Jugar a videojuegos tiene mala fama en el mundo adulto, sobre todo entre los más “intelectuales” que lo tildan de influencia negativa para los más jóvenes y los no tan jóvenes. Lo definen como un intento de arte, abocado al mero y banal entretenimiento evasivo que impide realizarse a quienes dedican horas a este joven y aun por definir, “octavo arte”. Sin embargo, cuarenta años de desarrollo es pronto para finiquitar una tendencia artística tan integrada en la actualidad que como cualquier arte busca expresarse, dirigiéndose fundamentalmente a quien lo vive e incorpora a su experiencia.
Llevo mucho tiempo pensando en escribir sobre One Tree Hill, una de esas series que le marcan a uno la existencia. No es una serie digna de figurar en las listas de mejores series de las páginas de cine de referencia (lo que la hace de alguna forma especial), pero en mi caso llegó en el lugar y momento adecuado y le guardo el cariño suficiente como para que hoy me vea en la necesidad de escribir sobre ella.
Para los que no la conozcáis, la serie narra las historias de unos adolescentes en el pueblo ficticio de Tree Hill, Carolina del Norte. Aunque los protagonistas, lugares y acontecimientos obedezcan a los arquetipos y clichés clásicos de toda serie de High School americana (jugadores de basket, animadoras, taquillas, un montón de tragedias, el prom…), la realidad es que la serie logra profundizar en los estereotipos, logrando, además de un afecto hacia los personajes, su desarrollo. Sobre todo porque es una serie profundamente moral, donde el bien y el mal están delimitados.
No se llama One Tree Hill por casualidad. Todo gira en torno a la comunidad, en la que no podemos hablar de coexistencia, sino de convivencia. No existe ningún individuo aislado (salvo alguno que se lía a tiros en la tercera temporada), sino que la comunidad, organismo vivo frente a la sociedad mecánica, se va alimentando del propio devenir del pueblo y de las historias de cada personaje. No es un pueblo diluido conceptualmente en abstracciones supranacionales. No hay ni Unión Europea ni Globalización. Cuando uno de los personajes viaja a algún lugar fuera de Tree Hill ¡parece como si fuera a irse a algún mundo remoto!
Es moral también en lo relativo al comercio. En One Tree Hill no hay McDonald’s ni Starbucks ni Amazon. Están el café de Karen, el taller de Keith, los restaurantes junto al río…
Río que si seguimos su curso nos lleva hasta la cancha donde entrenan los amigos, unidos por su amor al baloncesto. Esa es otra. Los personajes salen mucho de sus casas, pero estos hogares, lejos de ser refugios, están abiertos al mundo. Los amigos y familiares van a verse entre ellos, van a buscarse… (hoy ya no es tan evidente, como antaño).
One Tree Hill se estrena en 2003, y los chavales tienen en torno a los dieciocho, lo que implica que habrían nacido en la última mitad de los años ochenta. Es la primera generación de los llamados millennials. En la serie no hay redes sociales, pero se dan formas primitivas de los dispositivos que manejamos hoy: el ordenador caja, el Nokia ladrillo, un chat tipo Messenger… No tienen gran relevancia, por suerte. Porque los personajes, rollos sentimentales aparte, buscan sin descanso una única cosa: encontrar su vocación. Esta es la gran tensión de la serie, el motivo por el que creo que es tan valiosa. One Tree Hill nos enseña que cada uno está llamado a ser uno mismo. Ya desde los créditos iniciales nos lo dicen en la canción: «I don’t want to be anything other than me».
«buena parte de la vida nos va en acertar a preferir lo que realmente somos y a persistir en esa dirección, aunque también sea del todo preciso saber abandonar los espejismos de un yo preferido pero irreal. Distinguir entre lo uno y lo otro es más bien algo que nos pasa cuando ya se ha superado la dificultad, es decir, cuando la vida discurrida nos ha dado pruebas al respecto. Por eso la juventud es el periodo donde se concentran todas esas incertidumbres y desorientaciones.»
Y concluye así:
«Quien tiene la perfección como pasión de su oficio se cansa pero no se fatiga, pues ésta es la pena de los que recorren la vida sin descubrir qué ni quiénes les llaman.»
El título de la serie (tomado de la canción homónima de U2) se menciona en uno de los capítulos cuando la madre de uno de los protagonistas le dice a su hijo en una entrañable conversación: «There’s only one Tree Hill, and it’s your home.» Esta frase (que le repetirá nueve temporadas después una de las protagonistas al hijo que tendrá) es algo esperanzador para él. Frente a la radical inhumanidad de ser un engranaje de un sistema, una madre le promete a su hijo que hay un lugar donde es querido, que es lo mismo que decir hogar. Donde no hay vínculo, donde no hay raíces, donde no hay amor, no hay hogar. Su madre le está comunicando la esperanza de vivir en comunidad.
