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La deriva totalitaria del radicalismo en España

En Cultura política/España por

Allí donde se empieza quemando libros, se termina quemando hombres, decía el clásico moderno. Podríamos añadir que allí donde se empieza por sublevarse contra el Estado de derecho, se termina por violar las libertades individuales.

¿Cómo no asistir estupefacto y preocupado a la espiral de noticias en que se nos presenta una España insurgente y, además, prevalecida de su insurgencia, engolfada en la virtuosa apariencia democrática con que los radicales invisten sus actos ilegales? Sigue leyendo

La Ley al margen de la ley: la insumisión en España

En Cultura política/España por

En 1960, uno de los juristas y filósofos políticos del nazismo, Carl Schmitt, salió en defensa de la democracia ante lo que interpretó como un regreso a las actitudes que permitieron a Hitler cometer las mayores atrocidades en defensa del “más alto valor”, la raza alemana. Lo hizo en una conferencia titulada La tiranía de los valores, en la que advertía de la tremenda imprudencia en que algunos juristas alemanes venían incurriendo durante las últimas décadas al introducir los “valores” descubiertos por la filosofía no solo en las leyes sino incluso en sus decisiones jurídicas, allí donde la ley establecida no alcanzaba a permitir una decisión judicial.

Según Schmitt, el peligro consistía en que “el impulso hacia la validez del valor es irresistible y la contienda de quienes valoran, inevitable“. Un sistema judicial y una política que fundamentase su acción en la lógica del valor, en lugar de en la ley positiva (la aprobada por el poder legislativo) caería en el razonamiento según el cual “el precio más elevado nunca puede ser muy alto para el valor más elevado y tiene que ser pagado”. Sigue leyendo

Órdago a la chica en Cataluña

En Cataluña/España por

“Jugador de chica, perdedor de mus”, dicen quienes conocen los entresijos de este juego que hay que dominar para poder fanfarronear en cualquier bar castellano que se precie. Lamento decir que no me cuento entre ellos.

El caso es que lo vivido ayer en Cataluña, una declaración de independencia en diferido, con toda su pomposidad y su épica no es sino la única opción que permiten los resultados de las pasadas elecciones catalanas. Eso, o tirar la toalla e irse cada uno a su casa.

Si hubieran tenido “pantalones” o, en realidad, si el movimiento independentista contara con la legitimidad que de cara al público pretende para sí —si fuera capaz de movilizar realmente al “pueblo catalán” (ese sujeto indeterminado)– es difícil pensar que la cámara autonómica hubiera apostado por seguir “pinchando” al Estado para tratar de forzar una reacción con la que poder seguir jugando a la víctima ante el resto del mundo. Sigue leyendo

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