En 2011, coincidiendo con el inicio de la “Primavera Árabe”, las llegadas de inmigrantes y refugiados a las costas italianas se incrementan exponencialmente; la caída del régimen de Ben Ali en Túnez y la guerra civil en Libia serán la propulsión de un fenómeno que se reafirmará tras la muerte de Muamar el Gadafi. Libia se convierte en el principal país de tránsito hacia Italia, gracias a una inestabilidad que también ha generado el caldo de cultivo ideal para el brote de redes de traficantes de seres humanos. Sigue leyendo
«Piensa mal y te quedarás corto», dice un reciente refrán. A estas alturas de siglo, ya nadie duda ni tiene miedo de afirmar públicamente –sin ser tachado de lunático– que la intervención militar estadounidense en Afganistán (2001) e Irak (2003) fue por intereses económicos; es decir, una petroguerra que se justificó con muchísimas mentiras y falsedades para ganarse la opinión pública (como las no encontradas armas de destrucción masiva), y para dinamitar «legalmente» los principios de integridad territorial e independencia política de los Estados estipulados por la ONU en la carta de San Francisco; que en otras ocasiones han defendido a capa y espada como parte de su juego geopolítico: «Las guerras modernas se han convertido en la forma en que las naciones realizan sus negocios», afirmaba el militar alemán Colmar von der Goltz en el siglo XIX. Sin embargo… ¿qué son la geopolítica y la geoestrategia?
Pedro Baños (Fuente: geoestratego.com).
¿Por qué Japón no vería con buenos ojos la unificación coreana? ¿Por qué EE. UU. mira con recelos a China tras la creación de un sistema de transacción monetaria que no utiliza el dólar? ¿Qué intereses económicos hay en Libia? ¿Y en Siria? ¿Por qué los africanos ven con simpatía la expansión de China en su tierra y, en cambio, desconfían de los países occidentales? ¿Por qué este país asiático protege al gobernante sudanés Omar al Bashir, acusado de crímenes contra la humanidad? ¿Por qué, entre otras muchísimas preguntas que nos hayamos podido hacer analizando la actualidad o la historia, «con frecuencia, los Estados que muestran mayor interés por la conservación de la paz son los que acumulan más armamentos»? Pues bien, si quieren responder a estas y otras cuestiones, es muy recomendable el libro Así se domina el mundo: desvelando las claves del poder mundial (Ariel, 2017): «Los fuertes hacen lo que desean y los débiles sufren sus abusos», expresó no hace mucho tiempo el historiador griego Tucídides.
Firmado por el coronel del ejército español Pedro Baños, uno de los mayores expertos en geopolítica, relaciones internacionales, terrorismo, estrategia, defensa y seguridad del mundo, en este libro desvela las pretensiones, los objetivos y las tácticas que emplean los países más poderosos para influir, dominar y controlar el panorama internacional. Dividido en seis capítulos escritos de manera muy pedagógica, con numerosos ejemplos, alegorías, mapas e ilustraciones para comprender mejor las lecciones (y con subtítulos tan sugerentes como «El mundo visto como patio de un colegio» o «El que parte y reparte se queda con la mejor parte»), el autor comienza la obra explicando los conceptos clave del juego geopolítico para entender cómo es el mundo actual (la ambición, la hipocresía, la rivalidad, el ambiguo concepto de «rebelde», el uso de la violencia o, entre otros temas, las dificultades que tiene el diálogo para solucionar conflictos cuando la irracionalidad se apropia de alguna de las partes).
Geopolítica. Ilustración de Robert Maguire.
De esta forma, Baños se adentra en los principios constantes que han regido la geopolítica a lo largo de la historia (la situación de los recursos naturales en el planeta –coltán, oro, caucho…–, la energía –gas, electricidad, petróleo…– y el desarrollo tecnológico), con el propósito de entender por qué han sido y son fuente de conflictividad entre los países. A este respecto, además de analizar el papel que tendrán los recursos extraterrestres (de la Luna, de Marte, de satélites, etc.) como generadores de nuevos problemas entre las naciones, el estratega se apoya en numerosos hechos históricos universales para demostrar sus argumentos (desde las guerras Púnicas –s. III-II a. C.– hasta la actual situación en Ucrania y Rusia, pasando por los conflictos en Oriente Medio, las raíces de la I y II GM, la guerra de Cuba, los intereses que hubo para atacar Libia, los que hay actualmente en Siria, etc.).
Baños se adentra en los principios constantes que han regido la geopolítica a lo largo de la historia con el propósito de entender por qué han sido y son fuente de conflictividad entre los países.
