Por una razón abierta
¿Cómo acaba la historia de Ulises, el marino griego? Según la versión que nos vendieron a todos, regresa a casa, se carga a los malos, rescata su mujer y comen perdices por siempre jamás.
¿Cómo acaba la historia de Ulises, el marino griego? Según la versión que nos vendieron a todos, regresa a casa, se carga a los malos, rescata su mujer y comen perdices por siempre jamás.
Hay quienes, en medio del dolor, han sido capaces de vislumbrar una luz y, a partir de eso, han mantenido viva la esperanza. Más aún, hay quienes, no contentos con afrontar sus terribles noches oscuras, han sabido sacar fuerza de la fragilidad y se han constituido como verdaderos maestros en “la ciencia del sufrir”. Su testimonio y su palabra pueden acompañar, consolar e iluminar las noches oscuras de otros hombres.
Sigue leyendoMe asusta ver cómo damos por bueno el espejismo de la autonomía; la creencia de que uno se hace a sí mismo. Parece que cuanto menos hayas dependido de los otros para ser quién eres hoy, mayor altura humana. Esto podría ser verdad en un mundo posible en el que el hombre fuera otra cosa distinta a la que es. En este mundo, aquí y ahora, el hombre es relación. Quien soy hoy es gracias a que he dependido de otros.
Sigue leyendoUna de las ventajas (o desventajas) de las redes sociales digitales es que nos permiten compartir un estado de ánimo con nuestros conocidos. A veces no pasa de un mensaje sin respuesta lanzado a un puñado de posibles lectores. Otras supone el comienzo de algo más serio. Tal vez un encuentro real para charlar, una complicidad en la respuesta, una oración por la persona afectada o incluso una reflexión.
Sigue leyendoEstamos sobrepasados. Nos reconocemos, quien más quien menos, incapaces de ofrecer la respuesta que se nos pide tal y como se nos pide. Y, si alguna vez somos capaces de ofrecer esa respuesta, es a costa de algunas cosas que consideramos importantes, sacrificando algunos aspectos de nuestra vida que, inevitablemente, tenemos que desatender. Querríamos ser capaces de llegar a todo, de responder y de dar la batalla (¡y ganarla!) en todos los frentes que tenemos abiertos. Y no podemos. Persiste en nosotros, quizá, una sensación de que vamos haciendo todo, pero no lo hacemos del todo.
Sigue leyendoLlegué a Los Miserables de Victor Hugo gracias a Lev Tolstói quien en 1891 publicó una lista con los libros que más lo influenciaron repartidos en cinco etapas vitales. Cada título viene acompañado por una nota: grande, muy grande o enorme. Este último es el adjetivo que acompaña Les Misérables, insertado en la etapa de entre los 35 y los 50 años.
La obra magna de Hugo es enorme en todos los sentidos: casi 2000 páginas escritas con un estilo inmejorable y rellenas de una sabiduría humana que me ha puesto cara a cara con preguntas fundamentales acerca del significado de la realidad, la verdad de la historia, la justicia social, la libertad, el lenguaje y un largo etcétera. Aprovechándose de los acontecimientos de la narración, Hugo pone sobre la mesa su saber enciclopédico y su profundo conocimiento del alma humana.
Los asuntos claves de nuestra existencia personal y social, de nuestra vida histórica y política, del hombre como animal racional, político y dotado de lenguaje, se vislumbran detrás de los rostros de Jean Valjean, el inspector Javert, el pérfido Thénardier o el idealista Marius. La enormidad de Hugo consiste en repartir el prisma humano entre todos sus personajes, para que cada uno de ellos exalte un color haciéndolo más visible. Yo he descubierto destellos de mi vida en cada uno de ellos. Sigue leyendo
Una de de las evidencias más claras de la religiosidad humana es la cantidad de iluminados que se han alzado a cada momento histórico reivindicando para sí el signo de los tiempos y la salvación de su generación. Todavía más sorprendente y vergonzoso para el género humano resulta el apoyo con que siempre han contado dichos mesías y la fe ciega con que en muchas ocasiones han sido elevados por la multitud, aunque no por todos.
Como es natural –a excepción de algún honroso caso– todos ellos tienen una duración limitada o muy limitada y tanto su persona como su legado son, por lo general antes de consumar sus aspiraciones, desenmascarados y convertidos en víctima sacrificial a través del escarnio, la burla y el disimulo de quienes antes los habían elevado sobre el común de los mortales.
La lección que sacamos de todo ello -o la que no terminamos de aprender, según se mire- es que el hombre es, por definición, un ser imperfecto y condenado a caer una y otra vez en lo que la cultura judeocristiana ha venido a llamar “pecado” y que se explica por la debilidad de la voluntad humana. Tanto más, cuanto más amplio es el grupo de los llamados a redimir el mundo.
La cuidada pero vieja estrategia de Podemos va precisamente en esta dirección. A través de la clasificación de los españoles entre los buenos y los malos, la “casta” y el “pueblo“, se han erigido en portadores de una verdad moral cuya manifestación política y órgano redentor es Podemos.
El mismo nombre de la formación recoge en la acción indefinida (el verbo sin complemento directo) cualquier aspiración o esperanza con que se quiera adornar a quienes llevan la corona (no pretendida) de someter a la “casta” a su juicio final y llevar al “pueblo” al paraíso. Ya en su momento lo intentó Gordillo cuando al prometer su cargo de diputado del Parlamento Andaluz, lo hizo comprometiéndose con “las criaturas humanas, la utopía, el pueblo andaluz, la nación andaluza, la insumisión y la libertad”.
Aunque más pueblerino, estrafalario y algo menos agraciado, el edil de Marinaleda afronta, como le tocará en su momento al apuesto profesor universitario, el destino histórico de completar el círculo natural de todos los mesías y pasar por el ara sacrificial, como es de rigor.
Así, independientemente del ámbito en que se pretenda la “salvación” de los hombres, el mesianismo es una de las más explosivas formas de promoción social (si no, recuerden quién era Pablo Iglesias en enero de 2014) pero también una de las más difíciles de mantener. Su efectividad radica en lo más íntimo de la antropología: en su sentido religioso. Sin embargo, a diferencia del resto de líderes, (a quienes se podrá vituperar si caen) al mesías no se le permite bajar del pedestal si no es con una piedra de molino al cuello.
Hay que reconocer que Iglesias ha sido valiente, y que hará falta más que una entrevista con Ana Pastor para empañar el brillo de la estatua de oro con que presuntamente le adoran cientos de miles, quizá millones, de españoles. Es posible incluso que, independientemente de lo equivocado de sus ideas, en lo personal sea “trigo limpio”. Lo desconozco.
El error original de la formación que lidera, sin embargo, es olvidar la condición natural del hombre, y la verdad de que, independientemente de la bondad de las propias ideas, todo el mundo es capaz de convertirse en casta. Si no, que se lo digan a Errejón.
No tenerlo en cuenta es infantil, presuntuoso y peligroso, pues, aunque uno pueda engañarse a sí mismo, el “pueblo” que ahora le adora terminará por aborrecerle. La pregunta es si caerá antes de las elecciones generales, o habrá que cargar con él durante la próxima legislatura.
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