Érase una vez…
Érase una vez un país extraordinario.
Repleto de rostros, rasgos, lenguas e intereses.
Con montañas, ríos, valles, desiertos, rincones de azahar y sendas con escorpiones a ambos lados.
Durante mucho tiempo, pues este país fue nación antes que cualquiera, ilusionistas y magos de capas largas y gastadas fueron haciendo y deshaciendo sus embrujos y pociones, sin tener muy en cuenta —pues jamás faltaron té con churros a los brujos— a los que a las faldas de los castillos y abadías se peleaban por cuatro migas de pan negro. Sigue leyendo