidos valores, y de hecho tira de ellos, adaptándolos a los usos y maneras que al momento convienen. Sigue leyendo
Por una cabriola de mi agenda laboral, a este plumilla le ordenaron pasar la mañana con un Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa; un tan reputado como polémico filósofo, Antonio Escohotado; y un columnista y tertuliano de esos que, no sin mérito, están ahora tan de moda, Jorge Bustos. El tema: ¿Qué es el liberalismo? El lugar: la inauguración de la Escuela de Verano de Ciudadanos 2017, que lleva por título #LiberalismoEsProgreso.
Habida cuenta de que España, como casi todos los países occidentales, forma parte de esto que llamamos la “democracia liberal“, y que este es el sistema contra el que se han articulado los nuevos movimientos populistas y nacionalistas a lo largo y ancho de Europa y América durante los últimos años, el tema es más que pertinente.
¿Qué es lo que tenemos? ¿Qué es lo que pretenden disolver los nuevos “antisistema”? ¿Hacia dónde avanzan los movimientos políticos que abogan por más liberalismo, como es el caso de Ciudadanos en España o Macron en Francia? ¿Es esta una vía eficaz para frenar a los populismos? ¿Cuáles son sus valores, su propuesta? Sigue leyendo
La posibilidad del contacto con los genios mediante la lectura es una «gracia» para la que deberíamos prepararnos «como para la oración» (A.-D. de Sertillanges, La vida intelectual, Atlántida, 1944). Quizá hubo un tiempo en que no era necesario decir esto. Aquel tiempo en que los libros eran escasos; la lectura, el privilegio de unos pocos; y conservar el saber por escrito, algo demasiado costoso como para relatar tonterías. En aquel tiempo, todo libro era un tesoro en sí mismo y por su contenido; y poder leerlo era un privilegio frente al que era imposible no responder agradecido. Hemos perdido la conciencia agradecida de herederos en este y otros muchos campos, y por eso, entre otras razones, resulta necesaria una pedagogía del asombro. Sigue leyendo
La vida, en ocasiones, es como un viaje en una montaña rusa llena de subidas y bajadas que no te esperas cuando van a llegar. Pese a todo, siempre hay una nueva oportunidad para volver a intentarlo otra vez, para no perder ni la esperanza ni la ilusión. Un claro ejemplo de ello es Cesare Prandelli, actual entrenador del Valencia, que por más golpes que ha recibido siempre ha acabo levantándose.
Desde que era joven, el técnico del equipo che, no lo ha tenido nada fácil. Con 16 años, cuando empezaba a despuntar como futbolista en las categorías inferiores, sufrió su primer golpe en la vida al morir su padre. Pese a ello, supo reponerse y levantarse para lograr su gran sueño: jugar en la Serie A.
Cesare Prandelli durante su etapa en la Juventus
Lo acabó consiguiendo con creces al llegar a jugar en la mítica Juventus de los años 80, aunque una vez más la tragedia se volvió a cruzar en su camino. Prandelli, como jugador bianconeri, vivió in situ la final de Copa de Europa más dramática: la de Heysel, que será recordada más por la muerte de 39 personas en el estadio que por el resultado final del partido.
Años más tarde, Prandelli acabaría colgando las botas antes de lo esperado, a la edad de 32 años, debido a una grave lesión de rodilla. Pese abandonar la práctica del fútbol antes de lo esperado, no se vino abajo y supo rápidamente reconvertirse a entrenador.
Como técnico, su primera gran oportunidad llegaría cuando le designaron manager del Parma. Un equipo con un ambicioso proyecto que años atrás ya había ganado la Copa Italiana, la de la UEFA, la Supercopa… y que quería seguir esa estela de títulos con el actual entrenador valencianista. Sin embargo, al poco de su llegada se produjo la caída del grupo Parmalat, que era el sustento económico de la entidad y el club entró en una gran crisis. Pese a ello Prandelli, gracias a su tesón, consiguió sacar el proyecto adelante lo que le valió que la Roma se fijara en él para contratarlo como entrenador.
Por fin le llegaba la oportunidad que tanto había anhelado, ya que el conjunto capitalino era el subcampeón del campeonato y querían que él les convirtiera en campeones. Pero Prandelli no llegaría a sentarse en el banquillo de la Roma, la vida volvería a ser injusta con él. Su mujer cayó gravemente enferma y el italiano decidió renunciar a todo para estar a su lado. En el país transalpino muchos no entendieron que dejara escapar el tren de la Roma y Prandelli les respondió con una frase que aún muchos recuerdan allí al afirmar sin dudar que “el fútbol sí enamora, pero a mí, solo me enamoró ella”.
Su esposa mejoraría, lo que le sirvió para volver a los banquillos de nuevo, esta vez de la mano de la Fiorentina. Con el equipo viola vivió grandes momentos, como llegar a la semifinal de la Copa de la UEFA y clasificarse para la Champions League, aunque no llegó a saborearlos debido a que su mujer volvió a recaer y esta vez no pudo vencer a la enfermedad.
Fueron los peores momentos para Prandelli, que veía como en lo profesional era nombrado mejor entrenador del año en Italia, pero en lo personal su vida se derrumbaba al perder al gran amor y motor de su vida. Aún así –si hay alguien que sabe lo que es luchar contra la adversidad es él– supo sobreponerse a este duro golpe y aceptar el cargo de seleccionador italiano.
Prandelli supo reconstruir el equipo tras el fracaso del Mundial de Sudáfrica y convirtió a Italia en subpcampeón de Europa en la Eurocopa de 2012. En este puesto, como viene siendo habitual en su vida, tampoco lo tuvo nada fácil ya que poco antes de comenzar el campeonato tuvo una nueva piedra en el camino: la trama de las apuestas que estalló en Italia aquel año.
