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Periodismo - page 4

Una de cal y dos de arena 

En Asuntos sociales por

Cuando no existía el cemento, para fijar las piedras y los ladrillos se utilizaba el mortero, un compuesto que se hacía con una palada de cal (el material más consistente y más caro) y otra de arena (más ligero y más barato).

La expresión “una de cal y otra de arena” se utiliza para calificar la actuación alternativa de algo positivo y de algo negativo, y en este sentido se puede usar para definir la situación del periodismo en España, según se desprende del análisis del “Informe Anual de la Profesión Periodística 2015”, en el que se alternan los datos positivos (la cal: se frena la destrucción de empleo) con los negativos (la arena: cae el salario base medio de los periodistas y, más arena, tres de cada cuatro periodistas declaran ceder ante las presiones). Sigue leyendo

Violencia machista: una lacra que no cesa 

En Asuntos sociales/Mujer y género/Periodismo por

 

La mal llamada violencia de género sigue cobrándose vidas y continúa promoviendo el debate en los medios de comunicación sobre el tratamiento informativo que hay que dar a esta lacra social.

Los últimos datos completos nos dicen que el pasado año 54 mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas, una cifra exactamente igual a la del año anterior, 2013. En 36 de esos 54 casos, la víctima y el agresor eran pareja (cónyuges, compañeros sentimentales o novios), y en 18 víctima y agresor habían roto su relación o estaban en la fase de ruptura. También en 36 de los casos la víctima y el autor de la agresión convivían en el momento del homicidio. Para no seguir con más cifras, solo añadiré que 37 de las 54 víctimas mortales eran de nacionalidad española.

He utilizado al comienzo de este comentario la expresión “mal llamada”.
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No hagas el ridículo en Facebook

En Asuntos sociales/Periodismo por

Alguien tenía que decirlo, por todos los que ya están hartos de hacerlo: deja de hacer el ridículo en Facebook.

Yo sé que no lo haces a propósito y que cuando compartes –por cuarta vez este año– una noticia de 2007 y te indignas porque ningún periódico ha abierto hoy su portada con eso lo haces sin maldad. Lo cual no deja de hacer la situación profundamente triste y exasperante.

Piensa en esto si no lo has hecho: somos mucho más poderosos hoy de lo que éramos antes de la web 2.0.  Desde la intimidad de nuestra alcoba podemos explorar cualquier rincón del mundo, aprender cualquier idioma, estudiar cualquier carrera sin gastar un euro en matrículas universitarias o regalar al mundo todos los días esos versos y reflexiones “profundas” que ningún editor que se precie nos hubiera publicado (si no lo crees, mírame a mí, que para algo creé este espacio). Sigue leyendo

La delgada línea roja

En Periodismo por

La “delgada línea roja” es una expresión utilizada generalmente para resaltar la fragilidad, en muchos casos, de la frontera entre lo correcto y lo incorrecto, aunque su origen primitivo fuera la línea de 500 casacas rojas ingleses que detuvo, el 25 de octubre de 1854, a 2.500 jinetes de la caballería rusa en la épica batalla de Balaclava, en la guerra de Crimea.

En el mundo de la comunicación puede usarse para, por ejemplo, señalar la aparente facilidad con que algunos periodistas y algunos medios saltan de la información al espectáculo. En los últimos tiempos hemos vivido algunos ejemplos de esta información-espectáculo, como la imagen conmovedora del niño Aylan Kurdi ahogado en una playa turca durante el viaje de su familia en busca de tierra de asilo en Europa. Aunque son muchas las personas que naufragan huyendo del horror, solo la imagen de Aylan convirtió el horror en noticia. Muchos dirán que en este caso esa imagen despertó la conciencia de muchos europeos y, sobre todo, de sus dirigentes políticos. Y que, en definitiva, su amplia y reiterada difusión fue positiva.

Pero en otros casos sobrepasar esa delgada línea roja establecida por los principios éticos puede hacer saltar las alarmas. Algunos recuerdan todavía la fotografía de un colaborador del New York Post en la que se ve a un hombre que intenta subir al andén después de haber sido arrojado a las vías del metro. A los pocos segundos de que el fotógrafo disparara la cámara el hombre fue aplastado por el tren. Sigue leyendo

Mitinea , que algo queda

En España por

El verbo intransitivo mitinear no está recogido por el diccionario de la Real Academia Española, pero sí aparece en el Diccionario de español en línea, que lo describe como “dar mítines o participar en ellos”.

Pues bien, ahora que falta poco para que comience lo que oficialmente se denomina campaña electoral (lo anterior, lo que estamos viviendo día a día desde hace tiempo, se llama precampaña) conviene reflexionar un instante: dentro de unos días vamos a vivir rodeados, sobre todo por parte de la televisión, de mítines por todos los costados. Nos van a mitinear de lo lindo.

Y el mundo de la comunicación y del periodismo va a verse envuelto especialmente de las campañas electorales que desarrollarán los partidos políticos de cara a las importantes elecciones generales (para el Congreso y para el Senado) del 20 de diciembre. Son muchos los observadores que critican que las campañas electorales se han convertido en pura propaganda. Sigue leyendo

La voz de quienes no tienen voz

En Periodismo por

Pero, disquisiciones aparte, quienes nos hemos movido, y aún nos movemos, en este mundo del periodismo debemos enorgullecernos de que el prestigioso premio haya sido concedido a una colega. La obra de Alexiévich se caracteriza por su estilo sobrio e indignado, como ha escrito un articulista, con el que ha denunciado y denuncia horrores y sufrimientos, con el que ha dado y da voz a quienes no la tienen: víctimas de grupos minoritarios, soldados que combaten en luchas que no comprenden, víctimas de los vaivenes de la historia.

