El mito de Chile (III): El escándalo de la santidad
Pido un santo. Sí. Un santo. Como ese que se preguntó “¿Es Chile un país católico?” y los conservadores lo llamaron “rojo”, aunque estuvo alistado en sus filas. Y con su pregunta recibía los azotes, según la ley de acción y reacción. Claro que los que él daba no eran sino diagnóstico de su presente y del nuestro. Así son los profetas (porque todo santo es profeta, lúcido hermeneuta de la realidad). Eran tiempos en los cuales había políticos que se dejaban guiar por santos. Los que no, perdieron el apellido (“Católicos” se decían) por conservar sus privilegios. Los que sí, lo perdieron también, en algún momento entre democracia y democracia (cristiana y ya no más).
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