Prandelli, como seleccionador nacional de Italia durante la Eurocopa 2012
Ahora tiene una nueva meta: devolver al Valencia a la élite. En el conjunto che ya se nota su mano, ya que ganó un partido y perdió otro pero ante el todopoderoso Barcelona y de penalti en el último minuto del partido. Prandelli confía en conseguir el difícil reto para el que le han contratado, porque si de algo sabe es de superarse ante todo tipo de adversidades.
Nacionalismo identitario vs. liberalismo progresista como dialéctica ideológica en el siglo XXI
Una convocatoria electoral, intrascendente tradicionalmente, señaló la esencia ideológica de la Identidad colectiva en el nuevo tiempo histórico de la Globalización (o Mundialización, en un sentido más completo).
La elección del nuevo Presidente de Austria en 2016, cargo más honorífico y representativo que ejecutivo, llenó las portadas de la prensa de medio mundo. Norbert Hofer, del nacionalista FPÖ, y Alexander Van der Bellen, del minoritario partido ecologista, se disputaban en una reñida segunda vuelta un cargo que durante medio siglo a casi nadie importó. Por primera vez en la Europa postbélica, un candidato más allá de la derecha tradicional podría convertirse en Jefe de Estado de un país occidental. Sigue leyendo
La inminencia de las elecciones ha puesto en evidencia una cruda realidad: en el país de las oportunidades, mientras los más dotados de recursos prosperan, otros muchos luchan por sobrevivir. Nuestro país se apoya en la convicción de que el trabajo duro y la iniciativa personal garantizan la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Hoy esa promesa parece fallar. Sigue leyendo
Iba a comenzar con un “a los melómanos nos suele ocurrir que…”, pero no seamos exclusivistas. Se trata de una experiencia bastante común. Recuperamos una canción de hace tiempo. No la hemos escuchado en años. Y, al oírla de nuevo, no sólo recordamos la letra (o parte de ella) sino que revivimos sensaciones. La canción sigue siendo la misma, pero nosotros no, por lo que —en algún sentido— podemos paladearla con cierta virginidad y, si se quiere, reapropiárnosla de un modo más cabal.
Me ha ocurrido recientemente con el disco I’m Not Dead (2006), de la cantante norteamericanaPink(de nacimiento, Alecia Beth More). Mi terreno natural es el rock moderno, pero no me cuesta admitir que sigo a Pink desde aquel Missundaztood (2001) donde encajaba temazos gracias a su voz y al talento letrista de Linda Perry. Realmente, el interés melómano de escuchar los compactos de Pink tiene más que ver con la lista de compositores y productores que incorpora para cada entrega, pues son de lo mejorcito de la industria. Para I’m Not Dead —y para sus dos siguientes álbumes— el fichaje que hizo que escuchara el disco con atención fue Butch Walker, el prestigioso cantautor y productor que ha hecho de todo y con todo el mundo. Sigue leyendo
Nos duele Europa. Nos duele, no sólo por el atentado que hace unas semanas golpeaba París y conmocionaba al mundo. Nos duele también porque Europa, parafraseando a Ortega, “es todo lo que no debía ser, y casi nada de lo que debía ser”.
¿Por qué? ¿Por qué anochece en Europa? ¿Por qué el Viejo continente no da sino muestras de cansancio?
Tal vez nos pueda dar una respuesta ese europeo perturbado y genial que fue Nietzsche, que adivinó el ocaso de Occidente mucho antes que sus contemporáneos:
“¿No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”?” Sigue leyendo
Más tarde o más temprano, cualquiera que entre a fondo en las Humanidades o se interese por comprender la actualidad más allá de las tertulias periodísticas, termina topándose con las grandes estrellas del pensamiento actual. Toda selección es subjetiva y discutible, pero con toda seguridad el filósofo esloveno Slavoj Žižek (1949) emergerá como una de esas figuras indispensables.
Salvo por extractos aislados, fragmentos citados en otras obras y entrevistas en diversos medios, no soy lector de Žižek, lo que significa que debería tomar prestada demasiada información para poder esbozar su perfil intelectual. Por esta razón, el comentario que propongo sobre esta última obra suya se centrará en el contenido de la misma, “descontextualizado” de la trayectoria de su autor. Con todo, de los datos que fácilmente se pueden recoger en la red, a partir de la lectura de este librito sí es fácil certificar algunas de sus señas de identidad, como son la aplicación de categorías del psicoanálisis lacaniano para el análisis cultural o la hibridación del mismo con la filosofía hegeliana. Ah, y que el tipo es un verdadero agitador, en el mejor y peor sentido de la palabra. Sigue leyendo
Hubo un sueño llamado Europa. Variaciones sobre “Gladiator” en Sol Mayor
– Dime Máximo, ¿por qué estamos aquí?
– Por Europa, mi señor
– ¿Y qué es Europa, Máximo?
(Pausa)
– Conozco a nuestros enemigos. Son brutales, crueles, oscuros. Europa es la luz”
Todo el que haya visto ese clásico del cine que es Gladiator, recordará sin duda ese diálogo entre Máximo y Marco Aurelio en el que cruzaban, si no las mismas, por lo menos parecidas palabras.
Europa, Roma, era la luz, sí. Pero también era y sobre todo, como señalaba Marco Aurelio, un sueño. Un sueño amenazado a cada paso por multitud de enemigos, enemigos que iban mucho más allá de las hordas bárbaras del norte. Sigue leyendo