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Los dos círculos de la democracia

En Cataluña/Cultura política/Pensamiento por

Perdonen que uno vuelva al manido tema catalán, pero si una virtud tiene tal turbamulta es permitirnos pensar qué es y qué no es una democracia, explorar y llegar a comprender mejor nuestro sistema político y, quizá lo más importante, sus límites. Aquel punto más allá del cual nos precipitamos al vacío.

El manido tema catalán me ha llevado a percibir que nuestras democracias representativas giran en torno a dos círculos. Uno sería lo que cabe denominar el círculo liberal. Este estaría vinculado con el imperio de la ley, la división de poderes y el pluralismo. Es un círculo yo diría que oscuro, que solemos pasar por alto, pero en el que reposa el significado más profundo de nuestra democracia. Es decir, aquellas ideas y procedimientos que, decantadas por siglos de luchas y conflictos, nos han permitido alumbrar un sistema de libertad en el que tenemos el derecho, como diría Odo Marquard, a ser diferentes sin sentir miedo. Sigue leyendo

Querida Alicia (en cualquier país, sea o no de maravillas)

En Cultura política/Pensamiento por

Iba a comenzar con un “a los melómanos nos suele ocurrir que…”, pero no seamos exclusivistas. Se trata de una experiencia bastante común. Recuperamos una canción de hace tiempo. No la hemos escuchado en años. Y, al oírla de nuevo, no sólo recordamos la letra (o parte de ella) sino que revivimos sensaciones. La canción sigue siendo la misma, pero nosotros no, por lo que —en algún sentido— podemos paladearla con cierta virginidad y, si se quiere, reapropiárnosla de un modo más cabal.

Me ha ocurrido recientemente con el disco I’m Not Dead (2006), de la cantante norteamericana Pink (de nacimiento, Alecia Beth More). Mi terreno natural es el rock moderno, pero no me cuesta admitir que sigo a Pink desde aquel Missundaztood (2001) donde encajaba temazos gracias a su voz y al talento letrista de Linda Perry. Realmente, el interés melómano de escuchar los compactos de Pink tiene más que ver con la lista de compositores y productores que incorpora para cada entrega, pues son de lo mejorcito de la industria. Para I’m Not Dead —y para sus dos siguientes álbumes— el fichaje que hizo que escuchara el disco con atención fue Butch Walker, el prestigioso cantautor y productor que ha hecho de todo y con todo el mundo. Sigue leyendo

Vieja y nueva política

En Cultura política/España/Pensamiento por

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Los medios de comunicación nos hicimos eco la semana pasada de un suculento estudio publicado por el Centro Reina Sofía, un organismo dedicado a la realización de estudios sociológicos sobre adolescencia y juventud dependiente de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) titulado ‘Política e Internet’.

INFOGRAFIA CRS POLITICA E INTERNETDicho estudio arrojaba dos conclusiones interesantes: la primera, que el interés por la política entre los jóvenes de 18 a 25 años  ha aumentado del 26% en 2008 (entonces, ese porcentaje declaraba estar muy o bastante interesado por la política) al 72,6% a finales de 2014. Cerca de un 50% más en seis años de crisis económica. De hecho, el 80% asegura que votará en las próximas elecciones.

La segunda de las conclusiones era que una mayoría amplia de este colectivo no siente prácticamente ningún apego o confianza por la mayoría de las instituciones y organismos en los que se desarrolla la vida política y social española, a excepción de los clubs deportivos, las ONG y poco más.

Ni los partidos políticos, ni el Parlamento, ni el Ejército o las fuerzas de seguridad, ni la Iglesia, ni la patronal de empresarios o los sindicatos, ni otros actores económicos como empresas o bancos son para esta generación actores de los que se pueda esperar algún tipo de avance en las cuestiones que les preocupan.

Las causas de esta aparente contradicción son del todo conocidas. El informe no aporta ninguna sorpresa en este sentido: corrupción, ausencia de opciones que les representen, desengaño, desánimo sobre la utilidad del voto, decepción tras las últimas elecciones…

Para el director general de la FAD (y del Centro Reina Sofía) el desapego de la juventud hacia los organismos en los que se desarrolla la vida política del país es un signo “preocupante” porque, a su juicio, “ningún país del mundo puede gestionar su convivencia interna sin unas instituciones fuertes“.

