Jueguen a las naciones si les da la gana, pero háganlo en sus casas, déjennos en paz y respeten la democracia.
Es infantil y tramposo creer que una minoría mayoritaria tiene legitimidad democrática alguna para forzar al resto de catalanes a subirnos a un proyecto que ni queremos ni ofrece ventaja o seguridad alguna de prosperar. De hecho, solo las formas que se están empleando para llevarlo a cabo (la rebeldía contra la ley, el acaparamiento de las instituciones autonómicas, el bombardeo ideológico omnipresente y la utilización del “prusés” para tratar de encubrir a corruptos y violentos) son ya de por sí causas suficientes para que la deriva independentista a muchos nos produzca más dudas que ilusión, como bien señalaba ayer Agustín Pery. Sigue leyendo
La pareidolia consistente en el reconocimiento de patrones significativos como rostros humanos, caras o formas, en estímulos ambiguos y aleatorios como
Si usted no es uno de los cinco millones de personas que estuvieron el 18 de octubre en el bar “Tío Cuco” en el barrio de Canyelles, Barcelona, este artículo le interesará.
El pasado domingo por la noche tuvo lugar en La Sexta, en el programa “Salvados”, el visionado del encuentro entre la tercera y cuarta fuerza política, en lo que a intención de voto se refiere, de nuestro país.
Con la banda sonora de la genial Whiplash, el programa comienza con un zoom out desde la carretera hasta Albert Rivera, algo impaciente en el interior del coche. Un par de planos más tarde, recoge a Pablo Iglesias. Y como dos viejos amigos del instituto a los que no les va mal de todo, empiezan a charlar de esto y de aquello, de lo agotado que está el de la “coleta morada” (no es la primera vez que se lo escuchamos decir) y de lo extrañada que se queda la pequeña Daniela cuando a su padre le paran en cada esquina para el dichoso selfie. Sigue leyendo
“Soy un escritor, y el deber de un escritor no es únicamente proporcionar un pasatiempo placentero al intelecto y al gusto; será castigado severamente si de sus obras no se difunde algún tipo de beneficio para el espíritu y si no hay en él alguna lección para la humanidad“. De una carta de Gógol a un amigo.
Nace en 1809 Nikolái Gógol, un diminuto ucraniano de ascendencia polaca, en el seno de un Imperio Ruso a punto de ser invadido por las hordas imperialistas de Napoleón. Surgía un cacho de carne de tres kilos que llegaría a eclipsar al sol con su opaca y mordaz baba; un sol que paría, ayer allí como hoy aquí, una estructura social de sangüijuelas y leones del diablo. Sigue leyendo
Me explico: He hecho el trabajo de quitarme la camisa y rebuscar en ella en busca de algún tipo de información. Además de lo ya señalado, he podido averiguar que está hecha completamente de algodón y que si la lavo a más de 40 grados centígrados probablemente el resto de mi colada se vuelva color de rosa.
En nuestras dinámicas de compra los productos simplemente están ahí, no hace falta que nos preguntemos ni por qué ni cómo. En una sola estantería de un país moderno podemos elegir entre una veintena de variedades distintas del mismo bien, muchas de las cuales se fabrican a centenares o miles de kilómetros de distancia. Los instrumentos de estudio de mercado permiten al productor danés darse cuenta de que si traslada parte de sus cajas de galletas de mantequilla a la otra esquina del continente obtendrá beneficios de forma más eficiente que si reduce su ámbito de negocio al mercado local.
Hasta ahí, parece que todo es correcto: el mercado es capaz de movilizar la actividad económica allí donde el mercado permite detectar una bolsa de necesidad (una demanda) susceptible de ser cubierta de forma que tanto productor como consumidor obtengan un beneficio.
Ahora bien, este tipo de análisis, que es el que habitualmente se realiza a la hora de valorar la conveniencia o no de una decisión comercial (tanto de compra como de venta, en términos de coste de oportunidad) no da razón de la realidad de la actividad económica. Es únicamente un análisis relacional, un marco cerrado que limita la perspectiva al intercambio entre dos o varias voluntades, dentro del cual no entran –ni deberían entrar, a juicio de algunos– todos aquellos factores que inevitablemente forman parte de la realidad del producto. A estos factores los he llamado “lo invisible”. Sigue leyendo
Democultura da a luz a su madre y te enseña cómo invertir tu tiempo
“Esta película, para mí, es una obra maestra”.
