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Contra Cristián Campos: Adiós al ruido y la furia

En Periodismo por

Hace pocos días el columnista Campos arremetió contra el socialismo del siglo XXI, que se construye no sobre la realidad de la injusticia social sino a partir de un curioso proceso digestivo, que consiste en devorar y hacer suyo cualquiera clamor victimista. Es un proceso necesariamente dialéctico, de distinción y señalamiento condenatorio del culpable.

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Soy un cínico, ¿sirvo para este oficio?

En Periodismo por

A nivel semántico, cínico siempre me había sonado a cítrico. A algo que se le echaba a la tónica con un poco de ginebra y cicuta un martes por la noche. Es curioso -ahora lo veo de este modo-, cómo nuestra falta dominante muchas veces se esconde en un chiste, en una curiosidad, en un apunte aparentemente inocente en la solapa del diario.

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El imán en los brazos del obispo

En África desde dentro por
Hace algún tiempo un periódico madrileño me llamó para ver si era capaz de encontrar a un periodista freelance en Bangassou. Habían oído cosas que parecían contradictorias, noticias que mezclaban cosas horribles y gestos hermosísimos. En concreto habían oído que un obispo había recogido en sus brazos a un imán de la mezquita de su ciudad después de que este hubiera sido matado a tiros por milicianos. El periódico quería una foto.

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Cómo filtrar un fiscal

En Viñetas por
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Anticorrupción se lleva las manos a la cabeza y ataca a la prensa por la filtración de investigaciones secretas sobre casos de corrupción. ¿Que cómo ha podido ocurrir? Don Castulo se lo explica.

Viñeta publicada originalmente en Don Castulo Daily Online y reproducida con permiso del autor.

Elemental, querido periodista

En Periodismo por

“Lo que más echaba de menos era la información”. El senador norteamericano y excandidato a presidente John McCain ha confesado que durante los casi seis años que estuvo prisionero tras la guerra de Vietnam lo que más echó en falta no era la familia ni los amigos, ni la libertad, la comida o la comodidad. Lo que realmente echó de menos era la información.

Y es cierto que necesitamos la información para vivir. Y para establecer vínculos, para identificarnos, para incrementar nuestra cultura, para ser libres, para gobernarnos. Esa información es la que suministran los medios de comunicación y la que elaboran los periodistas, a quienes la sociedad ha encargado que presten ese servicio, como a los arquitectos ha encargado que diseñen las viviendas y a los médicos que cuiden nuestra salud. De los periodistas la sociedad espera una información veraz, exacta y ecuánime, que permita a los ciudadanos ser más libres.

Pero lo que el ciudadano desea, o debería desear, es rechazar el rumor, el insulto, el acoso y las conclusiones precipitadas disfrazados de opinión. Y el rumor, el insulto, el acoso… proliferan desgraciadamente en los tiempos actuales, amparándose en la amplitud de Internet y en la abundancia de redes sociales, y lo que hacen es contaminar al auténtico periodismo. Por eso el periodismo está atravesando una crisis de confianza en una época de transición como la que estamos viviendo.

 

El ciudadano desea o debería desear rechazar el rumor, el insulto, el acoso y las conclusiones precipitadas disfrazados de opinión.

 

Es cierto que esta no es la primera vez que en la historia del periodismo se vive una etapa de transición. Ha ocurrido y ocurre cuando se producen cambios sociales y tecnológicos importantes. Pero en esta ocasión, con el auge de Internet, entre otras razones, el choque es quizás más dramático. Entre otras causas, porque proliferan las empresas que no son periodísticas, aunque se dediquen a publicar y transmitir noticias, y lo que consiguen es que la información sea sustituida por un comercialismo interesado y la prensa pierda su papel de vigilante de los otros poderes de la sociedad.

Son muchos los que se preguntan si, pese a todo, la prensa verdaderamente informativa sobrevivirá. La respuesta depende de los periodistas y también de los ciudadanos, si les importa recibir una información auténtica, precisamente por su condición de ciudadanos. Ahora, las nuevas tecnologías permiten a cualquiera que tenga un ordenador y un módem afirmar que hace “periodismo”. Y, junto a ello, la tecnología permite que aparezca una organización económica del periodismo que no sigue las normas de la profesión.

Pero ni la tecnología ni la técnica definen al auténtico periodismo. El objetivo del periodismo sigue siendo proporcionar a los ciudadanos la información que les permite ser libres.