Según la Academia sueca, el premio se concede a un autor que haya producido “en el campo literario la obra más destacada en pos de un ideal”. Algunos articulistas opinan que hay que tomarse estas palabras al pie de la letra, y por eso el premio le fue concedido a Churchill, por ejemplo, y no a Proust. Otros creen, sin embargo, que se debe juzgar la calidad literaria del escritor premiado. En el caso de Svetlana Alexiévich, el premio es justo en ambos casos, aunque sin duda prima la primera teoría, la de que su obra persigue un ideal, que ha sido y es la de dar voz a quienes no la tienen en los conflictos. Sigue leyendo

La democracia, en peligro

En Periodismo por

Este tipo de influencias se produce desgraciadamente en todos o casi todos los países, y entre ellos, en el nuestro, en España, donde noticias que pueden ser importantes aparecen en un segundo o en un tercer plano en las publicaciones impresas porque su difusión puede perjudicar a los intereses de la empresa cuyo anuncio aparece en otras páginas del periódico.

Escribe Osborne en su carta de dimisión que la separación que tradicionalmente ha existido en el periodismo británico entre la publicidad y la información ha desaparecido en el caso de su periódico. Y entre el trato favorable que The Daily Telegraph ha prestado al banco HSBC figura el hecho de que le dedicara solo unos párrafos en una página interior del cuadernillo de economía a la noticia de que la entidad bancaria había tenido que reservar la friolera de 1.000 millones de libras esterlinas para pagar multas y compensaciones por la manipulación de mercados que había protagonizado, mientras que otros periódicos publicaban la noticia de forma destacada, de acuerdo con la importancia y el interés que tenía tal noticia. Sigue leyendo

‘Yo no soy Charlie’

En Asuntos sociales/Mundo/Pensamiento por

Yo no soy Charlie Hebdo y sé que muchos de ustedes tampoco. No quiero decir con ello que no condene el atentado terrorista que ayer terminó con la vida de 12 compañeros periodistas y un agente de la policía, a quienes hoy se homenajea como a héroes de la libertad.

Hasta ayer, la revista gráfica francesa no era más que una publicación socarrona, a menudo zafia e irreverente, conocida fuera de las fronteras galas por las amenazas de islamistas radicales por las famosas viñetas de Mahoma, más que por la calidad o la altura de su periodismo.

Si quieren ejemplos de libertad y periodismo, dirijan sus miradas a quienes permanecen encerrados por contar lo que ocurre en Irak o Siria, en Cuba o Corea del Norte, a quienes denuncian la violencia del narcotráfico en México o, aquí, a quienes se enfrentan a la corrupción y a la injusticia aún a riesgo de perder –como poco– su puesto de trabajo.

No me malinterpreten, lamento y aplaudo lo ocurrido. Me llena de rabia y de impotencia el asesinato de las víctimas de Charlie Hebdo y aplaudo el movimiento social generado en todo Occidente como reacción al crimen y en defensa de uno de los mayores logros de la civilización, al margen de Willy Toledo, la libertad de expresión.

Tener la capacidad (técnica y cultural) para acceder, comprender, valorar y expresar nuestra posición acerca de todo cuanto acontece no es algo natural en el hombre. No solamente es patrimonio casi exclusivo de los países que hoy consideramos Occidente y tiene su origen en ellos; sino que, además, exige una tensión ética constante por parte de las sociedades que han alcanzado esta cota de libertad.

Siempre ha habido, hay y habrá quién quiera someter a los medios de comunicación, quien proscriba determinadas ideas o colectivos del espacio público y quien pretenda erradicar determinadas cuestiones o posiciones de toda discusión. Si en su día ocurrió en el marco de una mala comprensión del mensaje de Cristo (entre otros muchos marcos) ocurre hoy también entre quienes se erigen a sí mismos en paladines del progreso, en rechazo del mismo mesías.

La libertad de expresión, como cualquier otra libertad, es siempre libertad para algo. Es la condición necesaria para que podamos juzgar como cierto cualquier acto humano, tanto si es para reconocer la Verdad como si es para caer en el insulto o en el error, como a menudo ha hecho Charlie Hebdo.

Ahora bien, es necesario que seamos capaces de sustraernos del hecho de que las viñetas, al igual que los artículos, las acciones, las decisiones políticas o el modo en que educamos a nuestros hijos son siempre buenos o malos (mejores o peores).

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Este acto de suspensión del juicio, que podría ser tachado de hipócrita o de indeseable, supone dar un paso atrás en la perspectiva y afirmar que no hay bien que pueda decirse o hacerse mayor que quién está tras las palabras o los actos. En cambio, no hay mal que pueda decirse o hacerse, que pueda eclipsar el bien que supone su hacedor.

Este acto de fe, que en otras palabras llamamos dignidad humana, no es solamente condición necesaria para hacer posible que en nuestras sociedades exista la libertad, sino condición indispensable para que, además, con un poco de esfuerzo, pueda producirse el Bien.

Por eso, más allá del simbolismo que, a la luz de los últimos sucesos, han cobrado las viñetas publicadas por Charlie Hebdo sobre Mahoma, es infantil pretender que el insulto (la crítica es otra cosa) sea el signo de la libertad. Por eso, pese a que los propios medios hemos adoptado la reacción de republicar las viñetas de la revista francesa como desafío al terror, declaro firmemente que “Yo no soy Charlie Hebdo”.

En lugar de ello, les propongo una cita apócrifa de otro francés:

“Je déteste ce que vous écrivez, mais je donnerai ma vie pour que vous puissiez continuer à écrire.”

“Detesto lo que escribes, pero daría mi vida porque pudieras continuar escribiendo.” (atribuida a Voltaire)

 

 

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