El gran defecto del sistema
Todo cambio ha surgido de un grito previo; del grito colérico y encabritado, de la indignación profunda, del sacrosanto: “se acabó“. Es furor desbocado, agresiva aversión al mal que ha poseído a todos los hombres de bien que por el bien han batallado, a sablazos sangrientos e incansables; es el motor de la santidad la ira santa, que ha de verse siempre completada por el amor del bien, por el deseo del fin.
No espere el lector encontrar en estas líneas crítica constructiva alguna. No espere el lector soluciones, fórmulas algorítmicas o la vacuna definitiva de nada: ni las tengo ni las huelo. Lo único que poseo en mi alma, negro e inflamable como el alquitrán, es un grito que se resiste a resignarse. Sigue leyendo