Hablaba yo el otro día con un gran amigo mío, psicólogo, agnóstico y profundamente materialista, sobre la realidad del amor, enfocando yo la discusión desde un punto de vista humanista y filosófico y él desde el prisma del biologicismo y de la corriente más empírica de su disciplina.
No me llamó la atención la reducción (reducción en mi opinión) de este lazo unitivo a mecanismos neurológicos e impulsos químicos cerebrales, o la teoría emergentista mente-cerebro que defendía (para los profanos, que la mente es una emanación quasi-espiritual del cerebro, la doctrina materialista más cercana al reconocimiento del alma). Es pan de cada día para los cientificistas, y la salsa de todos los platos en cualquier debate. Sigue leyendo