Esta frase, esquiva de cines de verano, al llegar el manto de castañas coge fuerza entre naifs, brights y kookers (me he inventado esto último. Perdón).
Recuerdo el frío que hacía aquella noche, cuando subiendo por la Calle Princesa intentaba encajar La vida de Adele, hace ya, entre mis prejuicios, mis lagunas y mis sueños más bizarros.
Ver dos mujeres buscándose la una a la otra donde cae el mundo con tanto ahínco durante ocho minutos de reloj fue una penetración visual violentísima a todos los espectadores de aquella noche en los cines Renoir.
Meses más tarde, leyendo a Manuel de Lorenzo en Jot Down sobre la genialidad/despropósito de Lou Reed con sus treinta minutos de parto en Metal Machine Music y la hoja, literal, que le tocó comerse a secas a precio de oro en un amago de tres estrellas Michelín, me devolvió a mí ya perturbado presente a esas preciosidades aporreándose las perlas. Sigue leyendo
Después de treinta años, Munch, regresa a Madrid de la mano de Paloma Alarcó, comisaria de la exposición que se inauguró la semana pasada en el Museo Thyssen de Madrid
El pintor noruego dejó un gran legado con más de 1.800 óleos y 10.000 grabados entre los destaca sobrenaturalmente la fama de ‘El Grito’, hasta el punto de hacerle sombra al resto de su obra.
Está exposición que permanecerá en Madrid hasta el 17 de enero, acoge ochenta obras del artista que se reparten entre las nueve salas distribuidas por algunos de los temas que obsesionaron al hombre contemporáneo.
Munch es considerado uno de los padres de la pintura moderna junto a Cézanne, Gauguin o Van Gogh. Sus pinturas van más allá de ser simples pinceladas que representan algo de la realidad. Como bien decía él: “Lo que hay que sacar a la luz es el ser humano, la vida. No la naturaleza muerta”. Sigue leyendo
No hay acción más bella y álgida que amar a otro en verdad. Y no hay amor más perfecto que amar al cónyuge en el hijo, en cuya vivaz mirada, de pura inocencia, se descubre la personalidad de un ser fundido de dos elementos previos: fuego y agua, tierra y aire. Papá descubre lo más bello de mamá en el crío, y amando al crío en sí mismo adora inevitablemente el leño robusto y tierno que infundiera su hálito. Y no hay forma de amar a la madre que pueda prescindir del hijo. ¡Asombrosa armonía! ¡Qué belleza la de la familia…! Los esposos artistas, que recrean una vida nueva en derredor y arrojan luz sobre sí y en torno, derrochando calor hacia dentro y hacia fuera.
Andrea Lago con su madre, Estela
Andrea ha muerto, aquella criatura de más barro que nosotros, que en polvo se convertía a cada hilo de aire que dimanaba de su pecho cansado. Es terrible el misterio del mal: el corazón humano, encerrado en consentida perplejidad, jamás se acostumbrará a la contradicción de la delectación de los malos y el sufrimiento de los inocentes. ¿Hay algo más doloroso que el dolor de un crío? Andrea… ¡Andrea…! Sigue leyendo
Este tipo de influencias se produce desgraciadamente en todos o casi todos los países, y entre ellos, en el nuestro, en España, donde noticias que pueden ser importantes aparecen en un segundo o en un tercer plano en las publicaciones impresas porque su difusión puede perjudicar a los intereses de la empresa cuyo anuncio aparece en otras páginas del periódico.
Escribe Osborne en su carta de dimisión que la separación que tradicionalmente ha existido en el periodismo británico entre la publicidad y la información ha desaparecido en el caso de su periódico. Y entre el trato favorable que The Daily Telegraph ha prestado al banco HSBC figura el hecho de que le dedicara solo unos párrafos en una página interior del cuadernillo de economía a la noticia de que la entidad bancaria había tenido que reservar la friolera de 1.000 millones de libras esterlinas para pagar multas y compensaciones por la manipulación de mercados que había protagonizado, mientras que otros periódicos publicaban la noticia de forma destacada, de acuerdo con la importancia y el interés que tenía tal noticia. Sigue leyendo
Domingo por la mañana y al tercer sorbo de café salta en mi timeline de Twitter la primera noticia jugosa para los medios. Artur Mas estaba votando cuando se formó un lío en el colegio electoral. Al parecer unos jóvenes habían sacado unas banderas de españa mientras otros les respondían al grito de “¡Independencia!”. Me asomo a las principales cabeceras españolas para ver cómo presentan el acontecimiento.
