“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”, dijo Ramón María del Valle-Inclán en Luces de bohemia. No hay que ver la de mierda que hay… Cloacas del Estado, dicen.
No creo que esté de más, en estos momentos en que seguimos inmersos en el desafío de los independentistas catalanes, volver la vista atrás y recuperar los argumentos vertidos por Spinoza en el capítulo XX de su celebérrimo Tratado teológico-político (1670). Dicho capítulo se titula “Se demuestra que en un Estado libre está permitido que cada uno piense lo que quiera y diga lo que piensa” y puede considerarse una de las exposiciones más lúcidas, elegantes, persuasivas y sucintas de lo que es e implica un Estado de derecho. Sobre esta entidad política, tenemos actualmente una idea bastante confusa que, creo, está siendo utilizada con descarado oportunismo por los independentistas para arrimar el ascua a su sardina. Estos no se cansan de repetir que la acción judicial emprendida contra ellos es una persecución ideológica y atenta contra su libertad de expresión, contraviniendo la cláusula fundamental de una democracia que se pregona como pluralista y liberal. Es decir, que tal acción judicial, y la línea política y gubernamental que supuestamente la ampara y dirige, demostrarían que España no es un Estado de derecho porque los poderes no están efectivamente divididos, y las opiniones políticas de una parte de la población no se encuentran protegidas y son perseguidas.
Un fantasma recorre la izquierda, el de su superioridad moral. Ignacio Sánchez-Cuenca, con prólogo de Íñigo Errejón, acaba de publicar un ensayo titulado provocadoramente como este artículo en el que convierte la acusación de superioridad en testimonio de un hecho irrefutable.
Pues sí, viene a decir Cuenca, los izquierdistas somos moralmente superiores a liberales, conservadores y democratacristianos porque nuestras ideas son la expresión más pura de la mejor forma de vida en sociedad, aquella donde no hay explotación ni dominación y los hombres (y las mujeres) son, como diría Rosa Luxemburgo, “completamente iguales, humanamente diferentes, totalmente libres”. Sigue leyendo
En democracia gobierna el que más votos ciudadanos obtiene, directamente o a través de pactos postelectorales; eso está claro. Otra cuestión es quién puede participar en la contienda y cómo se obtienen los votos; eso dicen.
En la sociedad civil esa ecuación demoelectoral es más bien diferente, con excepciones en votaciones corporativas internas: ¿quién gobierna en una familia o en una empresa?, ¿quién elige al médico, al trabajador, al entrenador?, ¿cómo se selecciona al policía, al juez, al maestro? La respuesta a cada una de estas preguntas atiende a diferentes dimensiones de elección y selección, objetivas y a veces subjetivas. Otra cuestión es si los sistemas oficiales son los adecuados, si el dinero lo puede todo, o sobre si el clientelismo influye en las decisiones. Sigue leyendo
Nacionalismo identitario vs. liberalismo progresista como dialéctica ideológica en el siglo XXI Una convocatoria electoral, intrascendente tradicionalmente, señaló la esencia
Uno de los signos, en mi modesta opinión, más preocupantes de los últimos tiempos es el notable incremento, al menos en el ámbito europeo, del clamor por más intervención del Estado en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Resulta cuanto menos complicado tratar de aportar un criterio normativo general sobre la utilidad y oportunidad de la presencia del Estado en la economía y en la sociedad. Dicho criterio, en todo caso, debería tener en cuenta las peculiaridades de cada intervención o regulación estatal, así como la gravedad e urgencia de los problemas que, en su caso, pretenda corregir. Pero sí que existen potentes argumentos, aportados por autores de muy diverso perfil, para advertirnos sobre los peligros de un Estado engrandecido “más allá de lo razonable” y omnipresente en la vida de las personas.
Todavía sobrevive en el imaginario colectivo la noción de antagonismo entre el Estado y el mercado. Mientras una facción sostiene airadamente que las fuerzas del mercado deben ser liberadas de las ataduras que el Estado le impone y que, por tanto, este último debe reducirse a su mínima expresión; la otra reacciona con no menos violencia observando que la riqueza tiene una función social, pero otorgándole al Estado la exclusividad en la interpretación de las aspiraciones sociales. El Estado y el mercado son entonces dos archienemigos que se enfrentan constantemente en esos campos de batalla que constituyen los parlamentos, los despachos gubernamentales y los medios de comunicación.
La realidad, como de costumbre, se nos presenta más compleja e infinitamente más interesante.Sigue leyendo
Está usted andando por las calles de Madrid, y al alzar la vista se encuentra con la ingrata sorpresa de que uno de sus conciudadanos ha decidido colgar de su balcón una esvástica. ¿Qué haría? ¿Relacionaría a dicho sujeto con la gastronomía, la gente, el clima y la tierra de la Alemania Nazi? ¿O tal vez con la lealtad hacia las instituciones Nazis, sus líderes, su Genocidio y en suma, con las acciones políticas de ese Estado, y en consecuencia reprobaría su acción y repudiaría al sujeto?
