Revista de actualidad, cultura y pensamiento

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cristianismo

La perversión del amor

En Amor y sexualidad/Antropología filosófica por
amor vejez ancianos

He aprendido sobre el amor en un contexto cristiano. Un poema de Juan Pablo II decía “El amor me lo ha explicado todo”. Y ciertamente, el amor en el cristianismo, es vértice y es fin. El amor en el cristianismo no es abstracto, se vive en la carne y de forma concreta. Tan concreto como lo define San Pablo en una de las Cartas más bonitas de la historia: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece (…)”.

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El Silmarillion: la teo-antropología de Tolkien

En Democultura/Literatura por
Aragorn es el último de los hombres de númenor descritos en el Silmarillion.

La historia de la caída de Númenor nos presenta un mundo (Arda) presidido por un Dios creador trascendente y lejano, Ilúvatar, y unos espíritus inferiores que custodian y gobiernan el mundo en su nombre, los Valar. Estos son una mezcla de dioses olímpicos, ángeles y fuerzas de la naturaleza, que protegen Arda al servicio de los hijos de Ilúvatar, que son los elfos y los hombres. Uno de ellos, Morgoth, se rebeló contra la “Música” de Ilúvatar, contra su plan, y buscó engañar y someter a elfos y hombres bajo su poder en vez de servirlos.

(Este artículo examina la antropología teológica contenida en ‘El Silmarillion‘, el libro en el que J.R.R. Tolkien relata el origen e historia de la Tierra Media, en la que tiene lugar la saga de ‘El señor de los anillos’ y ‘El hobbit’.) Sigue leyendo

La pregunta no es si el capitalismo funciona, sino qué tipo de humanidad produce

En Antropología filosófica/Economía/Pensamiento por
economía del deseo

La pregunta no es si el capitalismo funciona o no funciona. ¡Es evidente que funciona! La pregunta, más bien, es qué está haciendo la economía capitalista contemporánea con el hombre: qué tipo de humanidad produce, cuáles son sus deseos, aspiraciones y horizontes vitales, qué clase de sociedad es capaz de generar. En esta forma de abordar la crítica a los sistemas económicos consiste la originalidad del planteamiento de Daniel M. Bell Jr. en La economía del deseo, que ha publicado recientemente la editorial Nuevo Inicio en su versión en castellano.
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Prometeo contra Avatar: por qué necesitamos una ecología católica

En Asuntos sociales/Bioética/Pensamiento por
avatar ecología

En la actualidad, sigue sin estar clara cuál debe ser la postura de los católicos respecto de la cuestión de la ecología. No será porque no se haya hablado sobre el tema en los últimos tiempos, especialmente desde que el Papa Francisco publicara su encíclica Laudato Si en 2015 y cuya recepción en la Iglesia ha sido bastante desigual.

Es muy posible que, tras muchas de las lecturas que se han hecho de la carta magisterial (tanto a favor como en contra), puedan esconderse distintas máscaras de una cosmovisión que tiene mucho de moderna y poco de católica y que encuentra su síntesis en un planteamiento dialéctico sobre la relación naturaleza-cultura humana.

Para tratar de ilustrar estas desviaciones, he elegido dos imágenes (el mito griego de Prometeo y la película Avatar, James Cameron, 2009) que pueden servirnos para reflexionar acerca de los presupuestos ideológicos presentes en nuestra cultura y para arrojar luz sobre qué puede aportar una cosmovisión católica a la cuestión de la ecología. Esto último es lo que intentaremos esbozar al final del texto.

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Lewis contra Freud: combate nulo

En Teatro por

Corre el año 1939 y Europa se encuentra al borde de la II Guerra Mundial. El Dr. Sigmund Freud se ha instalado en Inglaterra tras huir de una Viena invadida por los nazis. Un joven profesor de la Universidad de Oxford visita la consulta londinense del padre del psicoanálisis dispuesto a librar un duelo por todo lo alto. ¿Pudo ser C. S. Lewis? En” La sesión final de Freud”, representada hace algún tiempo en los escenarios de Madrid, se juega con esta posibilidad.

