La historia disidente
Existe un viejo anhelo humano que persigue la inconsciencia del olvido, como si fuera un fármaco infalible contra el dolor y la inminencia de la muerte. Como en aquel lúgubre poema de Rubén Darío, a veces nos da por envidiar la dicha de los árboles y las piedras. En realidad, detrás de este ejercicio de escapismo se esconde un exceso de racionalidad, pues en el fondo no estamos dispuestos a renunciar a nuestra amada consciencia. Pessoa expresó esta paradoja con la imagen del observador que se proyecta sobre la campesina, que canta sin pensar, como un pajarillo: “Ah, poder ser tu, sendo eu!“. Así es cómo la fantasía del olvido, alegre y despreocupado, se nos vuelve en contra con dureza, recordándonos, nunca mejor dicho, su futilidad.
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