Seamos sinceros: más allá de los límites legales, los catalanes tienen toda la legitimidad del mundo para expresar de alguna manera su pretensión de independizarse o no del resto de España ya sea por medio de cauces acordados entre todos o manifestándose a través de otras vías (cultural o socialmente).
El independentismo, si bien en los términos en que se plantea atenta directamente contra la legalidad, según todas las fuentes autorizadas, no es ideológicamente “peligroso”, como pueden serlo determinados sistemas de pensamiento propios del siglo pasado y que sí suponen un atentado directo contra la dignidad y la libertad del hombre (el comunismo y el nazismo son ejemplos de ello). Al menos por ahora. Sigue leyendo
“Nosotros hemos intentado dialogar, pero el Estado Español nos ha fallado, se ha negado a reconocer la singularidad de Cataluña y su encaje dentro del proyecto español. No tenemos nada más que hablar.”
Con palabras similares a estas el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, pretende darle la vuelta a la tortilla –esto es, a su pretensión de romper con toda legalidad y separarse de España— y vender al mundo entero que su proyecto busca, en realidad, garantizar la democracia frente a la “opresión”. Sigue leyendo
El 6 de diciembre de 1978 se celebró en toda España el Referéndum para la ratificación del Proyecto de Constitución. Los resultados fueron abrumadoramente favorables al sí con un 87,87% de apoyo que en Cataluña fue aún mayor con un 90,46% de los votos, quedando patente un amplísimo respaldo social y político.
Esa Constitución que tanto respaldo recibió en Cataluña fue la que trajo la libertad y la democracia, la que dio al catalán el estatus de lengua cooficial y la que le dio a Cataluña su autonomía, su autogobierno y sus numerosísimas competencias. Gracias a ella hay elecciones democráticas en Cataluña y de ella emanan los poderes de las instituciones catalanas.
Pero en esa Constitución democrática que tanto apoyo tuvo en Cataluña también quedaban meridianamente claros la indisoluble unidad de la nación española, la soberanía del pueblo español, la solidaridad e igualdad territorial y el imperio de la ley. Sigue leyendo
Decía Jacques Maritain, inmerso ya en la Europa de la posguerra y sintetizando la larga erudición de los filósofos clásicos, que en la realidad social del ser humano, en el hecho colectivo, debían diferenciarse dos entidades materialmente semejantes pero diferentes en cuanto a la forma.
Hablaba de “communitas” y de “societas” para referirse al grupo humano. Communitas sería aquél al que se pertenece por nacimiento, y societas designaría la asociación (disculpen la redundancia), nacida de un consorcio de voluntades creadoras, de una pluralidad de hombres en aras de un fin predeterminado.
De la comunidad, siempre según el autor francés, debían predicarse análogamente las notas que en Metafísica u Ontología se predicaban del concepto “natura“, en concreto aquélla por la cual esto es esto y no aquello, previa a la esfera de la libertad. Así ocurriría, por ejemplo, con la comunidad más básica posible, que es la familia. Nadie pertenece a una familia concreta por decisión propia ni puede liberarse del título a voluntad: uno nace, no se hace un apellido concreto. Siempre seremos hijos de nuestros padres por mucho que maniobremos en contrario. La ciencia aún no ha avanzado lo suficiente como para operarlo. Sigue leyendo
En este artículo no van a encontrar ningún posicionamiento ideológico, ninguna declaración del gurú de turno salido de la think tank de la factoria aznariana. Tampoco un discurso nacionalista, histórico ni salves al orgullo patrio (alguno por ahí arriba cree nos morimos de ganas de volver a la cota de malla y a las ballestas para reconquistar sus ideas).
Estas líneas son una reflexión en voz bajita sobre los millones de personas que en esa comunidad autónoma han asistido progresivamente, desde el parto democrático, a una estafa piramidal de sus derechos de ser representados y gobernados por la responsabilidad y la virtud moral, máxima escondida en los cajones más mohosos del ejercicio de la política.
El catalán ha visto atónito como sus expectativas de futuro y de estabilidad, principio básico de los estados modernos actuales, corría con travesura en un juego de vasos que han pilotado tipos más pillos que el mejor de los trileros gaditanos en tiempos de “La Pepa”. Sigue leyendo
¿A qué viene tanto jaleo? ¿Qué pretenden? ¿Por qué nos torturan así? Confieso que cada vez estoy más confundido ante el cisco que se ha montado en torno a la independencia de Cataluña en cuestión de cuatro años.