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Una secuencia: el reverendo Smith predicando en la vía pública de Deadwood

En Democultura/Series por

Uno de los personajes más carismáticos de esa sucia y demencial genialidad shakesperiana llamada Deadwood es sin duda el reverendo, predicador, Henry Weston Smith. El pobre reverendo Smith, que ya tenía bastante con ser protestante, existió de hecho en la realidad, como muchos de los personajes de la serie. El tránsito de su valle de lágrimas –y de barro– a la Vida Eterna, sin embargo, difiere del que le dan en la ficción.

Según consta en una carta de Seth Bullock (célebre personalidad del oeste norteamericano, encarnado en la serie por Timothy Olyphant), al reverendo Smith lo mataron los indios yendo hacia Crook City a predicar, tal y como rezaba la nota que dejó en el pueblo antes de marcharse, en el año de gracia de 1876. En la serie su final es un delirio causado por un tumor cerebral que desencadena toda clase de escenas, como las de esta secuencia, realmente notables. Su agonía termina con lo que eufemísticamente podríamos calificar de eutanasia, a instancia de una figura realmente abyecta (tanto en la realidad como en la ficción), la del proxeneta Al Swearengen, uno de los hombres más populares y ricos del entonces asentamiento de Deadwood. Sigue leyendo

La razón de la razón en Charles Peguy

En Filosofía/Pensamiento por

Sobre la razón es una obra, como pone de manifiesto una alusión bastante explícita del texto mismo, muy cercana al primer libro de Charles PéguyMarcel, premier dialogue de la cité harmonieuse. La razón, al igual que la libertad, la justicia y la caridad, es un factor constituyente de la ciudad armoniosa. Esencialmente constituyente. De ahí la pasión con que Péguy defiende la peculiaridad de la razón, y la libertad de la razón y de sus métodos propios.

No hay que olvidar que Péguy deseaba publicar otros diálogos sobre la ciudad armoniosa, de los que nunca llegó a escribir más que el título y la portada. Había un Dialogue de l’individu, un Dialogue de la cité, un Dialogue de la cité juste, un Dialogue de la cité charitable y, por fin, un Deuxième dialogue de la cité harmonieuse. La mera enumeración de estos proyectos ilumina muy bien las preocupaciones del poeta y del pensador, preocupaciones que van a acompañarle toda la vida. Sigue leyendo

Cómo hacerle frente a nuestra ambigüedad moral

En Ética por

Se nos dice a menudo que no podemos cambiar el pasado, que lo hecho, hecho está, y que no vale la pena darle vueltas. En efecto, desde el punto de vista de los efectos materiales de nuestros actos, “agua pasada no mueve molino” y lamentarse amargamente por decisiones, actos o palabras que no podemos cambiar no suele ser el deporte más sano para el alma humana, siempre acosada por empeños y fuerzas que escapan de cualquier racionalidad.

Pero frente a la libertad de elección que gobernó el momento, aunque ahora lamentemos el uso que le dimos en algunos de aquellos, existe otra posibilidad de elección más general y menos perecedera. Se trata de la elección moral, basada en la idea de que nuestras acciones no deben basarse exclusivamente en nuestra voluntad, sino que deben sujetarse a unas normas o condiciones que las hacen más adecuadas a la dimensión espiritual que envuelve y rodea nuestra mundana existencia. No hay nada, ni siquiera los pantalones de campana, menos de moda en nuestros días que la auto-negación, entendida como el ejercicio paradójicamente libre de restringirnos a nosotros mismos en aquello que deseamos, normalmente una necesidad material, en aras de un bien de otro tipo que consideramos superior.

Para comprender el alcance de este segundo tipo de libertad, la que hemos denominado “libertad moral”, debemos tener en cuenta dos elementos:

  • La incondicionalidad temporal de la decisión moral.
  • El carácter unitario de los valores.