Seamos sinceros: más allá de los límites legales, los catalanes tienen toda la legitimidad del mundo para expresar de alguna manera su pretensión de independizarse o no del resto de España ya sea por medio de cauces acordados entre todos o manifestándose a través de otras vías (cultural o socialmente).
El independentismo, si bien en los términos en que se plantea atenta directamente contra la legalidad, según todas las fuentes autorizadas, no es ideológicamente “peligroso”, como pueden serlo determinados sistemas de pensamiento propios del siglo pasado y que sí suponen un atentado directo contra la dignidad y la libertad del hombre (el comunismo y el nazismo son ejemplos de ello). Al menos por ahora. Sigue leyendo
Me presento; soy el número de incidencia I 6045 6448.
Digo de partida que la medalla del género masculino se debe a que la historia atribuye a este sexo los principales generadores de mal de la humanidad.
Mientras suena una perversión de ‘Don´t worry, be happy’ del maestro Bobby McFerrin trato, apresuradamente, de poner en orden los puntos de mi reclamación, que acabará seguramente en la Oficina Contra el Uso Incorrecto de Artefactos Muggles, en algún sótano de la memoria de J.K. Rowling.
En primer lugar he de decir que estas palabras jamás habrían tenido hueco si no fuera por la belleza de la amistad. Por la valentía de un amigo, que ante los abusos del pseudo-gremio feudal del automóvil (se lanzaron a su cuenta corriente como auténticas alimañas cuando él quería simplemente una revisión rutinaria), decidió dar una voltereta amorosa para acallar el instinto primitivo de destrozar cráneos.
En su afanosa búsqueda de la verdad, de la luz que le arreglaron sin su consentimiento para mostrar las sombras esperpénticas de sus cuerpos, estaba ante dos posibles escenarios. Apuntarse al cuarteto de ‘La naranja mecánica‘ y dejar el taller hecho unos zorros o escribir una carta electrónica.
“Nosotros hemos intentado dialogar, pero el Estado Español nos ha fallado, se ha negado a reconocer la singularidad de Cataluña y su encaje dentro del proyecto español. No tenemos nada más que hablar.”
Con palabras similares a estas el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, pretende darle la vuelta a la tortilla –esto es, a su pretensión de romper con toda legalidad y separarse de España— y vender al mundo entero que su proyecto busca, en realidad, garantizar la democracia frente a la “opresión”. Sigue leyendo
En este artículo no van a encontrar ningún posicionamiento ideológico, ninguna declaración del gurú de turno salido de la think tank de la factoria aznariana. Tampoco un discurso nacionalista, histórico ni salves al orgullo patrio (alguno por ahí arriba cree nos morimos de ganas de volver a la cota de malla y a las ballestas para reconquistar sus ideas).
Estas líneas son una reflexión en voz bajita sobre los millones de personas que en esa comunidad autónoma han asistido progresivamente, desde el parto democrático, a una estafa piramidal de sus derechos de ser representados y gobernados por la responsabilidad y la virtud moral, máxima escondida en los cajones más mohosos del ejercicio de la política.
El catalán ha visto atónito como sus expectativas de futuro y de estabilidad, principio básico de los estados modernos actuales, corría con travesura en un juego de vasos que han pilotado tipos más pillos que el mejor de los trileros gaditanos en tiempos de “La Pepa”. Sigue leyendo
¿A qué viene tanto jaleo? ¿Qué pretenden? ¿Por qué nos torturan así? Confieso que cada vez estoy más confundido ante el cisco que se ha montado en torno a la independencia de Cataluña en cuestión de cuatro años.
He encontrado las justificaciones más absurdas y las acusaciones más feas (y no por ello más ciertas) entre quienes son partidarios de mantener unido lo que siempre ha estado unido y quienes han emprendido una carrera furiosa y cada vez más desbocada hacia una ruptura y un nuevo inicio. Sigue leyendo
No les desvelaré nada si les digo que España y la UE se encuentran inmersos en una recesión económica grave y profunda, cuyas causas van mucho más allá –al menos en los países denominados como PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España)– de las recesiones cíclicas que, según los economistas, experimentan las economías de vez en cuando, para después volver a la senda del crecimiento económico.
