Conviene no subestimar a Greta Thunberg. Por lo pronto, ha resucitado a “Hanoi” Jane. “La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud”, me dice el buscador de citas que dijo François de La Rochefoucauld. En cualquier caso, no si eres Jane Fonda.
Creo que en las facultades de Periodismo se sigue estudiando todavía el efecto denominado como “espiral del silencio”. Introducida por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, se trata de una teoría que muestra la opinión pública como una forma evidente de control social en la que los individuos con opiniones diferentes se sienten demasiado intimidados por las opiniones de la mayoría, que son las que asientan lo que se considera como socialmente aceptable.
“El ser humano es el animal con mayor capacidad de adaptación al medio“. Este dicho popular convence. Solo un científico se atrevería a refutarlo. El resto de los mortales pensamos en los esquimales de Siberia, en los bereberes del Sáhara, asentimos y seguimos a lo nuestro. Si aún le seguimos dando vueltas, la frase gana enteros al revisar el curriculum de una especie capaz de resistirse incluso a su propia amenaza. Obviemos la aseveración científica porque imagino que habrá alguna bacteria, parásito, insecto, o algún ser del inagotable espectro de la vida y sus formas que sea capaz de existir con una cantidad ínfima de oxígeno, bajo alta radiación o sometido a no sé qué tipo de rayo solar ultra-magenta. El caso es que posiblemente ninguno de ellos vea tan amenazada su existencia por su propia raza, por sus iguales.
La Carga (‘Teret’) es un camino cuesta arriba, que entremezcla y evidencia las diferencias entre la duda, la inseguridad y la tensión. El trabajo de Ognjen Glavonić consigue meter al público en la piel del protagonista del filme, un gran Leon Lucev que encarna la incertidumbre, el miedo contenido y la ligera apariencia de normalidad que se vive en los albores de una guerra borrosa y omnipresente.
Tras ganar el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín, la película ‘Gracias a Dios‘ de François Ozon llega a las salas españolas el próximo 18 de abril. Lo hará no sin levantar ciertas asperezas en el seno de la iglesia gala y provocando la movilización del público – creyente y no-, cuya afluencia ya supera las 900.000 barbas en las salas de cine durante las últimas siete semanas.
‘Dolor y gloria‘ no es una obra maestra. Pero es la película más cuajada y más notable que firma su autor desde la última que mereció tal calificación, Volver, hace ya trece años. Desde entonces, Pedro Almodóvar ha dirigido títulos fallidos – ‘Los abrazos rotos‘ -, interesantes – ‘La piel que habito‘ y ‘Julieta‘ – y directamente horribles – ‘Los amantes pasajeros‘ -. Cada uno era diferente del anterior, pero todos tenían algo en común: un aire postizo en diálogos y situaciones. ‘Dolor y gloria‘ confirma lo que antes era sólo una sospecha fundada: su director vive aislado de la realidad. Si ‘Volver‘ transmitía tanta autenticidad –“mi Borja, que me lo han vuelto a apercibir de expulsión”– era por la influencia, reconocida por el propio Almodóvar, que en ella habían tenido sus hermanas.
La historia de cada persona pasa por momentos concretos. Hay acontecimientos puntuales donde la vida cambia, y que ocurrieron en ese momento y no en otro; en ese lugar y no en otro. Puede ser un día, un mes, o una estación. Y el del 93, a priori, fue un verano como tantos otros. Menos intenso, quizá, que el anterior, con la llama del Estadio Olímpico de Montjuic ya consumida y la omnipresente figura de Cobi que comenzaba a fosilizarse como un icono pop de nuestra historia reciente. Yo tenía cuatro años aquél verano del 93 y sólo guardo dos recuerdos: el viaje a Jaca con mi familia y la llegada de mi hermano Pablo. Uno de esos recuerdos se convirtió en hito, en memorial, en uno de esos acontecimientos puntuales donde mi vida cambió (aunque de eso fui consciente más tarde). Efectivamente, no fueron las vacaciones en los pirineos.
La película de Peter Farrelly nos cuenta la historia real de la gira de un pianista negro por el Sur profundo de los EEUU en los años ‘60, la década en que estaba Kennedy en la Casa Blanca, la mafia italiana en el Bronx y el KKK en Missisipi.
