En un añito, según parece, tendremos en nuestras pantallas Blade Runner 2049, la secuela de la peli de culto de Ridley Scott. La primera era una adaptación de la novela “Do Androids Dream of Electric Sheep?”, y nos lanzaba una pregunta: ¿sería posible fabricar androides “más humanos que los humanos”, como los replicantes de Tyrrell? Dicho en otras palabras: ¿llegará Siri algún dia a ser el mejor amigo del hombre? Sigue leyendo
La inminencia de las elecciones ha puesto en evidencia una cruda realidad: en el país de las oportunidades, mientras los más dotados de recursos prosperan, otros muchos luchan por sobrevivir. Nuestro país se apoya en la convicción de que el trabajo duro y la iniciativa personal garantizan la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Hoy esa promesa parece fallar. Sigue leyendo
El Brexit ha ganado y, si realmente se hace efectivo, algunos auguran una catástrofe económica y un efecto domino disgregador en Europa a través de referéndums descontrolados en países euroescépticos como la República Checa. Todo al mismo tiempo que Reino Unido se despieza como Yugoslavia.
Por otro lado, surge un punto de vista más optimista en donde la Unión Europea, liberada del lastre británico y con la negativa imagen que está dando la ruptura, como se ve, según recientes encuestas, en el crecimiento del europeísmo en los países nórdicos, aceleraría el camino hacia una verdadera federación. Simultáneamente, Gran Bretaña se consolidaría como cómoda bisagra o correa de transmisión entre Estados Unidos y Europa, es decir, como el nexo independiente de Occidente. Sigue leyendo
Reino Unido ha dicho que ya no juega más, que no se fía del resto y que quiere que le devuelvan su soberanía. Lo hace en un contexto bastante difícil, animada en parte por los populismos internos y en parte por los populismos externos, por la crisis económica, por la llegada de refugiados y por ese sentimiento de descontrol generalizado que sobreviene a los pueblos cuando se afrontan retos verdaderamente graves (ese que tan bien ilustra Mafalda: “Que paren el mundo que me quiero bajar”).
Todos sabíamos (y, si no, ya lo sabemos), que el proyecto europeo depende enteramente de que los pueblos que lo conformamos seamos, además, capaces de sostenerlo, tarea tanto más difícil cuando, a los tiempos de crisis, se suman inevitablemente los errores y vicios asociados al paso de los años. La pregunta tras el referéndum británico es: ¿Y, ahora, qué?Sigue leyendo
El que reforma parte de una aceptación de lo que hay. El progresista, de un rechazo a lo dado. Este era el punto de partida con el que arrancábamos la primera parte de este artículo, y es la tesis de fondo que sustenta esta entrega. De momento, sólo nos hemos referido al reformador. Pero, antes de avanzar, ¿es sostenible una tesis tan tajante? Algunos hechos, al menos, deberían tambalear semejante aseveración. Sigue leyendo
Cuando no existía el cemento, para fijar las piedras y los ladrillos se utilizaba el mortero, un compuesto que se hacía con una palada de cal (el material más consistente y más caro) y otra de arena (más ligero y más barato).
La expresión “una de cal y otra de arena” se utiliza para calificar la actuación alternativa de algo positivo y de algo negativo, y en este sentido se puede usar para definir la situación del periodismo en España, según se desprende del análisis del “Informe Anual de la Profesión Periodística 2015”, en el que se alternan los datos positivos (la cal: se frena la destrucción de empleo) con los negativos (la arena: cae el salario base medio de los periodistas y, más arena, tres de cada cuatro periodistas declaran ceder ante las presiones). Sigue leyendo
-No, no. Gracias. Soy el técnico. Vengo a ver el lavavajillas.
-Ah, vale. Espera que te acompaño.
Avanzaron por un par de pasillos enclenques de pladur hasta llegar a la parte del office. Cada centímetro de espacio estaba ocupado con muebles viejos repletos de platos, copas, servilletas y manteles. Pegado a la cocina, un viejo y enorme lavavajillas industrial gemía y convulsionaba con terrible entusiasmo, amenazando con lanzar a cualquier lado sus tripas de porcelana y cristal. Sigue leyendo
¿Por qué el debate público se encuentra intelectualmente cosificado? Desigualdad, paro, pobreza, empleo, bienestar… han terminado funcionando como cifras terminológicas
Iré al grano. Acabo de ver el especial de Navidad de ‘Black Mirror’, esa afamada (afamadísima) serie británica que con tan solo siete capítulos en tres años ha conseguido escandalizar, deslumbrar y levantar pasiones en todo el mundo a partes iguales.
Quizá su éxito se deba solamente al morbo que genera lo rocambolescamente cruel que resultan las distopías presentadas por Charlie Broker en cada uno de los episodios. Personalmente prefiero creer que no, aunque tengo mis dudas. De ser así, las abultadas cifras de audiencia y el reconocimiento social y cultural obtenidos por la serie no vendrían sino a confirmar lo que proponía el terrorista del primer capítulo: que somos una raza despreciable.
La otra hipótesis, la improbable, es que el creador de ‘Black Mirror’ haya conseguido crear lo que en literatura se definiría como un clásico, es decir, una obra que habla de la condición humana, de lo universal.
Pese a los muchos ingenios y artimañas tecnológicas que emplea Broker para presentarnos cada una de las situaciones que plantea en la serie, resulta obvio que, se haya dicho lo que se haya dicho, ‘Black Mirror’ no es una distopía tecnológica, es una distopía a secas.
La diferencia de matices está en que el mal que presenta no proviene de los dispositivos que imagina sino de lo más viejo que existe en este mundo: la corrupción humana. En este caso, dicho mal viene en algunos de los capítulos disfrazado de un puritanismo justiciero que lo hace, si cabe, aún más terrorífico. Es lo que ocurre en ‘White Christmas’, el capítulo estrenado estas Navidades después de casi un año de parón de la serie.
Dicen que cuando el sabio señala la luna, el tonto mira el dedo. Lo mismo ocurre cuando hacemos una lectura de la serie en clave “el problema es la tecnología”, como ya hicieron los amish en su momento (aunque tengo entendido que todavía existen algunos). La tecnología es poder, tanto la de ayer como la de hoy, y el proceso de empoderamiento del hombre es algo que viene produciéndose, por poner una fecha, desde que el primero de nosotros consiguió encender una hoguera en una cueva.
Por eso, cabe sospechar que para que se produzca el mal hasta los extremos que presenta la serie no es estrictamente necesario que se produzca un salto cualitativo a nivel tecnológico sino que termine de producirse otro proceso que viene desarrollándose de forma paralela (sin que exista relación de causa-efecto) al desarrollo de la tecnología: el abandono de la moral.
Claro está que comprender la moral como diez preceptos en una tabla de piedra no nos solucionará (al menos no del todo) el problema de qué hacer con el poder que hemos alcanzado. Más bien cabría encararla como un modo de tratar la realidad y a los otros teniéndolos en cuenta en su integridad.
Como se imaginarán, dicha tarea es casi nada. Quizá por ello hay tan pocos santos. Para este trabajo ‘Black Mirror’ no da la solución. Es labor de cada uno o, aún mejor, de cada sociedad y cada civilización recorrer el camino que sea necesario para recuperar (o alcanzar) el mejor modo de hacer uso de su poder para la felicidad del hombre, es decir, para el bien de toda la realidad.