No queremos que los políticos nos mientan. No queremos que la posverdad sea algo más que una palabra de moda. No queremos un periodismo complaciente. Y tampoco una audiencia que no escuche de una forma crítica. En definitiva, queremos una democracia más avanzada, y para ello tenemos que interiorizar el fact-checking. Nosotros lo llamamos ‘Pruebas de Verificación’, pero no es más que tener una visión crítica para con el discurso de nuestros políticos. O, dicho de otra forma, hacer un periodismo independiente y honesto. Trabajar para que la opinión pública goce de un filtro de calidad.
Aunque lleva “doble vida”, sus rutinas no son discordantes. “De jueves a domingo me centro en la radio y el resto del tiempo me dedico más a los documentales y a los libros”, tiene dividida la semana pero su vida rebosa coherencia y búsqueda. Fernando de Haro (Madrid, 1965) es un hombre de mirada intensa, un indagador de la realidad que persigue asombrarse con lo sencillo, salir de sí mismo para contemplar el mundo con los ojos de otros.
Su versatilidad le ha llevado a trabajar en todos los campos del periodismo, ahora alaba el gusto de los madrugadores del fin de semana en COPE. Pese a ser “una palabra manida”, reconoce que difícilmente hay algo que supere al amor. No obstante, entiende el término con anchura. Fernando se casó “para el mundo” y siempre ha querido que su familia se pareciera a sus singulares viajes por Oriente. Es difícil encontrar una comparación para él, pero si la pasión se personificara, tal vez llevaría sus zapatos y un periódico bajo el brazo. Sigue leyendo
“¿Cómo voy a comprender a Francisco Granados?”, me preguntaba hace tiempo Mayra Ambrosio después de leer una de mis Impresiones, donde llamaba a los periodistas a liderar la comprensión sobre el difícil momento que atraviesa la comunicación pública –la vida pública, que se expresa en esa comunicación– en nuestro país. Entre las diversas reacciones que recibió el artículo –de todo tipo– es la que más me ha ayudado hasta el momento para desarrollar mi idea, y no es casualidad que esa ayuda venga en forma de pregunta. Sigue leyendo
Llevo un par de días enfangándome de artículos, recortes y exabruptos varios en Twitter; donde mi próximo entrevistado se desfoga mejor al estilo clásico, con los 140 caracteres que le dieron hechuras de polemista relamido de pluma ligera.
No debemos aceptar sin más que hemos llegado al fin del papel como soporte de los diarios. Ningún periódico digital está a la altura de uno de papel. El público lector sigue dando más valor a un producto que puede tocar. Y después de dos décadas de Internet ningún diario ha conseguido ganar más dinero en la web que con el papel.
En el funeral de G.K. Chesterton, Ronald Knox, amigo personal del autor, dijo estas palabras:
“Fue uno de los grandes hombres de su tiempo; su mejor cualidad era el don de iluminar lo ordinario y de descubrir en todo lo trivial una cierta eternidad. Fue como un hombre que había dado la vuelta al mundo para ver con ojos nuevos su propia casa…”. Sigue leyendo
Poco antes del comienzo del verano tuvo lugar un encuentro literario de mucho lustre en la Universidad Francisco de Vitoria. Con ocasión de la clausura de curso del Máster de Humanidades, el periodista, poeta y escritor Enrique García-Máiquez entrevistó al también periodista, poeta y escritor José Jiménez Lozano.
Los alumnos allí presentes asistimos a un intercambio estelar de anécdotas y reflexiones. Se habló, entre otras cosas, de Pascal y de Flannery O´Connor, de los peligros del ‘yo’, de la necesidad del despojo interior y del engañoso relumbrón de los premios (Jiménez Lozano, ganador del Premio Cervantes y del Premio Nacional de las Letras Españolas, afirmó su preferencia por “los jardines y los gatos” en detrimento de las “cortes”). Sigue leyendo
Ser periodista se está convirtiendo cada vez más y más en que lo “utilicen” a uno. A quienes nos dedicamos a este bello oficio –“el más hermoso del mundo“, se decía antes– nos faltan manos para enarbolar más banderas. Habría que alzar una por cada colectivo, corriente, ONG, movimiento, asociación o lobby que ve en nosotros la oportunidad para adelantar unos pasitos en la carrera por colarse en la agenda mediática y por hacerlo antes que el equipo contrario.