He encontrado las justificaciones más absurdas y las acusaciones más feas (y no por ello más ciertas) entre quienes son partidarios de mantener unido lo que siempre ha estado unido y quienes han emprendido una carrera furiosa y cada vez más desbocada hacia una ruptura y un nuevo inicio. Sigue leyendo
No les desvelaré nada si les digo que España y la UE se encuentran inmersos en una recesión económica grave y profunda, cuyas causas van mucho más allá –al menos en los países denominados como PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España)– de las recesiones cíclicas que, según los economistas, experimentan las economías de vez en cuando, para después volver a la senda del crecimiento económico.
A diferencia del famoso Crack del 29 (la mayor depresión económica que ha conocido el mundo hasta hoy) o de otros periodos de recesión más o menos largos y profundos, la actual recesión económica mundial (debido a la explosión de una burbuja financiera) ha derivado en algunos países (los PIGS, entre ellos) en una crisis de deuda, producida a su vez por un déficit de competitividad que hace a estos países imposible remontar sus cuentas en el mercado global. Sigue leyendo
Hacia delante y hacia detrás. Se mire como se mire, la promesa de una Tierra Prometida al oeste del Mediterráneo tiene todos los rasgos de una epopeya de carácter mítico, de una lucha milenaria entre el bien y el mal, entre la opresión y la libertad de un pueblo que, una vez emancipado, tendrá “helado de postre todos los días”. Sigue leyendo
Imagen de la Tregua de Navidad de 1914, durante la I Guerra Mundial
Se nos termina 2014. Se acerca la Navidad de un año que ha sido díficil, muy difícil, y en el que la convivencia entre los españoles ha sufrido varapalos importantes. Cabe esperar que muchas sobremesas de Nochebuena sean algo más tensas, quizá incluso tristes, de lo habitual.
Este ha sido un año, además, marcado por las referencias bélicas, entre las que destacan, por encima de todo, el centenario del comienzo de la I Guerra Mundial y, debido al interés político de algunos, el final de la Guerra de sucesión (1714) con el sitio a la ciudad Barcelona.
Aprovechando la cercanía de las fiestas y las conmemoraciones, quería presentarles un suceso, relativamente poco conocido, que tuvo lugar la Navidad de 1914 en el frente occidental de la I Guerra Mundial. En un lugar donde combatían alemanes, escoceses y franceses, cerca de la localidad belga de Ypress, en medio de los mutuos bombardeos, de la suciedad de las trincheras y de los cadáveres congelados, algunos centenares de hombres mugrientos celebraron la Navidad de un modo extraordinario, que ha sido magníficamente adaptado al cine por el director francés Christian Carion.
La tregua de Navidad
Tras casi cinco meses de enfrentamiento y desgaste en las trincheras, la víspera de Navidad se produjo un hecho maravilloso, algo de una humanidad pasmosa. Los propios combatientes acordaron una tregua a espaldas de sus mandos para celebrar la fiesta y acabaron celebrando juntos una Navidad que ha pasado a la historia. Les dejo que vean un momento de la película:
La tregua dio lugar a algunas imágenes inéditas en la historia bélica. Algunos ejemplos son la celebración de una misa del Gallo en pleno frente, la noche del 24 de diciembre, y a la que acudieron los tres ejércitos. O la celebración de partidos de fútbol entre las “selecciones” de los mismos ejércitos que horas antes trataban de matarse. También se produjeron escenas de confraternización y mutuo conocimiento que todavía hoy asombran a quienes las contemplan.
[metaslider id=690]
Una oportunidad de encontrarnos
Muchos de aquellos hombres no serían ya cristianos más que por tradición, con toda seguridad. Tampoco lo es, a un nivel más evidente, la sociedad en la que el nacionalismo pseudo-religioso y las ideologías clasistas tratan de enfrentarnos. Sin embargo, la contemplación del misterio de la Navidad –Dios que se entrega a los hombres como un niño de pecho– les unió aquella noche de forma fraternal.
Para muchos hogares, Navidad no es más que una celebración de la familia y esa sola festividad justifica sentarse a la mesa, por lo menos una vez al año, con parientes, hermanos, primos, tíos, padres, a los que en muchas ocasiones no se estaría dispuesto a soportar en otra circunstancia.
Cada año ocurre que somos capaces de abrazar a algunos que son casi como desconocidos para nosotros en comparación con nuestras relaciones más cercanas, pero a quienes nos sentimos unidos por un vínculo insalvable, un vínculo familiar.
