25 años sin la URSS: El comunismo “mata, mata”
El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de la repúblicas soviéticas que conformaban la URSS estamparon su firma sobre Tratado de Belavezha, con el que certificaban lo que, después de la caída del Muro de Berlín, era ya una evidencia: el fracaso del proyecto comunista en el siglo XX. Aunque los coletazos de la utopía proletaria llegan hasta nuestros días.
La disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la apertura al mundo de los pueblos que la conformaban permitió al mundo recordar muchos horrores que se creían enterrados desde el fin del Nacionalsocialismo, y descubrir otros aún mayores. Con motivo de esta efeméride reproducimos la siguiente reseña:
En una ocasión, el tan olvidado pero afamado miembro del círculo La desesperación del té –que reunió en la Residencia de Estudiantes de Madrid a ilustres artistas y literatos españoles contemporáneos– Pepín Bello, tras conocer la influencia ideológica que ejerció María Teresa León en su querido amigo Rafael Alberti, se preguntó: “¿Cómo alguien capaz de reflexionar se puede hacer comunista? Es la mayor negación de la libertad, algo repulsivo”.
Esta iluminadora inquietud de Pepín también nos la podríamos hacer nosotros, incluso la propia historia, cuando advertimos banderas comunistas en cualquier manifestación contra los recortes del Estado democrático. Pero la mayoría, paradójicamente, no lo cuestiona. Pues bien, hagamos un experimento: ¿qué pensarían ustedes si vieran en una manifestación democrática a personas con banderas o indumentaria nazi? Probablemente la crítica o la repulsa más vomitiva serían unánimes en la sociedad contra aquella expresión de la barbarie y crímenes del nazismo. Sigue leyendo