La incondicionalidad temporal implica que podemos ejercer en el presente una decisión moral sobre el pasado. Cuando hacemos esto reconocemos un error cometido, reconocimiento que, aunque no altera por sí solo las consecuencias en el presente de lo ocurrido pues no puede ya afectar a la decisión material tomada, supone por sí mismo una nueva determinación moral diferente a la tomada en su momento. Es decir, en la medida en que la decisión moral se puede “actualizar” en cualquier momento de nuestra vida, no se ve determinada por el factor tiempo mientras dure ésta.

El segundo elemento, la unidad de los valores, resulta un hueso duro de roer para la mentalidad relativista que impera en nuestros tiempos. Digamos, siguiendo a Dietrich Von Hildebrand, que existe un paso previo al ejercicio de todo valor moral que es la aceptación, el “sí” consciente y voluntario, a los valores en su conjunto. Es decir, antes de decidir algorítmicamente cuál de los caminos disponibles se ha de tomar, se han aceptado unos principios o valores que implicarán que se apliquen a la decisión ciertos criterios o normas morales. La propia naturaleza de las cosas hace que los valores, o los disvalores, estén interrelacionados, de modo que, por ejemplo, la soberbia tira de la codicia o del desprecio por la vida de otros seres, la paciencia de la castidad y la templanza, o la solidaridad de la generosidad. Sea cual sea la lista de valores que tomemos, o si aceptamos como tales las virtudes del cristianismo, está claro, por muy relativistas que pretendamos ser, que existe un elemento de cohesión en cada lista de valores digna de ese nombre que los enlaza a todos en una misma dirección.

El error moral no es pues lo mismo que el error práctico, ya que el primero refleja un daño de tipo espiritual en nuestra persona y tal vez también en otras.

Pero, ¿cómo se produce esa actualización de las decisiones morales? En primer lugar, como acabamos de decir, debemos dar una aceptación a los valores en su conjunto, como una unidad. Esa aceptación es también una decisión moral, y no vale con haberla realizado una vez y creer que permanece en el tiempo, sino que es preciso actualizarla ante cada nueva elección. De hecho, la actualización sincera de esta decisión general es el elemento clave que nos puede permitir introducir cambios en las fases siguientes.

En segundo lugar, debemos intentar observar las decisiones pasadas a la luz de la mayor objetividad que el presente pueda proporcionarnos, no justificándonos ni tampoco mirando atrás con melancolía. Reconocer el error moral no es tarea fácil. A veces las circunstancias padecidas nos llevan a pensar que no podríamos haber obrado de otra forma, y en algunos casos es posible que así sea. Puede que en aquel momento cosas como negar nuestra ayuda a alguien que la necesitaba o dar por terminada una relación sentimental nos parecieran la mejor opción, y que dicha decisión tenga un sentido constructivo en el plano de la vida práctica. Pero al tomarlas, incluso aunque exista cierto elemento de inevitabilidad, no hemos hecho sino aportar más disarmonía a un mundo ya de por sí caído. El error moral no es pues lo mismo que el error práctico, pues este último se refiere a las consecuencias materiales en tanto que el primero refleja un daño de tipo espiritual en nuestra persona y tal vez también en otras.

Al reconocimiento del daño moral ha de seguir el arrepentimiento que implica una cierta angustia por el mismo. Solo el reconocimiento del error y la consiguiente actualización de la decisión moral tomada nos permitirá liberarnos de dicha angustia. Estos pasos, que tanto y con tanta razón nos suenan a los requisitos para la confesión, han de darse para poder actualizar la decisión moral con independencia de las creencias personales, si bien en el cristianismo se pone de manifiesto mediante la reconciliación, adquiriendo en el catolicismo la sublime condición sacramental.