Esto nos coloca a los profesionales de la comunicación en una situación comprometida. Les pondré un ejemplo: Sigue leyendo
Escucho en cierta cadena de televisión: “Les contamos el caso de una señora que ha sufrido desigualdad” (lo que seguía era lo mismo de casi siempre: un caso de injusticia presentado como desigualdad). ¿Que ha sufrido desigualdad? ¡Pero cómo va a haber sufrido desigualdad si la vida es esencialmente desigual! ¡Esa señora ha sufrido la vida, entonces! La vida es desigual (pero no como la marca Desigual, que, para ser franca, debería llamarse Todosigual). Esa señora puede haber sufrido y seguramente haya sufrido una injusticia tremenda e inaceptable, pero no ha sufrido desigualdad. Le voy a explicar por qué. Sigue leyendo
Abandonar la niñez y entrar en la adolescencia es decir adiós a la inocencia, a las sonrisas infundadas y al mundo imaginario donde nos refugiábamos, dónde éramos héroes y el final siempre era feliz. Por si fuera poco, perdemos el sentido, eso que antes no nos hacía falta, y las ausencias se hacen patentes: ausencia de amor, ausencia de cariño, ausencia de ti, seas lo que seas.
Empezar a trabajar y dejar la universidad, es decir adiós a la libertad (a gran parte de ella), a las fiestas los lunes y a los amigos de fuera. Seguir viviendo es seguir perdiendo cosas y ganando otras. Desaparecen personas, pero permanecen los recuerdos. El pasado no deja de ser ese oasis donde varamos de cuando en cuando, para respirar una nostalgia en ocasiones sanadora y en ocasiones angustiosa. Sigue leyendo
Un año más, en el mes de mayo, las asociaciones profesionales de periodistas dedican sesiones, foros, tertulias y debates a hablar de la situación de la libertad de prensa, precisamente en el mes en que se conmemora el Día de la Libertad de Prensa. Y este año no iba a ser menos. Sigue leyendo
Quedamos en un café, a media cuadra del edificio de la agencia de noticias Télam donde Maximiliano es hoy Prosecretario General de Redacción. Llega hablando por teléfono con alguien de su equipo (“la nota tiene que salir hoy”) pero en cuanto me ve, se despide y me saluda. Cordial. Sencillo.
Nos sentamos y pedimos un café. Tardamos un rato en empezar la entrevista, el entrevistado tenía curiosidad por conocer las razones por las que el entrevistador quería escribir sobre su trabajo. Le conté que cuando vivía en España la nostalgia me llevaba a leer todas las semanas prensa argentina, entre ellas, La Nación-Online. Ahí me sorprendió una columna de crítica literaria, de buena crítica literaria. Y me dije, “si algún día vuelvo a la Argentina, tengo que entrevistar a este crítico”. Y volví. Y ahí estábamos.
Hoy, jueves, algunos de los que escribimos en estas páginas acudiremos al CaixaForum de Madrid para ver si nos cae un premio: el de Mejor Blog de Actualidad de los Premios 20blogs, que concede el diario 20 minutos. [Actualizado: ¡Nos lo dieron!]
Si es usted uno de los que ya se ha dado un garbeo por Democresía, quizás se sorprenda. ¿Actualidad? ¿Desde cuándo? Lo cierto es que es más probable leer en esta revista textos y nombres de personajes pretéritos que encontrar algún resquicio –que los hay– de lo que uno podría encontrar en un periódico común y corriente. Y, sin embargo, la mayoría de los que escriben en estas páginas son periodistas en alguna medida, sea por formación o por vocación. O ambas. Entonces… ¿nos hemos vuelto locos? Sigue leyendo
La semana pasada el periodismo en general, y el español en particular, se permitió echar una canita al aire.
“Una manada de jabalíes mata a tres miembros de Estado Islámico en Irak”, rezaban en sus titulares online El Mundo y La Vanguardia.
“Un grupo de jabalíes acaba con tres terroristas del ISIS cuando preparaban una emboscada”, comentaba en la sección “Animales” el diario digital El Español.
“Donald Trump ficha a un jabalí como Secretario de Defensa”, decía el siempre afilado (y cada día más cercano a la realidad) El Mundo Today.
Esta “noticia”, hilarante cuanto menos, repicada por el mundo con alegría, pone el foco en la realidad informativa que nos toca vivir; donde las creatividades de sofá, los gags de ingenio que nos brotan tras dos paradas de metro y los artículos destacados de los diarios serios, se confunden en una suerte de chiringuito llamado “mundo digital”, donde, definitivamente, todo vale.
Esta “noticia”, que hasta el día de ayer ninguna cabecera se había sentado a darle una vuelta sobre la veracidad o no del relato, fue puesta en marcha por The Times y The Telegraph, tal y como recogía Patricia R. Blanco en El País, que tuvo la molestia de titular, a petición (probablemente) de algún redactor jefe cebolleta; “La inverosimil victoria de los jabalíes contra los terroristas del ISIS“.