El profesor Evaristo Palomar recoge en una síntesis bellísima sobre la tradición lo siguiente:
«La tradición, como esperanza desde la presencia de lo pasado, es la memoria de una comunidad, que es inmediatamente perceptible, al presente, en la familia a través de su permanencia en el tiempo, desde la casa. La vida en cuanto que es, no es sino su derramarse dándose a los demás en fecundidad: ser, amor y donación. Por esto, el dolor en el compromiso de lo concreto y del “próximo”, desde la entrega, da paso a la alegría y al fervor que edifica la comunidad. (…) La tradición es la comunidad en tiempo y tierra. Lo que encierra implícitamente que la fuente de la tradición es el amor, pues toda comunidad se engendra por la amistad, y la amistad es el mismo amor en cuanto se manifiesta y funda por la intercomunicación, obrando según el propio bien la unidad en la común, en mutua reciprocidad.» (Sobre la Tradición, Tradere, 2011).
No sé si One Tree Hill pasará a la historia, pero sí sé que a mí me ha hecho mejor persona de lo que lo han hecho grandes series que hoy figuran entre las mejores. Series de indudable calidad cinematográfica, pero que tengo la impresión de que son en su mayoría nihilizantes. Quizás a nuestro tiempo le hagan falta grandes relatos de esperanza…
Netflix no da datos de audiencia, ni los ha dado, ni parece que los dará. Esta es una buena estrategia si quieres que tus usuarios vean tus productos sin estar condicionados por el share o si son tendencia o no. No sabemos qué resultado están teniendo las series originales de Netflix porque hay de todo y para todos los gustos. ¿Serán rentables?
En el caso de la superproducción Sense8 firmada por The Wachowski y J. Michael Straczynski, quizá sí esté teniendo buenos datos pero más que por la serie en sí por el sello Wachowski que lleva años viviendo de las rentas de Matrix. Sigue leyendo
En 1991 Emir Nemanja Kusturica perdió su país, y su Identidad. Hijo de padre serbio ortodoxo y madre bosnia musulmana, asistió perplejo a como desaparecía la vieja Yugoslavia, la “unión de los eslavos de sur”.
Su obra y su vida aparecen como ejemplo historiográfico, desde el cine, de la creación y destrucción de la Identidad, personal y colectivamente en nuestro devenir contemporáneo; y sobre todo de cómo ésta afecta a los hombres y mujeres en una vida cotidiana donde lo real (lo que supuestamente vivimos) y lo mágico (lo que hubiéramos deseado que pasara) se conectan indisolublemente. Sigue leyendo
Pocas películas me han causado tan grato desconcierto como es el reciente caso de La llegada. Una ancha obra sostenida por Denis Villeneuve, cualificado director destinado a comerse el mundo con patatas dada su breve pero potentísima filmografía que parece no desfallecer con los años, película tras película.
Ante el actual “estereotipismo” el cine corre el riesgo de convertirse, si no lo es ya, en ese insulso primogénito de la familia audiovisual que aun vive en casa de sus padres, donde su hermano pequeño superdotado (las series) ya quiere emanciparse con 15 años para estudiar filosofía en la Universidad de Pittsburgh. Bromas aparte, el bueno de Villeneuve tiene un sentido del cine muy distinto a lo ordinario y le doy gracias por ello. Sigue leyendo
Hace un mes Rafael Pou escribió un artículo excelente sobre el transhumanismo. Hablaba de los replicantes de Blade Runner, de Siri, de cierto episodio de Black Mirror. Fue una reflexión que me dejó algo perplejo: por un lado, el análisis es magnífico; por otro, se trata de una perspectiva tan obvia que no me parece relevante.
¡Ojo! El tema es válido. El artículo también. Pero diseccionar ese aspecto del conjunto de la película, incluso de manera circunstancial, me parece una injusticia hacia una de las películas más meritorias de Ridley Scott. Que, tristemente, no es decir gran cosa. Sigue leyendo
Seré sincero. Me ha encantado la película de Doctor Strange. Me gustan los magos y los brujos. Me gustan los superhéroes. Me encantan Benedict Cumberbatch y Tilda Swinton. Me encanta que el héroe sea un pedante que no pierda el sentido del humor cuando lo humillan. Me encanta que el tema principal de la película tenga que ver con las manos de un doctor… el instrumento de su arte. Y que la motivación del malo de la película sea la eternidad.
(Ojo, contiene spoilers)
Ese diálogo entre Strange y Kaecilius, fascinante por su simpleza y su sólo aparente profundidad en el que se despacha de un plumazo –patéticamente insuficiente– cualquier interpretación gnóstica: Sigue leyendo
Master Of None, creada y distribuida por la gigante Netflix, es una serie enfocada para un público preferentemente adulto que trata diversos temas ético-sociales actuales (desde el racismo hasta la amistad) almibarados con un sentido del humor original y una ironía sagaz y bien pulida.