 

Ni la tecnología ni la técnica definen al auténtico periodismo. Sus primeros mandamientos son la obligación es la verdad y la lealtad a los ciudadanos.

 

Dos autores norteamericanos han concretado en unos puntos los elementos que la historia y la experiencia han señalado como básicos para fijar la fidelidad del periodismo. Según escriben Bill Kovach y Tom Rosenstiel en Elementos del periodismo, el primero de esos “mandamientos” es tener en cuenta que la primera obligación del periodismo es la verdad. Además, el periodista debe ser leal, ante todo, al lector, al telespectador, al oyente; es decir, a los ciudadanos. Y para alcanzar sus objetivos debe imponerse como disciplina la verificación de la información.

Kovach y Rosenstiel recuerdan que el periodismo debe mantener su independencia respecto a aquellos de quienes informa y que debe ejercer un control independiente del poder. Los autores apuntan a que los medios de comunicación deben ofrecer un foro público para el comentario y la crítica. Y como normas de actuación de los periodistas, insisten en que las noticias sean exhaustivas y proporcionadas. A las empresas periodísticas les recuerdan que deben respetar la conciencia individual de los profesionales. Se trata, en resumen, de que el periodismo se base en sólidos principios para que los ciudadanos reciban la información que esperan, esa información que el senador John McCain tanto echó de menos durante su cautiverio en Hanoi.

Ánimo frente al desánimo

En Periodismo por

¿Son mejores los periodistas que se han titulado en una universidad que los que solo han aprendido practicando el oficio? ¿Es necesario el título para ejercer la profesión? ¿Cómo debe ser la enseñanza de esa profesión? En este eterno debate, cada vez hay más foros, reuniones, encuentros y congresos en los que se trata de encontrar respuestas a estas y otras preguntas sobre el tema. Como un adelanto, lo que sí se puede asegurar es que de los periodistas que trabajan en España el 80% poseen la titulación universitaria.

En una de esas reuniones, el Laboratorio de Periodismo que organiza la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), se ha puesto de relieve el problema de la masificación que padecen los estudios de periodismo. En los últimos 35 años, en España se han licenciado en periodismo 78.000 jóvenes, y en los últimos tiempos cada año lo hacen unos 3.000, de los que solo se emplean unos 600. Algunos de los responsables de estos estudios defendieron en la reunión la necesidad de hacer más difícil la carrera, para que tuviera un prestigio mayor y para acreditar que el estudiante va a servir realmente para la profesión. Reducir y recortar serviría para ir hacia la excelencia; haría bien a la carrera, a la profesión y a la sociedad. Un ejemplo de la masificación es el número de facultades que hay en España: más de 40 centros dedicados a la enseñanza del periodismo, que concentran a unos 19.000 alumnos.

Sin embargo, varios decanos y exdecanos defendieron en dicha reunión que los actuales planes de estudio y los actuales profesores sí forman adecuadamente, aunque también subrayaron algunos de los intervinientes que hay pocos profesionales del periodismo en las facultades.

La mayoría insistió en que los periodistas deben tener formación universitaria y en que, aunque no existe un método ideal para formar periodistas, es necesario adaptar la enseñanza a la nueva realidad social, cultural y tecnológica y en que es también necesario utilizar las nuevas tecnologías en la docencia y ofrecer másteres como complemento de la enseñanza universitaria. Los másteres constituyen un buen método de enseñanza en el periodismo porque fomentan la especialización.

Los profesores que intervinieron en el Laboratorio reconocieron el desánimo con que se enfrentan los alumnos a los estudios, ante las dudas de si la carrera servirá a la larga y de si encontrarán trabajo. Ante este panorama que presentan los alumnos, los profesores, además de docentes, tienen que asumir el papel de motivadores –para el que reconocen que no se encuentran preparados– con el fin de convencer a los alumnos que hacen bien al estudiar y licenciarse.

En cuanto a los alumnos, algunos se quejaron de la carencia de prácticas y la falta de materiales y de que algunos profesores no tengan experiencia profesional, lo que reconocieron algunos docentes, que subrayaron la conveniencia de que los profesores, si no todos, muchos, sean periodistas en activo. Los alumnos pedían, en definitiva, que los planes de estudios sean más cercanos al ejercicio de la profesión.

En este Laboratorio de la APM muchos insistieron en que la profesión periodística debe ser una profesión titulada y colegiada, y en que es necesaria una estructura profesional más rigurosa en la carrera porque la profesión es cada vez más compleja.