David Lowery nos presenta este drama envuelto en seda del Mid – West, pero seda de todos modos, una película perfecta, aunque probablemente por y para nostálgicos. Nos cuenta la historia de Forrest Tucker, un encantador criminal de largo recorrido que se resiste dejar esa vida, aunque desde el minuto uno parece, más bien, la historia de todos los personajes de Robert Redford (Out of Africa, The Sting).
Quiso
ser un héroe, y acabó siendo un villano. Mel Columcille Gerard Gibson, fue
durante dos décadas, una rutilante estrella de Hollywood. Llegó a ser ese
“hombre duro” que interpretaba con maestría personajes heroicos y atormentados,
desde las exitosas sagas de Mad Max yArma
letal hasta su oscarizada Braveheart (su
segunda experiencia como director tras El
hombre sin rostro), pero terminó siendo acusado de casi todo lo peor
que se puede ser: alcohólico y mujeriego, infiel y maltratador, xenófobo y
racista.
Comedia crítica de tintes macabros, el filme de Adam McKay, recorre la vida de Richard “Dick” Cheney, que ocupó varios cargos de creciente responsabilidad en la Cámara de Representantes y la Casa Blanca durante las cinco administraciones republicanas entre Nixon y George W. Bush, con el que llegó a ser el vicepresidente – doble sentido del título – que más poder ha acumulado en la historia de EE.UU. El elenco es de lujo: Christian Bale (El Caballero Oscuro, The Fighter), Amy Adams (Julie & Julia, La llegada) y Steve Carrell (The Office). Vayan al cine sin esperar un relato estricto o historicista, mucho humor negro y amargo, una crítica dura a las democracias liberales representativas, aunque pretenda limitarse solo a Cheney y a su partido, y una línea narrativa abierta a innovaciones.
Este artículo contiene gran cantidad de revelaciones argumentales de la cinta Avengers: Infinity War (Anthony Russo y Joe Russo, 2018).
En él me contento con mencionar algunos aspectos cinematográficos que me han llamado la atención; no busco elaborar la summa definitiva acerca de la película.
Sólo pretendo compartir reflexiones misceláneas sobre los aspectos hermosos (bueno, algunos muy hermosos no son) que he descubierto en este filme.
La importancia del morado
Es más morado que violeta, ¿no? ¿O es lila? Me refiero a la epidermis de Thanos. El morado, ese color tan difícil, pero que ha sido tan bien utilizado por algunos, como el departamento de arte de Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013) que vinculó este color a Marie Schrader. Lo violetacio tiene una gran importancia narrativa en Avengers: Infinity War. Vean.
El color morado está particularmente bien integrado en las secuencias espaciales. La fotografía de Avengers: Infinity War, en esas secuencias en las que los personajes rondan cerca de alguna cristalera de una nave espacial en plena travesía, consigue que resulte igual de creíble una iluminación espacial blanca pura que una morada/violeta intensa. Miren estos dos fragmentos de fotograma:
No en pocas ocasiones la fotografía de la cinta prefiere la opción lila y opino que, por lo general, escoge la moradez con una intención narrativa muy concreta: la anticipación de la desgracias, la preparación de la pena capital, el anuncio del desastre.
Thanos es el titán de la muerte y su color es el morado. Por este motivo, no sería extraño encontrar un cierto vínculo entre el morado y la muerte. Desde el comienzo, en la secuencia en la que Thanos y los suyos exterminan prácticamente todo signo de vida en la nave asgardiana, se marca una tendencia: cuando en el espacio la luz morada se posa sobre los personajes o sobre su entorno: o bien identifica al responsable último de la muerte que ha alcanzado a esos personajes (Thanos) o bien anuncia que más adelante les sobrevendrá la muerte (y que Thanos será su causa eficiente). Véase, por ejemplo, la exageración de la luz morada en la conversación entre Peter Quill y Gamora (un poco más arriba). Ambos -en diversos momentos- serán inmolados por Thanos.
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Este color marca su propio camino narrativo en la historia. No en vano la primera gema del guante(lete) de Thanos es de color morado y, por si con lo dicho hasta ahora no quedaba claro, el titán lila parece utilizar precisamente esta gema, la del poder, que es de color morado, para torturar a Thor (hasta la muerte, si fuera necesario). Incluso las llamas que destruyen la nave del pueblo asgardiano son moradas (y en botella).
Fíjense en la siguiente secuencia y valoren por ustedes mismos si la narrativa del morado en Avengers: Infinity War no es el relato de la muerte, su anuncio o su escenario. Es más, pareciera que esta muerte de Gamora sintetizase lo esencial de la gran masacre final de Thanos: las muertes de unos garantizan que otros vivan.