Dicho esto, cambiemos los símbolos –en adelante, también llamados significantes–. ¿Es la bandera de España representativa de las acciones políticas del Estado español, o de su clima, su gastronomía, su tierra y su gente? ¿Es el Estado español responsable del carácter de su población –Dios no lo quiera–? ¿Y de la gastronomía? ¿Es la bandera un símbolo cultural, institucional o paisajístico? ¿Qué representa? Pensemos que si la respuesta es lo primero (cultural) nada cabría hacer contra ese sujeto si decidiera lucir al sol su esvástica; hemos de ser prudentes con la respuesta, así que tal vez ayude lo que sigue a continuación. Sigue leyendo
¿Se puede ser independentista y hedonista? Separarse de España, ¿no obliga a romper con aquello que Benjamin Constant denominaba “la libertad de los modernos”, es decir, “la seguridad de los goces privados”, “el goce pacífico de la independencia privada”? Los modernos somos hedonistas y vivimos entregados al hiperconsumismo, descrito por Gilles Lipovetsky como la fuente de la identidad moral hoy en día hegemónica. Para nosotros, la única independencia objeto de adoración es la privada, la que fluye de ese mundo anodino y prosaico constituido por el trabajo, la familia, los amigos y las diversiones en que saciamos nuestra sed de espíritu…Sigue leyendo
La pareidolia consistente en el reconocimiento de patrones significativos como rostros humanos, caras o formas, en estímulos ambiguos y aleatorios como
El pasado jueves 26 de octubre, el diputado de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), Benet Salellas, vino a indicar en su turno de intervención durante una sesión en el Parlamento Catalán que llegarán “hasta las últimas consecuencias”.
Esta frase, “hasta las últimas consecuencias”, tiene un eco particular según la situación en la que sea reproducida.
No suena igual cuando tus trastadas de preadolescente se aproximan al gamberrismo puro y duro y tus padres prometen correctivos severos para enderezar el hombre que estás llamado a ser; que no es otra cosa que un tipo normal.
“Hasta las últimas consecuencias” en defensa de una nación vituperada por las huestes hitlerianas, como era el caso de Gran Bretaña tras el desastre de Dunkerque, tiene que sonar necesariamente diferente en boca de W. Churchill.
Y, del mismo modo, no puede sonar igual cuando quien pronuncia esta frase forma parte de una agrupación política que no condena el terrorismo, que cada vez que les ponen un micrófono (o un megáfono) delante todo lo que se escucha es una mezcolanza de comunismo rancio y dialéctica tumefacta. Alguien que tiene de su lado una guerrilla callejera que además de cuenta de Twitter también va equipada con mochila violenta a manifestaciones o a lo que se preste. “Hasta las últimas consecuencias”, dicho así, toca esa fibra -para los que desdeñamos la perversa interpretación de la lucha de clases- que hace que te sacuda algún que otro escalofrío.
Cada intervención parlamentaria, cada mención en redes, cada puño en alto desde el estrado, desprende un tufo a victimismo que asusta al más pintado. Y , quizás, lo más preocupante es que lo único que contiene esa peste histérica es una olla a presión.
Hoy se ha formalizado, con fallo en el recuento de votos (cosa habitual en la cuestión catalana), la nueva y breve república del noreste de España. Ratificado el 155 en el Senado y presentado un recurso ante el Constitucional tras la fechoría “secreta” que han llevado a cabo setenta diputados del parlamento en el día de hoy, es cuestión de horas que todo el zarandeo de masas y verborrea enloquecida se desvanezca tras un sopor colectivo por el poder del Estado de derecho.
Los gestos quedarán contrariados, como el de la farfullera de Omnium Cultural cuando lanzaba su máquina de mentiras en inglés. Los que han raptado la estrella de oriente y se la han pegado con una plancha caliente a la Senyera, quedarán confundidos, como los obreros de Babel.
Y mientras la Policía y la Guardia Civil actúan, deteniendo a estos y aquellos, TV3, la “vergonya” nacional de Josep Borrell y de tantos y tantos catalanes, apurará todo lo posible para seguir con el relato del martirio político, haciendo con infografías y tertulianos arrabaleros equiparaciones imposibles y disparatadas con los casos de Eslovaquia, Quebec y hasta los pueblos saharahui y palestino.
A quienes enfilan, desde una minoría social de facto, un camino hacia la locura les recomiendo un vistazo a aquellos que se pasearon por ella y volvieron acongojados. Quédense para este caso tan solo con los primeros segundos de este bloque de la entrevista de Évole a Rekarte, el etarra arrepentido, quien después de 22 años de cárcel -de nacionalismo exacerbado y aleatorio llevado hasta el explosivo- cayó en la conclusión de que ninguna idea inoculada desde la abstracción de una futura nación merece más la pena que una vida vivida en libertad y de respeto al otro.
“Es que para mí es todo una mentira al final. (…). ¡Pero qué hostias! Si estamos aquí todos mezclados”.