A diferencia del famoso Crack del 29 (la mayor depresión económica que ha conocido el mundo hasta hoy) o de otros periodos de recesión más o menos largos y profundos, la actual recesión económica mundial (debido a la explosión de una burbuja financiera) ha derivado en algunos países (los PIGS, entre ellos) en una crisis de deuda, producida a su vez por un déficit de competitividad que hace a estos países imposible remontar sus cuentas en el mercado global. Sigue leyendo
Una vez, en 1915, un demente hacia el que sin embargo guardo cierta simpatía, Franz Kafka, fantaseó en una novelilla de cuarto de baño sobre la transformación de un simplón Gregor Samsa en un escarabajo pelotero. Resulta que el buen muchacho se levantó un día insecto; tal cual, un gigantesco bicharraco que asustaba hasta a su madre. Sólo su hermana, haciendo de tripas corazón, le llevaba comida con la nariz tapada y bajo la condición indispensable de que la cosa que era su hermano se escondiera, para evitar escenas repelentes.
La obra fue bien acogida por original en los años siguientes, pero lo cierto es que está agotada a día de hoy. No sé dónde diantre habrá nacido o de qué odioso excremento habrá germinado el antropomorfismo de nuestro siglo, pero lo cierto es que esta nueva droga, mucho más poderosa que la reciente marihuana sintética que a todos alarma, carcome con virulencia las mentes de los hombres.
Kafka es un absurdo: ¿cómo puede un hombre acostarse humano y levantarse animal? Lo que desgraciadamente no fue un absurdo es que un día los animales se levantaran personas. ¿Pero qué…?
¡Pero qué…! Así somos en el año 2015 del progreso y la civilización. Los animales tienen derechos, los árboles dignidad o incluso divinidad (¡ya quisiera estar exagerando…!), y los negros… hambre. Quien mate un cerdo es un asesino despiadado y quien comercie con huevos, delinque por trata de seres humanos.
Habla uno que odia los toros (me presentaría antitaurino, pero parece que para hacerlo es necesario haber ondeado la tricolor en la Puerta del Sol), pero con un mínimo de sesera. Odio esos espectáculos grotescos e infames en que un hombre vestido de colores rutilantes desangra un bicho. Me parece una aberración, una escena salvaje, cruenta y, sí, inhumana. Y si alguien va a gritarme discursos a lo americano sobre la libertad o las tradiciones de nuestros padres que se lo ahorre: las mismas apologías le vomitaron a san Cipriano de Cartago los partidarios del Circo romano.
Pero no, jamás compararía en términos de equivalencia el Circo de los gladiadores y el circo de los toros. Vergüenza de ser hombre me da cuando escucho cosas semejantes en la tele o cuando leo comentarios del estilo en una noticia compartida en Facebook. Amén de los demoníacos y sanguinarios improperios de los antitaurinos a los toreros, deseando su muerte más allá de la entronización de una cosa con cuernos. Seguro que tú, lector, has leído o escuchado tantos como yo. Y si no, allá un ejemplo resonante para ejemplificar: Ricky Gervais.
Tristeza; profunda amargura e impotencia, y un cierto brote de santa cólera, me provocan estas pasiones animalistas, vacuas y extraviadas: cuando IS, EI o Daesh, como cada cual quiera, atentó contra Charlie Hebdo, el mundo entero contrajo el alma y cantó un profundo y solemne responso; cuando Boko Haram secuestró y violó a 200 niñas negras, cuando arrasó una ciudad, Baga, masacrando a 2.000 negros (¡dos mil…!) o reventó con infernal poder la ciudad de Maiduguriasesinando a 58 personas, algún occidental de cada diez gastó en encomiable esfuerzo un adarme de saliva para interrumpir, de cuando en cuando, el sacrosanto coro de los grillos que acompaña siempre las tragedias africanas y asiáticas. Ya protesté en su día contra la cruel diferenciación entre europeos o americanos y africanos o asiáticos: hoy quiero escupir mis razones a los muchísimos anticaza que enconadamente desearon la muerte a Walter James Palmer, el desgraciado terrorista que sacrificó a Cecil, el León de Zimbabwe.
Niños pobres de Zimbabwe hacen cola por su ración
La osadía parasita siempre a los idiotas, no me corto y hasta lo remarco en negrita. Ni la vergüenza es capaz de retener su vano comento. Su lengua no sufre el ataque de los respetos humanos que a los mediotontos aprisiona, y no porque sean más inteligentes: porque son tontos enteros. No temen mostrar su idiotez al mundo, el sol no les acongoja. En el arte de opinar, el primero en lucirse es siempre el idiota, y es curiosamente el último en cambiar de opinión. Quizá porque ni la tiene. El idiota…
“Idiota” procede del griego τα ᾽ιδíα, que significa, en una traducción lo más literal posible, “las cosas propias”. El ἰδιώτης era para los griegos el egoísta (la traducción más fiel a nuestra lengua) que sólo se preocupa de uno mismo, de sus cosas. Sabiamente la tradición latina y su evolución al castellano lo han ungido con el álgido significado de estúpido.