La cuestión es que una vez más, el canon de la facultad de periodismo sobre la imperiosa necesidad de la existencia real de fuentes que acrediten los hechos que nos disponemos a narrar, vuelve a quedar en el tintero de lo teórico y las rectificaciones y matizaciones ante cualquier imprecisión de una información; como un ejercicio para los necios que se detienen a analizar la actualidad.
Tal vez por eso hoy -día internacional de la libertad de prensa- sea un buen momento para reivindicar el fin del periodismo.
Porque, francamente, nadie está hoy en disposición de detenerse dos minutos. Y mucho menos los periodistas y redactores. Lo importante es el flash, el deslumbramiento que las letras todavía nos provocan si son conjugadas de tal manera que sea caldo de retweet o de comentario jocoso en el grupo de Whatsapp de turno.
Si uno de los grandes lo ha dicho, lo diremos todos. Y si nadie rectifica o matiza la improbabilidad del relato, menos yo. Que la fe de erratas, con algo de mala baba y a estas alturas de la película, podría entenderse como un marco legislativo de esta rat race en la que estamos constreñidos.
Los lectores, fagocitadores empedernidos de datos y que cada día se sienten más capaces de diagnosticar su embotamiento mental (lo llaman “sobreinformación”), se mueven hacia aquello relacionado con la prensa cotidiana con escepticismo, apatía y altas dosis de incredulidad.
Tal vez por eso hoy -día internacional de la libertad de prensa- sea un buen momento para reivindicar el fin del periodismo.
Al menos, de la forma en la que se está llevando a cabo.
Porque en los titulares no confirmados de jabalíes y terroristas, solo puede haber una explicación lógica desde la información regida por empresas privadas. Arrastrar un par de clicks más al contador diario. Conseguir un par de anunciantes más porque “seguimos creciendo” (frase mantra de todas las cabeceras tras las oleadas de EGM).
En definitiva, más pasta para el zurrón para seguir engrasando la rueda. Fenómeno, en cualquier caso, absolutamente legítimo siempre y cuando lo que se edulcore, agregándole cierto atractivo literario al titular, sea una verdad fría que necesite algo de estímulo. Pero estimular no quiere decir adulterar. Y es conveniente que dichas licencias “artísticas” vayan más hacia los editoriales o espacios de opinión que a las secciones generalistas de información de los medios convencionales.
Quizás la duda es si el periodismo tradicional está jugando a no ser convencional. Y si verdaderamente ya no podemos llamar información a lo que otrora fueran los datos que digeríamos, con un periodista entremedias, para componernos una idea de hacia donde va el mundo.
Este acontecimiento porcino-belicoso, uno más en la serie de aventuras chestertonianas a las que nos enfrentamos cada día, puede sin embargo que llegue próximamente a su fin gracias a la tecnología, engrosando con ello, la nutrida lista de periodistas parados. Y podremos echarle la culpa a Quill o Narrativa , o las ideas parecidas que vayan surgiendo de ahora en adelante.
Hablamos de softwares capaces de redactar a través de un algoritmo que recopila datos estadísticos una crónica; articulando y adjetivando -si es necesario- un texto sencillo listo para consumir y olvidar.
Y no considero que vaya a ser un gran drama. Y seguramente, visto el patio, sea deseable.
Las ventajas para los críticos del periodismo actual son innegables: tendremos menos que criticar. Exigiremos a los valientes que quieran vivir de la información que no se remitan exclusivamente a empaquetarla o a deformarla, sino que se mojen y aporten su bagaje intelectual para refutarla y ponerla en contexto. Habrá un avance hacia la opinión y corresponderá a estas aplicaciones y a los gabinetes de comunicación de las empresas (inclusive la panadería de la esquina) informar sobre lo que a ellos les acontece y el valor que generan en su entorno, documentando su día a día gracias a los usuarios y a los “pelotazos” de interés que sean capaces de llevar a cabo en redes sociales.
Las ventajas para los cínicos son irrenunciables: un programa informático es más barato que una redacción de humanos que quieren comer y vestirse. Los tiempos, una vez que le cojamos el tranquillo a la “cosa tecnológica”, serán más reducidos por lo que podremos embotar con mayor entusiasmo la cabeza de las gentes. A mayor actualidad y mayor presencia a menor coste, más audiencia, más sobreinformación y menos errores de prisma humano.
Sea como sea, el paradigma entre lo que estas nuevas herramientas terminan de implantarse, es para echarse unas risas y tocar el violín con entusiasmo mientras el barco hace aguas.