A estas alturas de los hechos, aunque no hayamos llegado ni al mes desde el 1 de octubre, el único diálogo y encuentro que parece verdaderamente posible con los que cargan y cargarán las mochilas de odio y resentimiento ante lo imposible, es desde el arrepentimiento y reparo institucional. Esperemos estar a la altura para la acogida de los que han perdido, verbigracia Santi Vila, y perderán la dicha. De lo contrario, la próxima generación nos recordará como aquellos que no supieron escribir su historia y terminaron por empezar un conflicto que, como todos, con humanidad y entendimiento de la dignidad del otro seguramente habría sido evitable.
Imagen de portada recogida de la cuenta oficial de Arran.
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Leía esta mañana los tuits de una actriz de teatro a la que venero, cuyo nombre no revelo por las voces que aquí siguen: que no era ella de ‘banderitas’, decía, afeando que a la repulsiva revuelta contra todo en Cataluña le siguiera el ondeo de rojigualdas en tropel. Y lo de repulsiva lo digo yo, que parece que en el mundo feliz de su cabeza la cosa era también idílica, rosada y celeste. Sigue leyendo
El lamentable espectáculo público al que venimos asistiendo estos días (¡y lo que nos queda!) nos lleva a reflexionar sobre conceptos fundamentales, como la autodeterminación, cuyo significado nos parecía hasta hace poco inequívoco. Asistimos a fenómenos si no totalmente inexplicables al menos completamente inusuales. El pasado 8 de octubre, en Barcelona, casi un millón de pagadores de impuestos vino a reclamar a quienes los administran y viven de ellos no que renunciasen a sus privilegios, sino que, por favor, se quedara todo como está.
Éstos, como es bien sabido, se hallan embarcados en un proceso (el “prusés”) solo comparable en incógnitas al viaje de Colón (del que, como ahora, lo único que se sabía seguro al comenzar es que estaba financiado con fondos públicos), y sobre cuyas motivaciones (¿sentimentales?, ¿económicas?,…) posiblemente ya ni sus propios promotores están seguros. La clave del asunto está en la autodeterminación, concepto que, pensábamos, se refería a la capacidad de decidir por uno mismo. La RAE precisa que estas decisiones pueden darse en un plano personal o bien en referencia a una colectividad política. Sigue leyendo
Este artículo se propone una tarea novedosa: utilizar el razonamiento de la filosofía política no para atacar las grandes cuestiones generales sino para responder a los problemas pequeños, aquellos que pueden ser confrontados con los datos. Hacer algo así como filosofía política a nivel municipal, a partir de una problemática concreta: la que gira en torno al pago de las actividades extraescolares.
Soy profesor universitario y padre de niños en edad escolar así que, posiblemente, haya sesgo subjetivo en lo que voy a decir pero… el inicio de curso me resulta fascinante. Diera la sensación de que la vida misma coge impulso en cada nuevo septiembre y, pese a que fácticamente sabemos que no es del todo así, no deja de ser esperanzador el que unos pocos cambios y movimientos en nuestras existencias sean capaces de generar tantas ilusiones. Sigue leyendo
Monesvol: así se llama la reciente deidad descubierta en 2005 por Bob Henderson, el aclamado “profeta” de la religión pastafarista. El Monstruo del Espagueti Volador, un lío de pasta adornado con un par de albóndigas, se coló en las conciencias de muchos como protesta frente a la decisión del Estado de Kansas de permitir la lección de las tesis creacionistas junto a las evolucionistas en las escuelas públicas. Un sinsentido para tantos que iban a lograr su revocación tan solo un año después. Pero el nuevo culto iba a trascender lo anecdótico para erigirse como una opción más en el mercado religioso.
En España ya han intentado cuatro veces introducirse en el Registro de Entidades Religiosas, en que son inscritas las confesiones cumplidoras de ciertos requisitos para recibir la protección que nuestro ordenamiento jurídico —por ahora— otorga a los derechos aglutinados bajo la sentencia “libertad ideológica, religiosa y de culto“, del artículo 16 de la Constitución. Sendas tentativas han resultado absolutamente infructuosas, como cabía esperar. O no… Sigue leyendo
Allí donde se empieza quemando libros, se termina quemando hombres, decía el clásico moderno. Podríamos añadir que allí donde se empieza por sublevarse contra el Estado de derecho, se termina por violar las libertades individuales.
En el mundo de Harry Potter y también en el mundo de la fenomenología de la religión, es conocida la distinción que hace Levinas entre lo sagrado y lo santo. En la categoría de lo sagrado, cabe la obra entera del genial Rudolph Otto Des Heilige, que malamente se ha traducido en España por “Lo santo”. Pero hay en lo santo (qadosh) una eminente distancia respecto del hombre que no podemos adscribir a lo sagrado, por muy tremendo y fascinante que resulte.
Comentaba Chema Medina en un artículo publicado esta semana que uno de los grandes logros del PP y del PSOE en las útlimas décadas ha sido el de enfurecer a la población española hasta el punto de lograr que se interese por la política, todo un hito en la historia de España.
Ahora bien, que la falta de interés político forma parte del carácter y la costumbre de buena parte de la población española no quita que, cuando las cosas pintan mal, la culpa sea siempre de los mismos, según la opinión comúnmente extendida. Sigue leyendo