En la era del nimio sentimentalismo, los idiotas florecen por doquier. Todo se juzga según la posición de uno; toda reacción aflora porque una emoción, una pasión ardorosa, ha conmovido al hombre. Nunca se le ocurre tomar la inciativa, salir hacia fuera y preocuparse por el otro: tiene que entrar el otro en él e involucrarle en su historia, y sólo así encontrará un motivo para esperar que el primero se preocupe no de él, sino de sí mismo en su carne. Ése no es un filántropo: es un egoísta. ¡Maldito el altruismo si se trata de esto…!
Ése, ése es el idiota, el que camina por la calle Mayor y, encontrando diez mendigos, sólo al que ha educido más tristeza de su entraña polvorienta da limosna. Es ése que lee por activa y por pasiva en las noticias las barbaridades de los gobiernos africanos y sólo mueve el meñique cuando una extraordinaria película, con una magnífica banda sonora, le rasga el corazoncito sensiblero. Ése es el hombre que la sociedad ensalza como paradigma de los valores humanos, al que yo llamo idiota, egoísta, falso, inhumano.
¿Qué otra hipótesis sino ésta explica que nos indignemos más ante la muerte de un mísero león, de un animal indigno, de un ser inferior (por decir la verdad me la estoy buscando) que ante el drama de 100 inmigrantes? Apabulla la franca naturalidad con la que explican los psicólogos el hecho consumado en sociedad. Somos unos idiotas.
Al final, parece que los republicanos antitaurinos, aun haciendo gala de su exultante conmiseración con el animal, al que tratan de igual al hombre, son los más míseros de los hombres, los más crueles de los seres, los más idiotas, en definitiva. Están cerca de aquellas Ménades del dios Dioniso, temidas por su ira irreflexiva, engendrada por años de entrega desenfrenada a las pasiones más bajas. Hay que ser muy estúpido para compadecer a un toro a la vez que se desea la muerte de una persona, y siendo indiferente ante el asesinato sistemático de millones de seres humanos. No sé por cuántos irá el IS, o las siglas de que se guste.
Antes que salvaje, estúpido.
Ni amigo de taurinos ni de antitaurinos. Porque los unos hacen del dolor ocio y de la muerte “arte”, aun tratándose de animales, de algo indigno (¡llamar belleza a la muerte! Como aquel fascista, Millán Astray, que gritó ¡viva la muerte!); porque los otros son más despiadados al ser su víctima no un toro, sino personas.
Porque los unos son sangrientos, y los otros son sanguinarios… e idiotas.
Cuando leo sobre el escándalo de Planned Parenthood –la venta de tejidos y partes de fetos abortados– y las reacciones que esto ha tenido –politizar la noticia, como hace el New York Times u ocupar las portadas de muchos portales cristianos y católicos– me pregunto hasta cuando el debate sobre el aborto seguirá siendo un tema pendiente.
No hay mucho debate, a lo sumo, peleas entre “nazis” y “retrógrados-fanáticos”, como se llaman mutuamente, o monólogos incomprensibles para unos y otros. Una excepción es el que mantuvieron en la Universidad de Yale los filósofos Peter Kreeft y David Boonin en 2008, y en 2010; esto representa de lo mejor que uno se puede encontrar googleando, y sin embargo, sigue sabiendo a poco. Sigue leyendo
A propósito del artículo del diario “El País” sobre Elna Baker; a todas las gordas cuya mente, gran esclava en el siglo XXI, more allende lo políticamente correcto. A las gordas (gordas, porque el eufemismo es en realidad un insulto) de mente abierta que trasciendan las pasiones marxistas de la emancipación de la mujer.
Es verdad que las gordas sois ‘feas’. Lo siento mucho. De veras: lo siento.
La conciencia social ha manipulado la concepción de belleza; un consenso social, de la forma por la que haya llegado a producirse, ha establecido una idea común en la mente masculina, un modelo, una causa ejemplar de atractivo.
Cabría preguntarse qué diantre es la belleza, y si son lo mismo el ser-bello y lo-que-provoca-agrado. Pero esas disquisiciones metafísicas se las dejo a la lectora.