Eso no quita que haya diferencias, ¡vaya si las hay!. Uno puede imaginarse las discusiones que tendrían también aquellos hombres sucios, cansados y cubiertos de manchas de sangre que salieron de sus trincheras aquella noche del 24, pelados de frío, para celebrar la Navidad con el enemigo.
Y, sin embargo, ellos sí fueron capaces de entender aquella noche en qué consiste ser hombre, y de reconocer en el otro a alguien a quien se parecían más que a quienes trataban de enfrentarles. ¿Somos capaces nosotros?
Ojalá que esta Navidad sea ocasión de encontrarnos con los nuestros, sean de donde sean, tanto si es para disfrutar del entrañable clima familiar como para poner de manifiesto las diferencias políticas (o futbolísticas) en las discusiones de sobremesa. La convivencia real con los nuestros es lo único que puede salvarnos de las guerras de puro y salón (ahora también de Twitter), las que son solo ideológicas, las inventadas.
Si además son ustedes católicos o cristianos de alguna denominación, entonces, todavía más, únanse para celebrar que en palabras del Barioná de Jean Paul Sartre:
«Me desborda la alegría como una copa rebosante. Soy libre, tengo mi destino en mis manos. (…) Tenemos que ser dichosos –le dice a su mujer–: te quiero y Cristo ha nacido».
El final del anuncio de Navidad para este año de la empresa Freixenet levanta pasiones. No, claro que no me refiero a las bailarinas: me refiero al brindis entre David Bisbal y María Valverde por cien años más juntos. Parecía una expresión inocente: ¡hola, España! Llevamos 100 años de vida, y queremos celebrarlo contigo brindando por otros 100 años más juntos.
Pero… ¡Claro…! ¿Qué diantres significa juntos? Al parecer no se refieren a otro centenario de Freixenet junto a nosotros en la despensa; al menos España no ha querido interpretarlo así. ¿Los criterios hermenéuticos? Pues quizá que no han sido precisamente Oriol Junqueras y Artur Mas los invitados al brindis navideño, sino un andaluz y una madrileña orgullosos de sus nacionalidades (en la desafortunada expresión de nuestra misma Constitución) y su condición española. Bueno, sí… Quizá tengan algo que ver también las declaraciones de José Luis Bonet, presidente de la empresa catalana, en el diario New York Times allá el octubre del año pasado y la subsiguiente polémica: “Cataluña es España y así debería continuar“, se atrevió a decir el valiente. ¡La que lió el empresario…!
Y este año 2014 no podía ser menos: ahí tenéis a Elena Ribera, diputada de CiU, echando humo a mansalva en el Parlamento autonómico, algo enfadadilla la chica, tuiteando cabreos y proponiendo medidas para levantar la economía de la nacionalidad catalana:
Freixenet buscant no perdre quota de mercat brinda per 100 anys junts. Acaba de perdre dos milions de consumidors catalans…potencials.
(Yo, si fuera tú, me hacía eco con el mismo hashtag: ahora sigue siendo un buen momento).
Por mi parte… Señores: no tengo un duro; ahora mismo acabo de meter mi mano en el bolsillo derecho de mi pantalón vaquero y he descubierto que me quedan 3 céntimos de euro; probablemente de mi última compra en Dia (que no entiendo por qué rayos no ponen precios a los productos algo más redondos; cuando ando parezco una pandereta…). Eso sí, aunque no sé cómo voy a hacerlo, estad seguros de que esta Nochebuena brindo con Freixenet ante una foto de Bonet. Está claro: esta Navidad me quedaré sin langostinos, pero por mis santos apellidos que descorcho un cava de la marca.
Desconozco si es una estrategia de ventas (probablemente) o si en estas Fiestas de 2014 la innovadora publicidad del producto es algo accesorio para J. L. Bonet: lo que sí sé es que estoy hasta el moño de reclamos independentistas y de que sólo se oigan las voces de los partidarios de la secesión. Echaba en falta algo como lo de Bonet que, además, no es nuevo en el bando de opositores a la escisión catalana. Y si ya he pagado mi parte de los miles de millones de euros de Bárcenas, de Granados y de los socialistas andaluces (y de Podemos; éstos sin haber subido aún al poder… ¡Telita, Pablito!), algún eurillo caerá con gusto de mi cartera para un empresario que organiza así su estrategia publicitaria. Haz tú lo mismo, y no permitas que prospere el boicot de los malos catalanes.