Se trata de la enésima mutación de la muerte sacrificial que busca que los que permanecen con vida vivan en paz a costa de los chivos expiatorios disponibles. Esta gran muerte a escala galáctica que pone en marcha Thanos nos recuerda a otros planes como el de Ozymandias en Watchmen (Zack Snyder, 2009): matar a millones de personas para garantizar que la guerra no acabe con más personas. Es la cosificación del otro, su reducción a ofrenda para obtener la paz social. Por si esta reminiscencia al sistema sacrificial arcaico todavía resulta borrosa para algunos, recomiendo prestar atención al lugar del sacrificio en el fragmento anterior: un altar antiguo tan exagerado como magnífico.
Seguramente,el personaje más luminoso de todos (en cierto sentido) sea Thanos. Su pretensión, reconocida como villana, no está muy lejos de lo que muchos organismos internacionales buscan: controlar la población mundial por medio todo tipo de estrategias demográficas. Thanos y nuestros dirigentes comparten una supuesta buena intención: hacer la vida de las personas mejor (y si para ello hay que jubilar de la existencia a muchos congéneres, pues, oyes, se hace y punto). En el caso de Thanos toda la operación es tan clara que no existe ambigüedad moral en su calificación; no así en lo referente a los ideólogos a los que tanto les pirra la “gestión” de la sociedad por medio de todo tipo de mecanismos de control de la fertilidad o incluso de la eliminación directa de seres humanos, especialmente los más desprotegidos.
Estoy totalmente convencido de que este paralelismo que descubro no está buscado por los creadores de la cinta (aunque algunas declaraciones de los creadores pueden dar a entender todo lo contrario) pero, claro, cuando el escritor profundiza en la lógica de su mundo ficcional termina pronunciando palabras muy significativas para el (mundo) nuestro.
La preguntita por los vínculos fuertes del superpoderoso
Tras mucho altibajo en su relación, Tony Stark/Iron Man y Pepper Pots por fin “vuelven” y hasta parece que están dispuestos a criar hijos. El proyecto familiar promete. Evidentemente, este gran cambio de rumbo en la relación de los tortolitos sólo aparece en pantalla para ser destruido minutos después y, de esta manera, perpetuar: a) el paradigma de la soledad crónica del superhéroe; b) y la maldición de las promesas que nunca se pueden cumplir (de eso que no falte). Además, si la promesa puede prometer, a su vez, otra promesa (es decir, ser una promesa de una promesa) mejor. Cuando la promesa es un recurso retórico y no se formula con al intención honesta de responder a su ser, entonces, la relación entre los implicados se ve dañada forzosamente. Ya ven que en el primer tráiler de la continuación de esta película Stark -que gira sobre su propio eje en una galaxia muy lejana- le manda un audio de guasap a su amada declarando una serie de sensiblerías que no se cree nadie.
Una de las virtudes de la película es la función ordenadora de Thanos: al señorito Stark, ese megalómano tan necesitado de realidad, le pone en su sitio en un santiamén. La muerte nos ayuda a situarnos ante la existencia, la de verdad, no la que nos hemos fabricado. La obra de Stark, el constructor, no resiste la prueba del algodón, es decir, el reto del pendenciero galáctico. El siguiente vídeo reúne los fragmentos de la batalla entre ambos, diseminada en varias secuencias que llegan hasta el comienzo del último acto. Moraito deja suave al buen Tony.
Si mal no recuerdo, las secuencias que muestran las muertes por espolvoreo (al Odin style en Thor: Ragnarok, Taiki Waititi, 2017) tras el chasquido de dedos de Thanos no dan noticia de la muerte de Pepper. Ahí lo dejo, para pensar.
El debate sobre la calidad de la película
Algunos la consideran una de las mejores películas del cine de superhéroes. Otros, como Jordi Costa, son más moderados y sencillamente se congratulan. Algunos, por el contrario, consideran que la cinta de los Russo es tan aburrida como “chupar un clavo”.
Personalmente, creo que si nos atenemos a cuestiones puramente cinematográficas (imagino que si se trata de juzgar una película, este criterio debiera ser el primero y el más relevante) filmes como Unbreakable (M. Nigt Shyamalan, 2000), The Incredibles (Brad Bird, 2004), The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), Chronicle (Josh Trank, 2012), X-Men (Bryan Singer, 2000) o Logan (James Mangold, 2017), sólo por dar algunos ejemplos, globalmente son superiores al relato que nos ocupa.