Asimismo, entre otros interesantes temas que descubrirán sumergiéndose en la lectura, el autor nos revelará las extrañas, interesadas y efímeras alianzas entre países (Japón y Alemania, la URSS y los nazis, EE. UU e Irak, Rusia y EE. UU. etc.) y por qué «en las guerras futuras se multiplicarán las hostilidades financieras, en las que un país será subyugado sin que se derrame una gota de sangre». También, a lo largo de las páginas, podrán comprender a través de innumerables ejemplos históricos, las infalibles artimañas y estrategias que han llevado a cabo los Estados más fuertes –de toda índole política e ideológica–, y algunas organizaciones terroristas (como Daesh, Hamás, etc.), para conseguir sus objetivos (intimidaciones, controles, manipulaciones, disuasiones, engaños, operaciones de falsa bandera, cercos, espionajes, desinformaciones, presiones, abusos, divisiones, debilitamientos, dominaciones, interferencias, fraudes, trampas, mentiras y un largo etcétera): «El enemigo con problemas internos está maduro para ser conquistado», señaló hace poco el teórico de la política italiano Nicolás Maquiavelo.
Finalmente, Baños profundiza en los errores geopolíticos que han provocado que los países se tropiecen una y otra vez contra la misma piedra, imposibilitando el alcance de sus objetivos: como la ignorancia sobre la idiosincrasia de los pueblos (por ejemplo, Afganistán, Vietnam, Somalia, Rusia, etc.), la subestimación del enemigo, la exposición de las debilidades, el exceso de información y de confianza o la carencia de flexibilidad, entre otros. Por último, nos expone «los pecados capitales de la geopolítica» (el egoísmo, la soberbia, la avaricia, la gula, la pereza, la ira, la envidia e incluso la lujuria) como desencadenantes de los conflictos internacionales: «Las pasiones y las motivaciones humanas han cambiado poco en el transcurso de los milenios», dijo el periodista y analista político Robert D. Kaplan.
En definitiva, como afirma el autor, si quieren estar «alerta y no acabar manejados como meros títeres en manos de los grandes artífices del mundo»; si buscan conocer aún más la condición humana y saber cómo funciona el mundo desde el punto de vista geopolítico; por qué hay tantas desigualdades, injusticias e hipocresía, cuáles son las causas de los enfrentamientos actuales, de las guerras pretéritas y futuras, cómo nos afectan las decisiones de nuestros gobernantes, o las que emiten los que gobiernan a nuestros políticos y economistas… esta obra –que muy pronto se convertirá en un clásico de las relaciones internacionales– es una magnífica oportunidad para responder a sus inquietudes.
Este artículo ha sido reproducido aquí con el permiso expreso de Homo Viator
Los principales líderes del mundo se dieron cita en la Cumbre del G20 de Hamburgo y reflejaron el decreciente nivel de carisma de la clase política global, lo cual queda confirmado por la ostensible ausencia de personalidades extraordinarias.
La anfitriona, la incombustible Angela Merkel, sigue tan comedida en su elocuencia como en sus gestos políticos, mientras que la esperada reunión entre Donald Trump y Vladímir Putin no fue más que el encuentro de un magnate adicto a la verborrea con un inexpresivo exagente de la KGB; el primero se muestra totalmente inexperto en el campo de la geopolítica, y el segundo, en esa perpetua e inalcanzable aspiración rusa de convertirse en el hegemón, continúa desperdiciando una inigualable oportunidad de por fin democratizar Rusia. Sigue leyendo
Donald Trump se ha convertido en el 45º presidente de Estados Unidos, y muchos siguen insistiendo en que representa el fin de una era, pues la supremacía anglosajona habría terminado por propia iniciativa. Los que vienen augurando desde hace décadas el advenimiento de la hegemonía china o la inviabilidad de la globalización vislumbran por fin sus expectativas.
Muchas de las causas señaladas para que este tipo de líder político haya llegado al poder, parecen ajustarse a la realidad; las frustraciones de la globalización o la revancha blanca fortalecen el amparo nacionalista, pero hay una que subyace tanto en el desencadenamiento de este encierre anglosajón como en su explicación: una inmediatez llena de superficialidad solidifica la ignorancia que empuja a entregarse a la imagen audaz, encarnada en este presidente del decreto-tweet. Al mismo tiempo, quienes critican estupefactos esta elección caen en la misma dinámica: el suicidio del imperio, el fin de la globalización o el triunfo de Putin no son más que razonamientos ligeros. Unos necesitan visualizar una política veloz, los otros profetizan el apocalipsis. De este modo, todos apuran un repentino e ineluctable vuelco del sistema con una colosal falta de prudencia. Sigue leyendo
El gobierno turco se fortalece a través del golpe militar fallido, ha iniciado una gran purga y expone su deriva autoritaria con una multitudinaria manifestación de apoyo en donde se habla de reinstaurar la pena de muerte. La concentración se abrió con el himno nacional, lecturas coránicas y el despliegue de pancartas que mostraban a Erdogan flanqueado por Atatürk, el padre de la Turquía laica y Mehmed II, sultán que tomó Constantinopla. Sigue leyendo