Tanto en el mencionado encuentro como en otros varios se pone de relieve que, pese al panorama –que muchos califican de desolador– la carrera de periodismo sigue atrayendo a miles de jóvenes. Se reconoce que cada vez hay más actividades prácticas y que aumentan los convenios de los centros de enseñanza con empresas. Aunque las empresas echan la culpa de la situación a los centros por licenciar a un número tan alto de periodistas que no pueden absorber, y las universidades critican a las empresas porque contratan mano de obra barata y no titulada.

En una de estas reuniones sobre los estudios de periodismo, un profesor reconoció la falta de implicación de los estudiantes. Puso como ejemplo la prueba que hace a sus alumnos el primer día de clase: preguntarles que periódico ha leído cada uno ese día. El resultado no puede ser más pesimista: de 40 alumnos solo cuatro habían leído un diario. Y la respuesta es más deprimente cuando indaga que noticiarios han escuchado en una emisora de radio ese día: en muchas ocasiones se encuentra con la respuesta de que ninguno.

 

El futuro de la información depende de comunicar inteligentemente lo que está ocurriendo en el mundo, un mundo cada vez más complicado.

 

Por eso, concluye que no hay que dar mucha importancia cuando los alumnos se quejan de que hacen pocas prácticas, porque entienden las prácticas solo como el manejo de una cámara de televisión, pero no entienden que también sea una actividad práctica manejar con destreza la lengua español. O conocer la realidad del mundo que les rodea, a pesar de que, como decía el famoso periodista norteamericano James Reston, “el futuro de la información depende de comunicar inteligentemente lo que está ocurriendo en el mundo, un mundo cada vez más complicado”. No debe el periodista limitarse a comunicar literalmente un hecho, “hay que explicarlo. Por ello, una buena formación humanística es un requisito sine qua non para ejercer el periodismo”.

De las palabras de James Reston se concluye  que en los planes de estudio se debían incluir más conocimientos de cultura general (literatura, historia, geografía, ciencias políticas…), además de un dominio de las técnicas del oficio, tanto en los aspectos teóricos como prácticos, según muchos de los 350 profesionales de 57 nacionalidades que asistieron en Bélgica al Tercer Congreso Mundial de Periodismo y Educación.

En esta última reunión surgieron ideas originales para la enseñanza del periodismo, como plantear a los estudiantes que creen un blog sobre un tema del que sepan mucho, para poder criticar las noticias que aparecen en los medios de comunicación sobre ese tema. Eso permite a los alumnos aprender a valorar, a interpretar y a analizar con criterio propio la información de los medios.

En definitiva, que la importancia del papel que desempeña el periodista en la sociedad para que los ciudadanos actúen con una buena información obliga a que la enseñanza del periodismo se convierta una y otra vez en objeto de estudio y de debate, y de que se anime a los jóvenes que se acercan a los centros a que sigan adelante si, pese a todos los inconvenientes, sienten que pueden desempeñar en el futuro ese papel.

 

FOTO: Flickr (Mer Chau)

Pues Pablo tiene razón

En España/Periodismo por

España aún persigue su quimera, la independencia de los medios, y ayer sobrevivió una vez más a las miradas furtivas.

Los periódicos protestan por el reciente ataque de Pablo al derecho a la información; un discurso en la UCM ante alumnos de Filosofía que reían sus gracias, representando con algo de jira la realidad editorial. Eso de que el jefe del periódico manda sobre el redactor y de que el pez gordo manda sobre el jefe, y que entrambos son capaces de alterar noticias y hasta mentir dolosamente si les conviene. Ha sido poco elegante, pero ayer llevaba en la punta de la lengua el blasón de los profetas. Sigue leyendo

La dificultad de informar sobre el Estado Islámico

En Periodismo por

Los analistas del fenómeno de la comunicación coinciden en que los medios no supieron afrontar desde el primer momento el problema de informar sobre la aparición del terrorismo del autodenominado Estado Islámico (EI). El Daesh (acrónimo en árabe de esta organización) se aprovechó, y sigue aprovechándose, de la ausencia de periodistas occidentales en las zonas que ocupa para ofrecer al mundo su visión partidista.

A este problema se añade el de la falta de calidad informativa, en general, de los medios de comunicación. Ambos fenómenos pueden justificar los logros de las campañas de propaganda de la organización. Los medios se han concentrado en el espectáculo que ofrecen las actividades del EI y han olvidado los principios del auténtico periodismo: explicar los antecedentes, contrastar las fuentes, verificar los hechos ,contextualizar las informaciones, rehuir el morbo. En resumen: imponer la información de interés público sobre el espectáculo.

