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Partido Popular - page 2

El Club de los Negocios Raros

En España por

El congreso de los diputados ha intentado con todas sus fuerzas durante los últimos ocho meses convertirse en el Club de los Negocios Raros.  Y está  a punto de conseguirlo.

Tal y como describió Chesterton en la obra que por título lleva tan sugerente nombre, los políticos que supuestamente laboran en este espacio son dignos mandatarios de esta empresa de extravagancias y sinsentidos en la que se ha convertido la Cámara baja.

Las razones para nuestra alocada conclusión vienen en los mismos requisitos que figuran en las primeras páginas del libro. Aquí van las cláusulas de tan nobilísimo Club: Sigue leyendo

50 sombras de Brey

En Elecciones 24M/España por

Se abrió la tierra, las nubes descargaron tormenta y los justos temblaron, mientras sus príncipes y guías eran arrojados al abismo, despojados de su antigua gloria, y sus palacios ocupados por los malditos.

¿Dónde está el presidente? ¿Dónde está Rajoy?

Nadie lo sabe. Ni está ni se le espera.

La segunda gran cita electoral desde que los populares accedieron al gobierno de la nación ha adquirido un tono apocalíptico entre las filas del partido. Muy posiblemente ha contribuido a ello el discurso electoral del “voto del miedo”, que al parecer ha calado más entre los voceros que en la audiencia. “¡Qué vienen los comunistas!“, ha sido la esencia del mensaje que, con poco éxito, ha tratado de inculcar la campaña dirigida por Floriano durante los últimos meses.

En esta huida hacia delante, los barones y líderes del partido coinciden en señalar al culpable, al “tapón”, que impide que fluyan las fuerzas necesarias para salvar al partido de la debacle más absoluta. Se llama Mariano Rajoy Brey.

No en balde, progresistas, conservadores, liberales y socialdemócratas (dentro del amplio espectro ideológico que cubre el partido) se han visto por igual sepultados bajo la carga de las siglas del PP. El tiempo apremia, pero no se aprecia en Génova más que un murmullo, apenas nada frente al muro de silencio de la disciplina popular.

Un muro –recordemos– que se ha convertido en la seña de identidad más notable de este Ejecutivo: silencio ante Bárcenas, silencio ante el “prusés” independentista, silencio ante la liberación de presos etarras, silencio ante las consecuencias de los recortes y el aumento de la desigualdad, silencio ante los partidos emergentes. Demasiada oscuridad para haber tantos fuegos encendidos.

Para la posteridad quedará, como un mal sueño, la comparecencia de Rajoy ante varias decenas de periodistas convocados a la sede del partido, para ver al presidente de Gobierno dar su discurso a través de una pantalla. Se apagó el monitor. No hay preguntas.

Detrás de esa cortina de sombras está probablemente la voluntad de un hombre, quizá un estadista, puede que un visionario, que no se permite que los acontecimientos alteren el curso que ha trazado para sus decisiones. En su balance de fuerzas ha previsto que en muchos de los fuegos que hoy estallan con vehemencia y estruendo no hay aire suficiente. Se apagarán.

Lo que no ha podido prever Rajoy es la capacidad de la duda y del miedo para desmoralizar a los suyos. Ante la aparente pasividad del presidente en medio de la tempestad, asoman ya las primeras voces de alarma. Esta semana, Álvarez de Toledo, la pasada, algunos de los barones territoriales. “¡Maestro, que nos ahogamos!“.

El tiempo apremia (‘winter is coming’) y el líder –depositario del poder temporal– tendrá que someterse al refrendo de los suyos y del pueblo.

Como ya le ocurrió al profeta, puede que los suyos prefieran abandonar al que les sacó de Egipto con la promesa de una tierra que manaba leche y miel (y que por ahora es poco más que un espejismo). Ante la inmensidad aterradora del desierto, es plausible que prefieran agarrarse a la seguridad del becerro de oro, obra de sus manos, sí, pero brillante y atractivo, tangible y presente.