En otras palabras, integrar el descontento y las reclamaciones de los jóvenes en un marco político común se presenta como una tarea en la que debe implicarse toda la sociedad, a fin de que estas puedan articularse en un diálogo que beneficie a todos. La alternativa, a todas luces, es el riesgo de una ruptura de la vida política, no para ser sustituida por una nueva fórmula sino para romper todo cauce de diálogo y, por ende, de convivencia.

Decíamos hace unas líneas que la consulta a los jóvenes (un total de 808) fue realizada los últimos meses de 2014. Precisamente ese año se cumplía un siglo desde que uno de nuestros grandes (o de nuestros pocos) pensadores políticos, José Ortega y Gasset, se lamentaba en su discurso ‘Vieja y nueva política‘ del desinterés de la juventud (hoy igualmente pretendida) acerca de las cuestiones políticas y del estatus caduco de las instituciones de la “política oficial“. Decía así:

Todos esos organismos de nuestra sociedad — que van del Parlamento al periódico y de la escuela rural a la Universidad —, todo eso que, aunándolo en un nombre, llamaremos la España oficial, es el inmenso esqueleto de un organismo evaporado, desvanecido, que queda en pie por el equilibrio material de su mole, como dicen que después de muertos continúan en pie los elefantes“.

Ortega y Gasset, por F. Vicente

Como curiosidad, el filósofo y periodista señalaba a un tal Pablo Iglesias (no el nuestro, sino el fundador del PSOE)  como uno de los pocos que no representaban los “odres caducos” de la política de 1875, la de la restauración monárquica.

Aún así, afirmaba que la novedad que suponían los sindicatos y el Partido Socialista de aquel momento (léase hoy como Podemos) “le confundirían si no se limitaran, sobre todo el socialismo, a credos dogmáticos con todos los inconvenientes para la libertad que tiene una religión doctrinal“.

De hecho, y pese a reconocer la “utilidad” de algunos “radicales” que “han ejercido una función necesaria” consistente en “producir una primera estructura histórica en las masas” –lo que hoy viene a ser el clamor por la “regeneración“– acusaba a los responsables de estas fórmulas de ser “buenos demagogos” que “van gritando por esas reuniones de Dios” (pongan aquí “círculos” y tendrán la analogía perfecta).

Sobre las consignas que entonces –y hoy de forma parecida– movían la reivindicación contra la vieja política afirmaba que “son los tópicos recibidos y ambientes, son las fórmulas de uso mostrenco que flotan en el aire público y que se van depositando sobre el haz de nuestra personalidad como una costra de opiniones muertas y sin dinamismo“. “Nuestra política es todo lo contrario que el grito, todo lo contrario que el simplismo –advertía el filósofo– Si las cosas son complejas, nuestra conducta tendrá que ser compleja”.

Por ello, en su discurso, pronunciado en el teatro de La Comedia el 23 de marzo de 1914, abogaba por la recuperación de la “sustancia nacional“, concepto algo vago que no mucho más tarde se emplearía en el auge de los movimientos fascistas, pero que, para Ortega, significaba que “la política no es la solución suficiente del problema nacional“, tal como hemos defendido en este blog anteriormente.

La ruptura de la tradición política –que no el interés político, tal como se aprecia en la encuesta– y, por lo tanto, del derrumbe de la legitimidad o utilidad de sus instituciones a ojos de la nueva generación, proviene del vaciamiento del significado que estas tienen como legado de una convivencia común y articulada (formal y legalmente) como producto de esta.

Es cierto que, como decía el director general de la FAD durante la presentación del estudio, la semana pasada, “es tarea de todos” el reunir a la sociedad y reforzar las instituciones de modo que estos se conviertan en cauces efectivos de comunicación y gobierno para todos. Pero, para ello, es necesario que exista una voluntad mutua de convivir y una preocupación compartida hacia la comunidad.

Es una ilusión pueril creer que está garantizada en alguna parte la eternidad de los pueblos; de la historia, que es una arena toda de ferocidades, han desaparecido muchas razas como entidades independientes –advertía Ortega– En historia, vivir no es dejarse vivir; en historia, vivir es ocuparse muy seriamente, muy conscientemente del vivir, como si fuera un oficio. Por esto es menester que nuestra generación se preocupe con toda consciencia, premeditadamente, orgánicamente, del porvenir nacional.”

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