Como era de esperar, la última fase del proceso de actualización está relacionada con el propósito de enmienda. No siempre es posible reparar exactamente el mismo daño que hemos realizado, pero en un plano estrictamente moral siempre podemos intentar devolver al mundo parte de la armonía que le hemos robado. Es importante, en este sentido, reconocer que nos hallamos ante un mundo caído también por nuestra propia culpa, que nosotros también aportamos disarmonía al mundo en que vivimos. Esto último resulta especialmente difícil en nuestros tiempos, en los que resulta una actitud común de las personas el considerarse a sí mismo una especie de “ángel en medio del abismo”, como si todo lo malo que sucede en el mundo fuera siempre culpa de “otros”. Esta cómoda y cínica mentalidad, que niega la posibilidad de actualizar las decisiones morales al justificarlas a priori por la propia persona que las realiza, suele desembocar en esa actitud de exigencia extrema hacia los demás y nula hacia uno mismo que está tan extendida hoy en día.

La tesis calvinista de la predestinación se fundamenta sobre una comprensión errónea acerca de la naturaleza del tiempo.

Nuestra mentalidad moderna está muy influida por culturas y líneas de pensamiento que, si bien en nuestros días presentan formas totalmente secularizadas, tienen su origen en el cisma espiritual e intelectual que vivió la sociedad occidental con la denominada Reforma Protestante. Especialmente las teorías calvinistas sobre la predestinación y la “doctrina de la prueba”, que llevan al individuo a una actitud de confianza supersticiosa en sí mismo y de justificación a priori de sus propios actos, siguen teniendo en nuestros días eco en la actitud fundamental de las personas hacia los valores morales. Estas ideas, importadas a través de la universalización de la cultura anglosajona, incluyen elementos, como las nociones de “ganador” y “perdedor”, que inmanentizan y convierten en apriorística la idea cristiana de la salvación humana, dejando poco o ningún terreno para la posibilidad de la redención. Si el Cielo ya está aquí y ya hemos sido juzgados, dándosenos a cada uno según nuestra condición, el reconocimiento del error moral supone el reconocimiento de la propia perdición, de nuestra condición de “perdedor” como equivalente terreno al concepto escatológico de “perdido”. Por lo tanto, el individuo tratará de evitar a toda costa dicho reconocimiento del error. Bajo esta perspectiva, el individuo se ve sometido a una constante autoevaluación justificativa, a un ejercicio de auto-convencimiento acerca de su propio valor y virtud, pues éstos se entienden inherentes e inmutables. Con semejante actitud, la actualización de las decisiones morales resulta prácticamente imposible.

La tesis calvinista de la predestinación, que hunde sus raíces en el paganismo y en la herejía gnóstica, se fundamenta sobre una comprensión errónea acerca de la naturaleza del tiempo. Se basa en la visión de tiempo como un marco general que engloba y limita las acciones tanto de los hombres como del mismo Dios, y no como un concepto de la realidad física al igual que el espacio, al que está ligado. Un Dios Todopoderoso no podría estar sometido a las limitaciones del tiempo, como tampoco lo está a las del espacio, de modo que la libertad individual sería compatible con el conocimiento divino de nuestra decisión moral fundamental. El hecho de que esta incomprensión sobre la naturaleza del tiempo haya sido superada por la ciencia moderna, así como el fenómeno de la secularización, no han impedido que, como apuntó el gran Weber, las huellas que las ideas calvinistas dejaron en el ethos de buena parte de la sociedad occidental permanezcan indelebles.

El plano de la acción moral no se ve por tanto limitado por el factor temporal, como no lo está tampoco por el espacial. Pertenece a otro ámbito de cosas propias del ser que no están limitadas por el despliegue del mismo, en términos heideggerianos, en el espacio y el tiempo, sino que pueden verse actualizadas a lo largo de éste. Esta actualización, dada nuestra humana e imperfecta condición, es imprescindible para poder avanzar en el camino de la vida. Con ello no cambiaremos los resultados materiales de las decisiones tomadas anteriormente, pero sí que actualizaremos la dimensión moral de nuestra persona respecto de dichas cuestiones. Se trata no solo de un reconocimiento del error, sino de una verdadera actualización de la decisión, de un “sí” actual a los valores en su conjunto que invalida desde el punto de vista moral decisiones fraccionarias del pasado.

