La mirada de mi padre fue mi amparo
Los hijos nos recuerdan continuamente que también nosotros fuimos antes –somos– hijos de alguien. Al menos para mí, la experiencia de ser padre trajo renovada la pregunta o conmoción interior por el origen. Es inevitable. Al mirar a nuestros hijos, al descubrir su fragilidad, su radical desamparo, descubrimos con asombrosa nitidez nuestra enorme deuda, cuya cicatriz llevamos impresa desde el primer momento en ese vestigio gracioso –casi cómico–que es el ombligo.
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