Michael Ignatieff y el fracaso del intelectual en política
Desde la Antigüedad clásica se ha definido a la política como “el noble arte de gobernar”. Lo mismo pensaba el ilustre profesor de la Universidad de Harvard Michael Ignatieff (Toronto, 1947) cuando tres letrados desconocidos (a los que denominó “los hombres de negro”) le invitaron a cenar una noche de octubre de 2004 para proponerle un plan tan apetecible como indigesto: regresar a Canadá para convertirse en Primer Ministro.
“La sociedad canadiense y el Partido Liberal le necesitan”, argumentaron. Además, le convencieron de que reunía varías de las virtudes que todo representante desearía tener: mente abierta, talante dialogante y reflexivo, espíritu crítico, un sólido bagaje intelectual y experiencia internacional. Ignatieff aceptó.