Navidad: reflexiones de una festividad ancestral

En Religión por

En occidente existen diversas tradiciones que son características de los últimos meses del año y que llegan incluso a traspasar fronteras.  Desde el Halloween anglosajón, pasando por el Día de Todos los Santos, el Día de Muertos en México, o el Thanksgiving Day en Estados Unidos, hasta las festividades propias del mes de diciembre, que nos son comunes en esta parte del hemisferio.

Es acercándonos al final del año cuando, inevitablemente, los medios de comunicación, los establecimientos comerciales y la familia, nos recuerdan que se acerca la Navidad, festividad que pareciera que se prepara con mayor antelación cada año. Ya no es extraño comenzar a ver árboles, luces o decoraciones navideñas en venta desde antes de que pase Halloween. Sigue leyendo

Esbozo sobre la moral burguesa

En Pensamiento por

Uno de los mayores errores de la actual cultura occidental consiste en marginar con tanta severidad el estudio y debate de los valores morales; se ha dejado en el terreno de lo innombrable a la moral y a la religión en particular, provocando asi críticos problemas de comunicación en tiempos de globalización e inmigraciones masivas. Tengamos en cuenta que la religión es un lenguaje y cuando el lenguaje se agota o se anula, aparece la violencia. La violencia es la ausencia de lenguaje y hoy una parte vital de este último está siendo desplazada.

Debido a esto, resulta oportuno reflotar el estudio de los valores morales realizados por Nietzsche, especialmente La genealogía de la moral (1889); además, creemos necesaria la actualización de sus esquemas, considerando los años y los cambios acontecidos tras la publicación de dicho ensayo. Sigue leyendo

Fernando de Haro: “La vida no hay que redescubrirla en cada generación, sino en cada instante”

En Entrevistas/Periodismo por

Aunque lleva “doble vida”, sus rutinas no son discordantes. “De jueves a domingo me centro en la radio y el resto del tiempo me dedico más a los documentales y a los libros”, tiene dividida la semana pero su vida rebosa coherencia y búsqueda. Fernando de Haro (Madrid, 1965) es un hombre de mirada intensa, un indagador de la realidad que persigue asombrarse con lo sencillo, salir de sí mismo para contemplar el mundo con los ojos de otros.

Su versatilidad le ha llevado a trabajar en todos los campos del periodismo, ahora alaba el gusto de los madrugadores del fin de semana en COPE. Pese a ser “una palabra manida”, reconoce que difícilmente hay algo que supere al amor. No obstante, entiende el término con anchura. Fernando se casó “para el mundo” y siempre ha querido que su familia se pareciera a sus singulares viajes por Oriente. Es difícil encontrar una comparación para él, pero si la pasión se personificara, tal vez llevaría sus zapatos y un periódico bajo el brazo.
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La locura cristiana de Emmanuel Carrère

En Literatura/Pensamiento por

Emmanuele Carrère es probablemente uno de los escritores franceses actualmente más en boga. Su productividad editorial es, por lo menos, tan grande como la franqueza con la que se desnuda en sus páginas. Los protagonistas de sus libros –como el asesino psicópata Jean-Claude Romand, el pintoresco activista fascista-bolchevique Édouard Limonov o San Pablo– hacen las veces de trampolín para zambullirse en reflexiones acerca de su propia vida y tormentos. El ego de Carrère termina así por ocupar la escena de todas sus novelas.