«Esta tarde he asistido al bombardeo desde la misma ciudad [de Madrid]. Alguien juzgó necesario dejar caer un rayo sobre la Gran Vía para descuajar una vida, una sola. Algunos viandantes se sacudían los escombros; otros corrían; el humo ligero se disipaba; pero aquel joven, salvado milagrosamente sin un rasguño, tenía a su novia, a la misma que segundos antes llevaba cogida del brazo con su ternura, a sus pies, convertida en una esponja de sangre, en un amasijo de carne y jirones. Mientras se arrodillaba, sin entender nada todavía, movía la cabeza lentamente, de arriba abajo, como si pensara: “Qué extraño es esto”.
En aquella flor derramada no había nada que le recordara a su amiga. […] A medida que el grito, diferido no sé por qué razones, se formaba en su garganta, el joven tenía la ocasión de comprender que el verdadero objeto de su amor no habían sido esos labios, sino el gesto, la sonrisa de esos labios. No esos ojos, sino su mirada. No ese pecho, sino su delicado movimiento marino. Tenía la oportunidad de comprender, en definitiva, la causa de la angustia que le provocaba su amor. ¿Acaso no había perseguido lo inaprensible? No se trataba de estrechar su cuerpo, sino la suavidad, la luz, el ángel ingrávido que lo cubría…» Saint-Exupery, Antoine, La guerra de España, trad. de Andoni Eizaguirre Ugarte, KEN Nueva, Mutilva (Navarra), 2016, 60-61. Sigue leyendo
Tanto en la civilizada Europa como en los países del Este, en Asia y en Iberoamérica, la libertad de prensa se ha deteriorado en 2016, según el tradicional informe anual que elabora la organización Reporteros sin Fronteras (RSF). Tanto en Turquía como en China, Siria, Egipto, Irán; tanto en México como en Honduras; tanto en Rusia como en Hungría; pero también tanto en Alemania como en Francia, el Reino Unido o en España las medidas gubernamentales o las leyes para luchar contra el terrorismo han conseguido el pasado año que la libertad de prensa sea cada vez menor.
El pasado domingo, Arcadi Espada, publicaba en su columna semanal “Cartas a K.” en el diario “El Mundo” una retrospectiva interesante sobre el periodismo, la verdad, la posverdad y lo que queda por delante y por detrás.
Con su prosa habitual, de contundencia sobresaliente ante las bobadas, vino a marcar, desde su opinión, cómo la verdad había sido reducida desde mediados del siglo XX a una “versión más de los hechos” y no a la cuestión fundante del ejercicio de esta profesión.
También señaló de manera elocuente y pertinaz cómo “las informaciones siempre han tenido el prurito democrático de darle a la mentira la oportunidad de expresarse. Aunque el periodista tuviese pruebas de que un hecho es verdadero daba la palabra al que lo negaba”.Sigue leyendo
Aunque con el comienzo de un nuevo año lo lógico sea mostrarse optimista, en el caso de la evolución del periodismo me temo que yo peco de pesimista. Por lo que voy viendo y leyendo en los últimos tiempos, el periodismo sigue degradándose al irse situando al mismo nivel que el espectáculo o el entretenimiento.
Y esa frivolización y adulteración se hace más patente si cabe en el caso de la televisión. En los tradicionales noticiarios son cada vez más los deportes y los sucesos, y la que podríamos llamar información general queda convertida en una pobre secuencia de imágenes y de llamativos titulares. Sigue leyendo
Llegaron hasta mí hace relativamente poco ciertas declaraciones de Pablo Iglesias que dejaban un poco la sangre helada. La voz era inevitablemente reconocible, no se apreciaba ningún tipo de manipulación sonora y el audio era lo suficientemente largo como para no sospechar que estuviera sacado de contexto. Cabe decir también que, conociendo algunas perlas del pasado del líder de Podemos, el discurso en cuestión no desentonaba del todo.
Entre otras lindezas, Iglesias apelaba a la política “con cojones”, hacía un llamamiento a ocupar viviendas y advertía a quienes les escuchaban, en una escuela de verano de la Izquierda Anticapitalista en 2013, que había que empezar a hacer “gimnasia revolucionaria”, estar “preparados para tomar las armas” y les recomendaba aprender a preparar cócteles Molotov, “de esos que arden y explotan”. Sigue leyendo
En la primera parte de esta reseña, quise ofrecer unas pinceladas del reporterismo tal como lo ejerce la periodista Cristina López Schlichting y cuyo valor cifraba en la posesión de un criterio elemental para enjuiciar las realidades sobre las que habla en los textos que recoge en el libro Yo viví en un harén. Sigue leyendo