Es lógico que las mujeres intenten agradar a los hombres tanto en alma como en cuerpo. También los hombres quieren agradar integralmente a las mujeres: forma parte de ese instinto personal, de la naturaleza humana, el mendigar cariño. Somos seres sociales, y necesitamos la consideración y el amor del otro: necesitamos que nos quieran en cuanto somos, en todo lo que somos, en quiénes somos.
En otro ámbito, la autoestima está muy vinculada al asombro producido en quien se tiene al lado. ¡Qué difícil es quererse, es decir, encontrarse “bueno“, si nadie alrededor es capaz de hacerlo! Uno trueca el agrado subjetivo del que ve por la belleza objetiva de lo visto, y así llega a confundir realidad y fantasía. La sensación de desagrado del otro se convierte en un dictado metafísico, en un: “no es por él, es porque en verdad soy fea“.
Una vez más, la mujer es la víctima en la mayoría de los casos, pero también ella tiene que cambiar. Los hombres tenemos que educar nuestra sensibilidad y deshacernos de artificios, de ideas impuestas por un sistema, y volver a la realidad; hay que abandonar inventos eidéticos en favor de la belleza primigenia: la de la mujer real.
Sólo se puede amar lo bueno, sólo puede satisfacer lo bello, eso es bien cierto; pero, al margen de otras cuestiones sobre el amor verdadero (porque esto no se agota aquí), el hombre de hoy ha establecido como criterio de valoración de la belleza de una mujer la mayor o menor adecuación de la realidad femenina a la idea mental, en desafortunada y falsa inversión de los términos. Y eso ha de cambiarlo.
Pero en una sociedad que además fomenta la cosificación de la mujer y excita al hombre con erotismos y reducciones de lo femenino a un juguete sexual, el cambio, mal que nos pese, tardará en llegar. El hombre se deja, en omisión execrable e imperdonable, y desde la pornografía hasta las pasarelas de Victoria’s Secret, los ‘mostradores de la Belleza‘ lo han convertido en un monstruo. ¿Cambiará el hombre cuando la mujer es para él?
Las gordas no podéis esperar a que las piedras se hagan de carne: debéis cambiar también vosotras, y aun con desánimo, con amarga resignación, debéis afrontar la realidad de que los hombres así no pueden querer: se quieren a sí mismos en las mujeres. Es triste, por él y por ella; pero no podéis permitir que se erijan las exigencias sexuales de un demente en criterio de valoración personal. ¡No! No sois bellas por agradar a los hombres: sois bellas, y si el hombre no lo ve es su gusto el extraviado, es él el trastornado.
Entiéndanse las generalizaciones con bondad y en su sentido: aún quedan hombres buenos
Hacia delante y hacia detrás. Se mire como se mire, la promesa de una Tierra Prometida al oeste del Mediterráneo tiene todos los rasgos de una epopeya de carácter mítico, de una lucha milenaria entre el bien y el mal, entre la opresión y la libertad de un pueblo que, una vez emancipado, tendrá “helado de postre todos los días”. Sigue leyendo
Dos jóvenes rabinos discutían sobre si la tradición apoyaba unos u otros ritos. Fueron a exponer su disputa a uno de los más sabios. «Yo creo que la tradición es…», dice el primero. «No, esa no es la tradición», contesta el viejo rabino. Entonces el otro, envalentonado, espeta: «Claro que no es esa; la tradición es…». Pero el anciano contesta: «No, esa no es la tradición». Confusos, ambos piden la respuesta al sabio, para así evitar seguir discutiendo. «¡Ah! Discutir. ¡Esa es la tradición!», contestó el anciano.
Hay quien relata esta anécdota como un chiste sobre la cultura judía, pero otros saben que es verdad. Es propio de judíos discutir entre ellos el sentido correcto de sus tradiciones. Es propio de griegos discutir el origen de cada cosa y el sentido de las decisiones a tomar. Es propio de romanos discutir sobre política, derecho y guerras. Es propio de cristianos discutir de todo, incluso de Teología y aun cuando durante un tiempo se jugaran la vida al hacerlo. Es, en definitiva, propio de Occidente, creer que existe la verdad, que no la inventamos nosotros –ni como personas, ni como pueblos– y que está en nuestras manos, gracias al debate, llegar a certezas sólidas que dirijan nuestra vida, y no dejar ésta al capricho, la opinión o la moda. Sigue leyendo