Le Royaume (publicado en España por Anagrama bajo el título El Reino) son más de 600 páginas de reflexiones sobre la vida de los primeros cristianos, sobre todo de San Pablo y del evangelista Lucas, fruto de un trabajo de casi 15 años en los que Carrère ha leído todo cuanto ha podido sobre ese fenómeno aburdo y revolucionario que fue el advenimiento de Cristo. Sigue leyendo

Ignacio Echeverría: ¿mereció la pena? (Valar dohaeris)

En Asuntos sociales por

Confieso que me conmoví hasta las lágrimas cuando escuché la noticia de Ignacio Echevarría, su monopatín y su muerte en el atentado de Londres. No sé si fue por la belleza de la acción, realizada por un tío normal, un ciudadano cualquiera, que pasaba por ahí con sus amigos… o por la desproporción quijotesca entre su monopatín y los asesinos, entre sus posibilidades de éxito y el valor con que se lanzó al ruedo. Sea por lo que fuera, me llegó al alma.

Después de la emoción, sin embargo, viene la pregunta: ¿por qué? ¿por qué lo hizo? ¿Un calentón sentimental irreflexivo? Supongo que un materialista cientificista me diría que su acción fue causada por la oxitocina, una sustancia que provoca en los humanos (y en otros mamíferos similares) sentimientos de apego, de afecto hacia los semejantes, de empatía. Ese líquido se habría cruzado por su cerebro, produciendo la acción irracional que todos conocemos, que le llevó a perder la vida. Sigue leyendo

Feliz Navidad, Carmena

En Asuntos sociales/España/Religión por

(La Navidad…) «es cristiana y la belleza de esa fiesta es que ha desbordado su contenido y sus valores y ha hecho que sea una fiesta internacional» (1 de diciembre de 2016).

Esta frase no es de la última carta pastoral del obispo de Madrid, ni del último discurso del Papa Francisco en el último ángelus. Es una cita de la alcaldesa de Madrid, la Excma. Sra. Manuela Carmena.

A veces asombra la intuición que tienen los de fuera para explicar lo que hay por dentro. El cristianismo nunca ha tenido el menor reparo en compartir su fe. Se quiera o no, su vocación es católica, término cuya etimología griega apunta a la universalidad (“kata”- sobre; “olos”- todo). Sigue leyendo

¿Dónde quedó la religión? Un análisis histórico-filosófico

En Filosofía/Pensamiento/Religión por
Ícaro Henry Matisse

Por José Luis Sánchez Nogales
Catedrático de Filosofía de la Religión
Universidad de Granada

Dentro de la historia de la cultura se han dado diversos momentos de enfoque crítico religiosa desde la filosofía, la teología y otras ciencias. Ya en la filosofía griega se dio un primer enfoque filosófico crítico. Fue una primera filosofía preferentemente crítica de la religión surgida a raíz de la crisis del escepticismo (Demócrito) y del materialismo sofístico (Protágoras y Critias). El paso se da con la sofística -muy parecido al que luego se dará en la ilustración- y sus resultados caminan en dos direcciones: Sigue leyendo

Los hijos malditos de la Historia (1978-1995)

En Pensamiento por

“Lo que posees acabará poseyéndote” – afirmaba con desprecio Tyler Durden – “Suéltate”

El Club de la lucha: Una película que fracasó en la taquilla pero se convirtió con el tiempo en un obra de culto. Una peli que, al margen de otras posibles consideraciones, podemos leer como una crítica brutalmente nihilista y amoral-no apta para estómagos delicados- de la sociedad consumista occidental de antes de la crisis.

Una crítica de la sociedad consumista. Sí, esa que vio caer el muro de Berlín y que creyó haber llegado al “fin de la Historia”. Sí, esa que celebró la muerte de Dios y el ocaso de las ideologías. Esa que dio a luz a la que los sociólogos llamaron la “generación Y” y que es la nuestra, la de los nacidos entre los finales de los 70’s y mediados de los 90’s. Los “GYPSY” (Gen Y Protagonists & Special Yuppies), egocéntricos y narcisistas, protagonistas indiscutibles de nuestra propia película.  Los GYPSY: la generación  que llevó a algunos a hablar de la “crisis de las élites”. Clases medias y altas enriquecidas y descreídas, cuyo único credo fue la diversión, y su único mandamiento, el consumo. La ropa y la música, las nuevas formas de afiliación: eres lo que vistes, eres lo que escuchas Sigue leyendo

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