“Lo que más echaba de menos era la información”. El senador norteamericano y excandidato a presidente John McCain ha confesado que durante los casi seis años que estuvo prisionero tras la guerra de Vietnam lo que más echó en falta no era la familia ni los amigos, ni la libertad, la comida o la comodidad. Lo que realmente echó de menos era la información.
Y es cierto que necesitamos la información para vivir. Y para establecer vínculos, para identificarnos, para incrementar nuestra cultura, para ser libres, para gobernarnos. Esa información es la que suministran los medios de comunicación y la que elaboran los periodistas, a quienes la sociedad ha encargado que presten ese servicio, como a los arquitectos ha encargado que diseñen las viviendas y a los médicos que cuiden nuestra salud. De los periodistas la sociedad espera una información veraz, exacta y ecuánime, que permita a los ciudadanos ser más libres.
Pero lo que el ciudadano desea, o debería desear, es rechazar el rumor, el insulto, el acoso y las conclusiones precipitadas disfrazados de opinión. Y el rumor, el insulto, el acoso… proliferan desgraciadamente en los tiempos actuales, amparándose en la amplitud de Internet y en la abundancia de redes sociales, y lo que hacen es contaminar al auténtico periodismo. Por eso el periodismo está atravesando una crisis de confianza en una época de transición como la que estamos viviendo.
El ciudadano desea o debería desear rechazar el rumor, el insulto, el acoso y las conclusiones precipitadas disfrazados de opinión.
Es cierto que esta no es la primera vez que en la historia del periodismo se vive una etapa de transición. Ha ocurrido y ocurre cuando se producen cambios sociales y tecnológicos importantes. Pero en esta ocasión, con el auge de Internet, entre otras razones, el choque es quizás más dramático. Entre otras causas, porque proliferan las empresas que no son periodísticas, aunque se dediquen a publicar y transmitir noticias, y lo que consiguen es que la información sea sustituida por un comercialismo interesado y la prensa pierda su papel de vigilante de los otros poderes de la sociedad.
Son muchos los que se preguntan si, pese a todo, la prensa verdaderamente informativa sobrevivirá. La respuesta depende de los periodistas y también de los ciudadanos, si les importa recibir una información auténtica, precisamente por su condición de ciudadanos. Ahora, las nuevas tecnologías permiten a cualquiera que tenga un ordenador y un módem afirmar que hace “periodismo”. Y, junto a ello, la tecnología permite que aparezca una organización económica del periodismo que no sigue las normas de la profesión.
Pero ni la tecnología ni la técnica definen al auténtico periodismo. El objetivo del periodismo sigue siendo proporcionar a los ciudadanos la información que les permite ser libres.
Ni la tecnología ni la técnica definen al auténtico periodismo. Sus primeros mandamientos son la obligación es la verdad y la lealtad a los ciudadanos.
Dos autores norteamericanos han concretado en unos puntos los elementos que la historia y la experiencia han señalado como básicos para fijar la fidelidad del periodismo. Según escriben Bill Kovach y Tom Rosenstiel en Elementos del periodismo, el primero de esos “mandamientos” es tener en cuenta que la primera obligación del periodismo es la verdad. Además, el periodista debe ser leal, ante todo, al lector, al telespectador, al oyente; es decir, a los ciudadanos. Y para alcanzar sus objetivos debe imponerse como disciplina la verificación de la información.
Kovach y Rosenstiel recuerdan que el periodismo debe mantener su independencia respecto a aquellos de quienes informa y que debe ejercer un control independiente del poder. Los autores apuntan a que los medios de comunicación deben ofrecer un foro público para el comentario y la crítica. Y como normas de actuación de los periodistas, insisten en que las noticias sean exhaustivas y proporcionadas. A las empresas periodísticas les recuerdan que deben respetar la conciencia individual de los profesionales. Se trata, en resumen, de que el periodismo se base en sólidos principios para que los ciudadanos reciban la información que esperan, esa información que el senador John McCain tanto echó de menos durante su cautiverio en Hanoi.