Puede que el “profeta” gallego haya errado la naturaleza de su autoridad, que haya olvidado que es el pueblo y no el FMI quien habrá de respaldarle en noviembre. Puede que lo que haga falta sea un poco más de becerro y un poco menos de promesas, por el bien y la paz de todos.

¡PIAF, en toda la boca!

En Asuntos sociales/España por
La vicepresidenta de Gobierno, S. Sáenz de Santamaría. FOTO: Moncloa
La vicepresidenta de Gobierno, S. Sáenz de Santamaría. FOTO: Moncloa

 

PIAF es una buena onomatopeya para describir cómo ha sonado en nuestros morros el Plan Integral de Apoyo a la Familia 2015-2017, aprobado este jueves en Consejo de Ministros. El Gobierno, en un acto de magnánima generosidad, quiere desquitarse de la enésima promesa electoral incumplida (y así permanece) de aprobar una Ley de Apoyo a la Familia con que aliviar el régimen injusto a que están sometidos quienes deciden tener hijos en España.

Por resumir el contenido del plan, que de por sí no es criticable, el planteamiento de la flamante propuesta del PP consiste en una deducción fiscal de 1.200 euros para familias numerosas y monoparentales, un paquete de ayudas a menores y mujeres embarazadas y en periodo de lactancia en situación de riesgo social, ayudas a las madres jóvenes en materia de educación y vivienda, flexibilizar las jornadas laborales para favorecer la conciliación laboral, contemplar el impacto que tienen las propuestas políticas de cara a las familias y mejorar las pensiones de madres que hayan cotizado menos debido a que se han dedicado al cuidado de sus hijos.

Salta a la vista el hecho –curioso cuanto menos– de que dicho plan llegue después de 1.637 días desde la elección del actual Gobierno, y a tan solo diez días de la primera gran cita electoral a la que se enfrenta el PP (las elecciones locales y autonómicas del próximo 24 de mayo), en la que se juega el dominio territorial de la mayor parte de las instituciones. Juzgue cada uno el interés del actual Ejecutivo por las políticas familiares.

También llama la atención que el formato elegido para impulsar estas medidas sea el de un Plan Integral, en lugar de una ley, como se había prometido. Entre otras cuestiones, implica que el desarrollo y aplicación de las medidas no va impuesto más que por un compromiso “moral”, por lo que, en caso de que no se cumpla, los ciudadanos no tendrán recursos legales para obligar al Ejecutivo a aplicarlo.

Luego además está la cuestión presupuestaria. Pese a las estimaciones de la vicepresidenta del Gobierno de una dotación de alrededor de 5.000 millones de euros, lo cierto es que, al carecer de fuerza de ley, la dotación que se destine finalmente a dicho plan a partir de 2016 dependerá del gobierno que salga elegido en las próximas elecciones generales. Por eso los miles de millones de euros prometidos son papel mojado.

Por otra parte, no pierdan tiempo en buscar qué significan exactamente medidas como “mejora de la coordinación y cooperación interadministrativa y de la participación social en materia de apoyo a las familias”. No se molesten, el PIAF no contiene mecanismos concretos para llevarlo a cabo, solo líneas generales de acción.

En conjunto, lo único que se puede extraer del PIAF en claro es que es un conjunto de buenas intenciones –incluso buenas ideas– y una magnífica lista de todo lo que no ha hecho el Gobierno mientras disponía de mayoría absoluta. Para la próxima legislatura queda ver quien se sienta en la Moncloa, y qué hace con el susodicho PIAF.

A estas alturas de la película, no cuenten con que se inicie un proceso (guiado por el susodicho plan) para adoptar medidas en firme con aprobación parlamentaria y dotación presupuestaria. Ni da tiempo ni le importa a nadie. Huele mucho más a operación de marketing electoral aprovechando los recursos del Estado que a otra cosa.

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