Revista de actualidad, cultura y pensamiento

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Origen

Mito y Revolución o cuando la ficción supera a la realidad

En Pensamiento por

Los mitos que se creen tienden a convertirse en realidad” nos enseñó Orwell. El mito (mythos) se crea para que se crea en él, publicitando a unos y denigrando a otros, y por ello, ha movido y moverá a las masas para un fin concreto. No es solo una simple narración maravillosa, sobrenatural o fantasiosa, de pueblos primitivos sujetos al destino divino o a la intemperie de la naturaleza, fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes heroicos (el “primitivismo religioso” apuntado por Frazer o Tylor). Es, ante todo, una Historia donde los hombres crean personajes arquetípicos o fenómenos deslumbrantes que encarnan aspectos universales de la condición humana a imitar o a superar, desde la extraordinaria admiración o desde la radical animadversión, atribuyéndoles cualidades o excelencias que nunca antes habían tenido. En este caso, la ficción supera, y transforma, la realidad. Para Carpentier, “el mito sólo es reflejo de una realidad” construida.

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Hackers contra la universidad zombie

En Asuntos sociales/Educación por

Estos días me viene a la cabeza con cierta frecuencia los años en que fui un estudiante universitario, sin más preocupación que aprender de lo que me gusta y conocer chicas guapas. Quizá sea por pura nostalgia, por echar de menos las cañas después de un lunes de clase, las conversaciones profundas hasta altas horas de la madrugada o el despertar de la curiosidad intelectual. Aunque tal vez sea simplemente por el tsunami informativo que ha provocado el TFM fake de Cristina Cifuentes.

La universidad española ha vivido unos últimos años de desprestigio y el número de facultades patrias que se cuelan en los rankings de las mejores es escasísimo. Por si fuera poco, la imagen de la universidad se ha visto salpicada por los tintes del chanchullo, la corrupción y la falta de excelencia con los casos de ‘masters regalados’ que comienzan a aflorar. Sigue leyendo

Razón de la Universidad: In Itinere Veritas

En Educación/Pensamiento por

Vivimos tiempos de profunda zozobra, esto ya nadie lo duda. La evidencia del desastre económico que padecemos es una muestra, pero no la única; la inestabilidad política al igual que la crisis artística, o la deshumanización del arte –que diría Ortega y Gasset–, la crisis educativa, el preocupante desequilibrio ecológico, “la insuficiencia de las doctrinas modernas –afirmaría Charles Péguy–, el vacío demasiado evidente, demasiado aparente, del intelectualismo moderno”, o la tristeza y el desencanto del hombre occidental –que tan genialmente refleja el poeta y novelista francés Michel Houellebecq en sus obras (Las partículas elementales, El mapa y el territorio y La posibilidad de una isla)–, son otras secuelas. Sigue leyendo

JMJ: Anunciar, celebrar, compartir la fe

En #RumboJMJ16 por

Por José Gabriel Vera

Cuando a mediados de los años 80 del siglo pasado, el papa Juan Pablo II convocaba a la juventud del mundo entero para un encuentro en Roma pocos eran capaces de adivinar lo que iba a surgir de esa llamada. Desde entonces se han celebrado 35 Jornadas, la última de ellas acabó el pasado domingo en Cracovia. ¿Qué pretendió el papa Juan Pablo II y qué han pretendido sus sucesores convocando a la juventud mundial?

En primer lugar, sin duda, prolongar la misión de la Iglesia. Llamar a los jóvenes para anunciarles el Evangelio, celebrar con ellos el amor de Dios, hecho perdón y eucaristía y enviarles a la misión. La Jornada Mundial de la Juventud es una gran catequesis, un anuncio del misterio central de nuestra fe que es Cristo. Lo decía así Francisco, en la ceremonia de acogida en Cracovia: estamos aquí por la fe, estamos aquí por Jesucristo. Por tanto, ésta es la primera razón de ser de las Jornadas Mundiales de la Juventud: reunir a los jóvenes para enseñar, celebrar y enviar a la misión.

Pero además, con estos encuentros se satisface la necesidad de compartir la fe, de compartir la humanidad reconciliada en el amor. Son muchos los jóvenes que encuentran en estos días que no están solos, que miles, millones, de cristianos comparten con ellos la fe, las dificultades, las condiciones de vida, las ansias de la juventud. El ser humano crece en sociedad y necesita compartir con los que son semejantes sus ilusiones y esperanzas. No son pocos los que en estos días renuevan su fe al comprobar que, aunque pertenecen a una pequeña comunidad perdida, en un pueblo pequeño, son al mismo tiempo parte de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. En estos días se sienten miembros del gran pueblo de Dios.

Gracias a estos acontecimientos, la Iglesia hace presente en el mundo cuál es su verdadera identidad: la Iglesia existe para anunciar, celebrar y compartir la salvación de Jesucristo. No está para imponer leyes, para hacer negocios, para anular la libertad, sino para mostrar al ser humano el camino de la plenitud. Este camino se hace visible en los miles de jóvenes que participan en cada una de ellas. Cada uno de ellos, desde su lugar, desde su momento de fe, se compromete en alcanzar la santidad y arrastrar a los que tiene cerca hacia ella. Nada más y nada menos. El testimonio de alegre compromiso cristiano despierta en el mundo preguntas sobre el modo de ser y el sentido final de nuestra propia existencia. Estamos llamados a ser felices, a ser santos. Los jóvenes lo intentan y enseñan cómo realizarlo. En nuestras manos queda ponerlo en práctica. Comenzando desde ahora para encontrarnos, dentro de tres años, en Panamá, como ha dicho el papa Francisco, con el sucesor de Pedro.

 

José Gabriel Vera es el Director del secretariado de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal Española

Un sueño llamado Europa

En Pensamiento por

Hubo un sueño llamado Europa. Variaciones sobre “Gladiator” en Sol Mayor

– Dime Máximo, ¿por qué estamos aquí?

– Por Europa, mi señor

– ¿Y qué es Europa, Máximo?

(Pausa) 

– Conozco a nuestros enemigos. Son brutales, crueles, oscuros. Europa es la luz” 

Todo el que haya visto ese clásico del cine que es Gladiator, recordará sin duda ese diálogo entre Máximo y Marco Aurelio en el que cruzaban, si no las mismas, por lo menos parecidas palabras.

Europa, Roma, era la luz, sí. Pero también era y sobre todo, como señalaba Marco Aurelio, un sueño. Un sueño amenazado a cada paso por multitud de enemigos, enemigos que iban mucho más allá de las hordas bárbaras del norte. Sigue leyendo

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