El Dios de Unamuno (I)
Templo de la verdad es el que miras,
no desoigas la voz con que te advierte
que todo es ilusión, menos la muerte.
Larra, de un cementerio.
Unamuno confesó una vez que sólo tuvo un miedo en la vida, y que le vino de chico: mientras los demás niños de su edad echaban un ojo pavorosos bajo la cama antes de dormir, por aquello del Coco, a él le aterraba la posibilidad de no ser. Posibilidad que sería realidad algún día, y a lo peor ya lo ha sido.


Todos queremos vivir. Todos anhelamos la perpetuidad de nuestra individualidad pura. ¿Qué sentido tiene todo si todo a la postre será nada? Si todo será nada, acaso sea lo mismo que decir que siempre lo fue, que nunca fue. Si morimos, no existimos aún, no hemos venido a ser jamás; somos fantasmas que vagabundean por páramos de nulidad aguardando el único instante de verdad y justicia, en que la nada sea nada y no aparente otra cosa. Ni siquiera aparente. Sigue leyendo