Pero, disquisiciones aparte, quienes nos hemos movido, y aún nos movemos, en este mundo del periodismo debemos enorgullecernos de que el prestigioso premio haya sido concedido a una colega. La obra de Alexiévich se caracteriza por su estilo sobrio e indignado, como ha escrito un articulista, con el que ha denunciado y denuncia horrores y sufrimientos, con el que ha dado y da voz a quienes no la tienen: víctimas de grupos minoritarios, soldados que combaten en luchas que no comprenden, víctimas de los vaivenes de la historia.
Según la Academia sueca, el premio se concede a un autor que haya producido “en el campo literario la obra más destacada en pos de un ideal”. Algunos articulistas opinan que hay que tomarse estas palabras al pie de la letra, y por eso el premio le fue concedido a Churchill, por ejemplo, y no a Proust. Otros creen, sin embargo, que se debe juzgar la calidad literaria del escritor premiado. En el caso de Svetlana Alexiévich, el premio es justo en ambos casos, aunque sin duda prima la primera teoría, la de que su obra persigue un ideal, que ha sido y es la de dar voz a quienes no la tienen en los conflictos. Sigue leyendo