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Rosa

En Elecciones 24M/España por

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“México o muerte” debió decir a sus hombres el legendario conquistador, tras quemar las naves que habían de llevarle de regreso a España en caso de que la conquista de las Indias se torciera. “España o muerte” (o algo parecido) se repite a sí misma seguramente la lideresa de UPyD, firme en su intención de no retroceder un solo paso en su cruzada personal contra la corrupción y el caciquismo en nuestro país.

(Artículo actualizado el 24 de mayo)

La diferencia entre nuestros dos héroes consiste en que el primero consiguió lo que se proponía y conquistó, con un centenar de hombres, el mayor imperio centroamericano, y la segunda, tras lograr algunas victorias, obtuvo la desbandada de su comitiva y ayer anunció que no volverá a optar al liderazgo del partido, tras una derrota fulminante en las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo.

La bandera de la transparencia y la honorabilidad de la política no es para UPyD ni –mucho menos– para Rosa Díez, un objetivo político a lograr. Es una cruzada personal. Tanto es así que, si uno se acercaba hasta hace no mucho por los pasillos del Congreso al lugar donde el partido tiene su grupo parlamentario, distinguía estos despachos de los de los demás diputados por estar separados con un muro bajo del resto de puertas, tras el que colgaba un cartel con la leyenda: “Zona libre de corruptos“. La próxima vez me fijaré en si sigue ahí el cartel.

Díez vuelve al colgar el cartel en los despachos de su grupo parlamentario, pese a la prohibición del Congreso. EP

Ahora bien, del mismo modo que Cortés tuvo que pactar con los pueblos indios para acercarse a la capital de los mexicas y ser capaz (no sin grandes esfuerzos) de someterla a la corona de Castilla, viene creciendo cada vez más entre las fuerzas de la formación magenta un clamor a favor de la unidad con quienes, al menos desde esta perspectiva, comparten en buena medida sus objetivos.

La derrota en Andalucía, la sospecha de estancamiento (o incluso de retroceso) que promueven las encuestas para las próximas elecciones generales y la paulatina (cada más evidente) desafección hacia la cúpula amenazan con provocar un derrumbe absoluto, animado en parte por la sensación de que el partido se ha quedado anclado en una suerte de puritanismo elitista y estéril que no conduce a ningún sitio.

A todas luces, se ha producido en las conciencias de quienes dirigen esta formación una asociación inquebrantable entre las ideas ‘UPyD’ y ‘honradez’, hasta el punto de que cualquier otra forma política o individuo ajeno se vuelve para ellos sospechoso de corrupción –“¡impuro!”– y conspirador contra el proyecto de regeneración de la política española.

Esta relación se produce de forma más evidente en la dirigente del partido, quien se ha tomado tan a pecho su vocación de salvar el país, que parece no ser capaz de disociar esta idea de su propia persona.

Como consecuencia de ello, asistimos al desmoronamiento del proyecto de quienes –hay que reconocerlo– llevan predicando años en el desierto, pero han cometido el error de no comprender que, ni en política ni en la lucha contra la corrupción, hay alguien imprescindible.

El espejo roto de la Democracia

En España por

Desde que comenzó el año, se aprecia una moda morbosa entre los votantes naturales de la derecha (si es que existe de eso en España) que consiste en preguntarse entre sí: ¿Oye, y tú a quién vas a votar?

Si bien no es extraño que empiecen a removerse las aguas conforme se acercan las muchas citas electorales a las que estamos llamados este ejercicio, lo que sí es novedoso es lo hagan en esta orilla.

Vertebra la moral política de una parte de la población una llamada a la prudencia —¡Prudencia!— antes de hacer una “locura” y votar a según quien, sin necesidad de referirse a quienes (obviamente) no son un reclamo para esta clase de votantes.

Pese a todo, en muchos parece como si quedara un resquemor tras tomar la determinación de, cual héroe odiseico, atarse al mástil de la virtud –la más alta de todas, según los grandes filósofos– y quedarse con las ganas de desahogarse: ¿Oye, y tú a quién vas a votar? (como si buscaran algún “disidente” a modo de tentación).

Y ya que hemos apuntado una metáfora, continuemos con ella. ¿O no son cantos de sirena las constantes encuestas que una y otra vez nos bombardean, espoleando la “furia” de unos, el “miedo” de otros, la “responsabilidad” de estos y la locura de todos?

Dijo un francés perspicaz que “cada nación tiene el gobierno que se merece“, algo que se ha repetido hasta la saciedad en esta nación nuestra, la española. Lo dijo en el siglo XVIII, cuando cada hombre votaba a aquel candidato que, según creía, representaba mejor sus propios intereses e ideas, sin ‘trending topics’, ‘encuestas de estimación de voto’ o minutos televisivos que le disuadieran de hacerlo así.

Ocurre, ahora que los gobiernos no son ya el espejo del sentir (y el pensar, por qué no) de la calle, sino una ponderación de reclamos, miedos, prejuicios, e ilusiones orquestados a un tiempo por los propios ciudadanos, los partidos políticos y por una abundacia tal de sobreinformación (valga la redundancia) que cualquiera se aturde con tan solo tratar de comprender. En un marco así: ¿Quién se arrogará el valor de votar por sí mismo?

Como consecuencia de ello, son los ciudadanos los que, a través de las muchas y variadas encuestas, modelan sus decisiones a modo de “pacto”, para terminar votando a unos políticos incapaces de pactar entre sí, pese a ser ese (y no el de los ciudadanos) su trabajo. En definitiva, o vota uno mismo, o votan las encuestas.

De la misma manera, parece que son los ciudadanos y no los políticos quienes han de hacer gala de su responsabilidad y prudencia, acudiendo a las urnas con la pinza en la nariz si es necesario, para obviar la podredumbre y la corrupción que, bajo toda apariencia, impregna las instituciones del Estado, del Congreso a los ayuntamientos.

Déjenme darle la vuelta a la imagen, ya que parece poco heroísmo para nuestro Ulises renunciar a su Penélope para quedarse con Circe. Si van a atarse a un mástil, que no sea el de la prudencia sino el de la verdad. Y si han de escuchar a las sirenas, que no sean las encuestas sino las noticias.

¿Oye, y tú a quién vas a votar?

Votaré a quien me represente, faltaría más.

 

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