Los hombres no tan valiosos habrán experimentado alguna vez este estrangulamiento mío, este estrechamiento íntimo, tan distinto al de quien apenas ha olido aún las delicias de la perfección humana, pero sí se ha convencido de la podredumbre que lo rodea.
Somos unos románticos, enajenados en visiones futuribles de una comunidad dichosa, caminante hacia la belleza que puede salvarla, e integradora en su seno maternal de los débiles y los fuertes.
Somos unos idealistas que esperamos lo que creemos que no ha de llegar, y ese deseo de álgidas bondades es el que nos constriñe una y otra vez a la umbría realidad, cuando nos enfrentamos contra el imponente Saturno que nos resiste, para después, vencidos en la noche de la ciudad posmoderna, devorar nuestra entraña.
Cuando el maná bajó de la nube digital, todos quisieron probarlo. Los teclados y ratones ardieron de esperanza. La salvación se puso a un clic de distancia. Algunos peregrinos se apresuraron a poner velas en el Muro del dios Like. Otros se arrodillaron ante el altar de la gramática instantánea y le rogaron al paisaje polaroid. Y todos fueron felices, la salvación estaba a un clic de distancia.
Hace un mes Rafael Pou escribió un artículo excelente sobre el transhumanismo. Hablaba de los replicantes de Blade Runner, de Siri, de cierto episodio de Black Mirror. Fue una reflexión que me dejó algo perplejo: por un lado, el análisis es magnífico; por otro, se trata de una perspectiva tan obvia que no me parece relevante.
¡Ojo! El tema es válido. El artículo también. Pero diseccionar ese aspecto del conjunto de la película, incluso de manera circunstancial, me parece una injusticia hacia una de las películas más meritorias de Ridley Scott. Que, tristemente, no es decir gran cosa. Sigue leyendo
Espinosa Martínez acaba de publicar en Democresía una erudita arenga contra ese desagradable insecto volador llamado mosca. Al terminar de leer sus seductoras palabras, confieso que corrí a abrir las ventanas de casa, con la intención de atrapar una de esas malditas y poder pasar la tarde torturándola, quitándole las alas para dejarla confundida en un hormiguero. Esos ojos rojos desorbitados, el cuerpo gordo y las patas pequeñas, insecto desproporcionado, escándalo de Apolo. “Comemierda, regocijo infinito, espejo vivo” ¡Ajá! Espejo vivo. Walter White luchando por borrar todo vestigio de culpa.
Una de de las evidencias más claras de la religiosidad humana es la cantidad de iluminados que se han alzado a cada momento histórico reivindicando para sí el signo de los tiempos y la salvación de su generación. Todavía más sorprendente y vergonzoso para el género humano resulta el apoyo con que siempre han contado dichos mesías y la fe ciega con que en muchas ocasiones han sido elevados por la multitud, aunque no por todos.
Montaje que circula por Internet
Como es natural –a excepción de algún honroso caso– todos ellos tienen una duración limitada o muy limitada y tanto su persona como su legado son, por lo general antes de consumar sus aspiraciones, desenmascarados y convertidos en víctima sacrificial a través del escarnio, la burla y el disimulo de quienes antes los habían elevado sobre el común de los mortales.
La lección que sacamos de todo ello -o la que no terminamos de aprender, según se mire- es que el hombre es, por definición, un ser imperfecto y condenado a caer una y otra vez en lo que la cultura judeocristiana ha venido a llamar “pecado” y que se explica por la debilidad de la voluntad humana. Tanto más, cuanto más amplio es el grupo de los llamados a redimir el mundo.
La cuidada pero vieja estrategia de Podemos va precisamente en esta dirección. A través de la clasificación de los españoles entre los buenos y los malos, la “casta” y el “pueblo“, se han erigido en portadores de una verdad moral cuya manifestación política y órgano redentor es Podemos.
El mismo nombre de la formación recoge en la acción indefinida (el verbo sin complemento directo) cualquier aspiración o esperanza con que se quiera adornar a quienes llevan la corona (no pretendida) de someter a la “casta” a su juicio final y llevar al “pueblo” al paraíso. Ya en su momento lo intentó Gordillo cuando al prometer su cargo de diputado del Parlamento Andaluz, lo hizo comprometiéndose con “las criaturas humanas, la utopía, el pueblo andaluz, la nación andaluza, la insumisión y la libertad”.
Aunque más pueblerino, estrafalario y algo menos agraciado, el edil de Marinaleda afronta, como le tocará en su momento al apuesto profesor universitario, el destino histórico de completar el círculo natural de todos los mesías y pasar por el ara sacrificial, como es de rigor.
Así, independientemente del ámbito en que se pretenda la “salvación” de los hombres, el mesianismo es una de las más explosivas formas de promoción social (si no, recuerden quién era Pablo Iglesias en enero de 2014) pero también una de las más difíciles de mantener. Su efectividad radica en lo más íntimo de la antropología: en su sentido religioso. Sin embargo, a diferencia del resto de líderes, (a quienes se podrá vituperar si caen) al mesías no se le permite bajar del pedestal si no es con una piedra de molino al cuello.
El mito griego de Ícaro y Dédalo ilustra bien lo que ocurre a quienes se olvidan de la debilidad de la condición humana.
Hay que reconocer que Iglesias ha sido valiente, y que hará falta más que una entrevista con Ana Pastor para empañar el brillo de la estatua de oro con que presuntamente le adoran cientos de miles, quizá millones, de españoles. Es posible incluso que, independientemente de lo equivocado de sus ideas, en lo personal sea “trigo limpio”. Lo desconozco.
El error original de la formación que lidera, sin embargo, es olvidar la condición natural del hombre, y la verdad de que, independientemente de la bondad de las propias ideas, todo el mundo es capaz de convertirse en casta. Si no, que se lo digan a Errejón.
No tenerlo en cuenta es infantil, presuntuoso y peligroso, pues, aunque uno pueda engañarse a sí mismo, el “pueblo” que ahora le adora terminará por aborrecerle. La pregunta es si caerá antes de las elecciones generales, o habrá que cargar con él durante la próxima legislatura.