Aunque se trate de una comedia, sus argumentos morales y sociales son tratados de una manera tan cercana que abre las puertas a la realidad con la que todos nos sentimos identificados. Y esta realidad que pretende retratar Master Of None es una en la que el marco ético-social se ve ensombrecido por la malinterpretación y confusión de ciertos valores dogmáticos arcaicos, alimentando así a una bestia temible y hambrienta: una comunidad ignorante, pagana y perdida, un imperio de la banalidad. Sigue leyendo
¿Qué es y qué no es Periodismo? ¿Cuál es la misión del periodista? Uno de los objetivos de la serie The Newsroom consiste en ensayar una respuesta comprometida a estas preguntas. El capítulo cuatro de la primera temporada nos presenta a Will McAvoy como un Quijote que ha recibido una alta misión: la de civilizar. Aunque la formulación de la pretensión es narrada con ironía cervantina, el capítulo define con nitidez lo que entiende por buen y mal Periodismo: Sigue leyendo
Inspirada en una huelga de repartidores de periódico de 1899, el paso del tiempo ha convertido a Newsies merecidamente en film de culto.
Si el cine es un “arte total”, está claro que el musical manifiesta esta característica de modo eminente. No soy asiduo al musical teatral, pero el género cinematográfico es de mis favoritos. ¿Cómo no esbozar una sonrisa recordando Cita en St. Louis (Vincente Minnelli, 1944), emocionarse con los mejores momentos de Gigi (Vincente Minnelli, 1958) o saltar de alegría con Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952)? La fórmula hollywoodiense se consolidó e hizo “clásica” en los 60 —recordemos Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965)— y derivó hacia un mayor realismo, extravagancia y pura comercialidad en los 70 y los 80 —salvo el siempre interesante trabajo de Bob Fosse— para recuperar en los 90 el formato clásico… pero en el cine de animación —de la mano de otro genio como Alan Menken—.
Si exceptuamos esa joya que es Newsies (Kenny Ortega, 1992), el musical prácticamente no revivió hasta Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001), cuyo éxito, eso sí, motivó un prolífico y exitoso giro del género hacia el jukebox musical y, de un modo más irregular y con resultados desiguales, el estreno de adaptaciones de éxitos consolidados de Broadway (El fantasma de la ópera, Sweeney Todd, Los miserables). Sigue leyendo
Cualquier habitante del planeta Tierra que no haya estado hibernando en el último par de lustros puede dar fe de la difusión e intensidad que ha alcanzado el fenómeno zombi. Proliferan sin cesar todo tipo de productos y, sobre todo, subproductos (series, videojuegos, películas, algún que otro libro y hasta juegos de aventura en vivo) en relación a estos cada vez menos inquietantes y ya casi familiares personajes de ficción.
Lo de los zombis es algo más que una moda pasajera, como la de los dinosaurios, y parecen haber venido para quedarse una buena temporada. Estos muertos vivientes, cuyas normas de funcionamiento se han hecho populares al pasar casi intactas de una producción a otra, gozan de una extraordinaria vitalidad. Sigue leyendo
“Robert, I beg of you,” Ned pleaded, “hear what you are saying. You are talking of murdering a child.”
El rey, Robert Baratheon, está reunido con su consejo. Les ha llegado noticia de que Daenerys, la última superviviente de la destronada y exiliada dinastía de los Targaryens, se ha casado y está esperando un niño. Sigue leyendo
Firefly y Battlestar Galáctica son dos series de TV, ¿o son dos naves espaciales? Firefly (Serenity) es una nave de carga, usada principalmente para el noble arte del contrabando. Galáctica es un crucero militar, una estrella de combate, el último bastión de una civilización acorralada y a punto de extinguirse. Ambas huyen. Ambas surcan el espacio infinito. Ambas explotan lo mejor de su género: la aventura y la epopeya. Sigue leyendo
Si en la primera temporada del Daredevil de Netflix asistimos al nacimiento de un héroe, la segunda resulta en una intensificación de los conflictos ya sugeridos en el comienzo: hay algo que no le permite a Matt Murdock sumergirse ebrio de entusiasmo en la bacanal de los héroes del barrio neoyorquino de Hell´s Kitchen. [Este artículo contiene spoilers] En el fondo de la historia, detrás de la trama, presenciamos la colisión de dos mundos espirituales irreconciliables. Una colisión que ya se presentía en el piloto de la Serie, en aquella sugerente escena del Confesionario:
–Matt: No busco perdón por lo que hice, padre, pido perdón por lo que estoy por hacer