 

Los medios se han concentrado en el espectáculo que ofrece el Estado Islámico y han olvidado hacer auténtico periodismo.

 

Una de las causas de esta falta de información es la ausencia de corresponsales cualificados, debido al alto costo económico y, sobre todo, al peligro de muerte o secuestro, lo que ha provocado la desaparición de la información en directo, que recae en la mayoría de las ocasiones en periodistas freelance  que se juegan la vida en pésimas condiciones.

En la mayoría de las ocasiones, los medios no han explicado el origen del fenómeno del Daesh, este grupo terrorista de naturaleza fundamentalista, yihadista y wahabita (y ahora trataré de explicar someramente estos términos), que se ha autoproclamado califato, pidiendo lealtad a todos los musulmanes y calificado por algunos como un protoestado que controla un amplio territorio de Iraq y Siria.

¿Qué es el Estado Islámico-DAESH?

En un principio fue conocido como Organización para el Monoteísmo y la Yihad, una organización terrorista próxima a Al Qaeda que pretendía hacer frente a la invasión de Iraq. Posteriormente se expandió y se autoproclamó como Estado Islámico de Iraq, renovándose durante la guerra civil en Siria y pasando a ser conocido como Estado Islámico de Iraq y el Levante, para a continuación romper su vinculación con Al Qaeda, autodeclarar su soberanía, no solamente sobre Iraq, sino también sobre Siria, y autoproclamarse califato. Como califato, reclama su autoridad religiosa sobre todos los musulmanes del mundo y persigue unir todas las regiones habitadas por musulmanes, comenzando por Siria, Jordania, Palestina, Líbano, el sur de Turquía, la península de Egipto, el este de Libia, Pakistán…

La organización se caracteriza por una interpretación fundamentalista del Islam y por una violencia brutal contra los no musulmanes y contra los, según ella, falsos musulmanes. En los territorios que domina impone la interpretación extremista de la sharia, un código detallado de conducta, con normas sobre el culto, la moral, las cosas permitidas y las cosas prohibidas y las reglas para separar el bien del mal.

En su imposición de la sharia, los miembros del EI realizan ejecuciones públicas, destruyen templos y mezquitas y practican decapitaciones masivas de cristianos que se niegan a convertirse al Islam.

El autoproclamado Estado Islámico es la organización terrorista más rica de la historia gracias al petróleo, al tráfico de órganos, a la industria del secuestro y al robo y tráfico de antigüedades.

Decía antes que su naturaleza fundamentalista es yihadista wahabita. El yihadismo es el término que se utiliza en Occidente para denominar a las ramas más radicales y violentas del Islam político, las que recurren al terrorismo en nombre de la yihad menor, de la guerra santa en nombre de Alá. (La yihad mayor es el esfuerzo que el creyente debe realizar para ser mejor musulmán).

El yihadismo es, en cuanto a doctrina política, un ideario teocrático totalitario, antiliberal y antidemocrático. Está considerado como la amenaza más grave a la que se enfrenta Occidente.

En cuanto al wahabismo, se trata de una corriente religiosa musulmana de una de las ramas del sunismo, la rama inspiradora de la ideología del autodenominado Estado Islámico y que ha provocado, según los expertos, la desunión en las comunidades musulmanas al calificar a quienes no están de acuerdo con su interpretación religiosa como apóstatas. Los wahabistas destacan por su rigor en la aplicación de la sharia y por su deseo de expansión mundial.

Habitualmente, los medios de comunicación se refieren a esta organización terrorista como el autoproclamado Estado Islámico, pero otros muchos políticos y periodistas utilizan el término Daesh, término que odian sus miembros. Daesh es una traslación literal del acrónimo árabe de “Estado Islámico de Iraq y Siria”, pero, dependiendo de cómo se conjugue, también puede significar “intolerante”, “sembrador de discordia”, etc., lo que irrita a los militantes por su tono negativo. Y por eso amenazan con cortar la lengua a quien utiliza esta palabra. A Occidente han llegado noticias de que en febrero un verdugo castigó con 60 latigazos en la espalda a un adolescente por haber pronunciado dicha palabra.

Pero muchos políticos occidentales fomentan su uso, como el primer ministro australiano, Tony Abbot, que aconseja que solo se utilice dicho término. “Lo que no les gusta a ellos me atrae a mí”, ha dicho, y el Gobierno francés ha pedido a los medios de comunicación que utilicen exclusivamente Daesh como arma lingüística.

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