Había una vez un emperador muy presumido, presumidísimo, a quien el sastre real había confeccionado un “flamante” traje transparente con el que admirar al mundo. Sus más allegados, por miedo a sufrir la ira del monarca, desistieron de intentar disuadirle de la idea de pasearse en público ataviado de tal guisa… El resto de la historia la conocen perfectamente o pueden imaginársela.
Precisamente este jueves, la dirección editorial de ‘El País’ calificaba como un “pésimo final” la decisión de la Fiscalía de querellarse contra el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, por indicios de delito durante la preparación, celebración y financiación de la consulta ciudadana que –recordamos– había sido prohibida por el Tribunal Constitucional (TC). Sigue leyendo
Lo cierto es que, para bien o para mal, los sucesos políticos no tienen siempre consecuencias lógicas en la vida de una sociedad, y estas dependen más, en cambio, de la percepción que los ciudadanos tienen de aquellos.
Conscientes de esto, los partidarios de alentar un proceso rápido de separación entre Cataluña y España, han aceptado (aunque a regañadientes) rebajar hasta niveles negativos la fiabilidad de su “consulta”. Es debido recordar que los frutos del #9N, no es que no tengan peso político en un Estado democrático, es que ni siquiera como encuesta o recogida de firmas tienen mucha fiabilidad.
Sin embargo, los responsables de la estrategia nacionalista, los mismos que supieron rentabilizar electoralmente la crisis económica, han sabido –sin duda alguna– aprovechar también una situación, a priori, desfavorable (la ilegalidad del ansiado referéndum) para reforzar su base popular.
Los ardides con que han ideado el formato del #9N,desde la calculada estética democrática hasta la cuidadosa selección de los segmentos de población autorizados a participar (de cara a obtener el resultado más eficiente para la causa) y el estudio de los límites legales para no ser imputable, provocarán sin duda alguna que muchos de quienes han participado en la encuesta crean realmente que han participado de un proceso democrático, e incluso de que su –mal llamado– “voto” es fuente de alguna legitimidad para futuras decisiones.
Alimentar la imaginación del pueblo (mediante la estética democrática y el discurso épico) para que albergue una esperanza, en contra de lo que realmente ha ocurrido en términos políticos y legales (nada), solo conducirá a la frustración de las personas que han participado en la consulta. Y, ¿qué mejor madera para avivar la hoguera independentista que 2,2 millones de frustrados?
Que cada uno juzgue si es una estrategia responsable por parte de los dirigentes catalanes, lo que no cabe duda es que será efectiva.
Supongamos –obviamente como mero ejercicio intelectual– que pudiéramos pasar por alto la legalidad y la legitimidad del Estado Español para prohibir cualquier medida que lleve a la independencia de Cataluña y que esté fuera de los cauces legales, es decir, fuera de un proyecto de reforma de la Constitución.
Supongamos que nos atenemos únicamente a la soberanía de los pueblos, si es que se puede entender a Cataluña como una unidad popular (y no una sociedad plural) separada de las demás realidades españolas. Sigue leyendo
Hem guanyat!!! #CataloniaWins @Araeslhora @assemblea @omnium pic.twitter.com/WzJIXx7b6e — Clipster (@ClipsterBCN) noviembre 9, 2014 Lo cierto es que, para bien
Es una pena abrir Facebook tal día como hoy y ver que amigos, conocidos e incluso algún pariente (afortunadamente pocos) han colgado orgullosos sus fotos, estelada sobre los hombros, en la manifestación de esta tarde, pidiendo la independencia de mi tierra, Cataluña.
No es una pena porque crea que se equivocan, que me parezca injusto o que sospeche que la propaganda del régimen les ha podido: que se han dejado llevar por la masa y por el corazón. Si se limitase a eso no sería tan grave.
Al final, el rechazo y el insulto a España y a lo español, tan pronto trasciende de los discursos políticos y las patrañas de los pseudointelectuales hasta alcanzar la calle, es el rechazo y el insulto a amigos, conocidos, primos, familia y a mi mismo, como catalán, en tanto que no nos ajustamos a lo que otros han decidido que debemos ser Cataluña y nosotros (aquellos que son como yo), como catalanes.
Nunca he conocido a alguien que por sincero y saludable amor a su tierra desprecie a los suyos. Solo el nacionalismo es capaz de envenenar los corazones y embotar las mentes hasta conseguir que los que siempre han sido uno se enzarcen ahora en una disputa cainita.