Avengers: Infinity War está repleta de errores cinematográficos que hacen que la factura de la película descienda; véanse, por ejemplo: el fallo de rácord en la posición de Tony Stark/Iron Man durante el primer acto, cuando se apoya en una antigüedad alojada en el magnífico recibidor de la mansión de Stephen Strange/Dr. Extraño; de nuevo en esta secuencia, cuando Bruce Banner/Hulk comienza a hablar con Stark sobre Steve Rogers/Capitán América existe otro error de rácord de posición en algunos contra planos que retratan la conversación entre estos dos superhéroes; en la primera secuencia, el CGI del estrangulamiento de Loki a manos del Sr. Lila no está terminado. La lista es larga. Fíjense que aquí sólo he hablado de cuestiones visuales y de realización que están localizadas en el primer acto (si bien es cierto que seguramente este tramo de la narración sea especialmente crítico en el aspecto que trato).
En esta película el trigo se mezcla con la cizaña de manera formidable. Sin abandonar ese momento del primer acto en los dominios del Dr. Extraño, encontramos que después de una realización accidentada de la conversación a cuatro en la mansión del hechicero, por el contrario, la manera de mostrar el descubrimiento visual de los villanos en el exterior es muy interesante (desde que sienten que algo no va bien, para ser más exactos).
A modo de complemento sobre este asunto que comento, creo que, fundamentalmente, el siguiente vídeo dice verdad:
Habitualmente las historias reclaman la “suspensión voluntaria de la incredulidad”. Esta disposición es invocada por el mundo ficcional, pero, para que dicha concesión del lector se mantenga, el relato debe ser coherente y la acción de los personajes ha de respetar lo posible, lo verosímil.
En el caso de Avengers: Infinity War existen demasiadas renuncias a la verosimilitud narrativa en favor del espectáculo, el fanservice, las sorpresas y el lucimiento de Moradín. Dicho de otra forma: la inconsistencia narrativa del filme no la toleraríamos prácticamente en ninguna otra película, pero aquí lo perdonamos porque nos han hecho el favor de gastar millones de dólares en juntar a la mayor parte de nuestros personajes favoritos en una gran historia coral con final devastador. No quiero ser tiquismiquis, pero el pesado fardo del delirio narrativo en el conflicto entre Iron Man y Capitán América en Captain America: Civil War (Anthony Russo y Joe Russo, 2016) no ayuda a elevar el nivel de verosimilitud del relato.
En este sentido, creo que no es demérito alguno para el espectáculo visual y afectivo que propone la película el reconocerle un valor de entretenimiento poéticamente defectuoso pero industrialmente satisfactorio. Lo que ofrece no es una buena historia, sino otra cosa; y eso no tiene por qué perturbar a ningún “fan” siempre que detectemos que esto que tenemos delante es un subproducto y que, como tal, funciona bien.
Sobre la psicología de los personajes
Si el desorden y la arbitrariedad con los que hasta el momento he ido aspergiéndoles la información no les ha desconcertado lo suficiente, aquí va otro apartado bastante heterogéneo. En cierto sentido creo que el caos de mi texto es adecuado e, incluso, proporcional a la película que comenta.
Aunque es digno de celebración que el bueno de Thor haya vuelto ligeramente a ser ese dios nórdico solemne, lo cierto es que es difícil no recordar el episodio alocado de Taiki Waititi. No creo que el dios del Trueno limpie con facilidad esa mancha, ese error de rácord psicológico. No obstante, pienso que el trabajo con Thor en esta película merece un reconocimiento en cuanto a lo que a la reconstrucción de su dignidad se refiere.
En este vídeo se muestran los últimos momentos de Thor: Ragnarok y los primeros de la última entrega de los Vengadores. Fíjense en el contraste.
Por otro lado, sea o no un guiño, es agradable contemplar a Peter Parker/Spider-Man, a Stephen Strange/Dr. Extraño y a Tony Stark/Iron Man encerrados en la misma nave en alta mar espacial. No olvidemos que la adaptación cinematográfica del grave y apesadumbrado personaje de cómic Iron Man fue llevada a cabo a imagen y semejanza de la psicología de Spider-Man, ese lenguaraz y escéptico enmascarado lleno de ingenio verbal. Por otro lado, esa misma fórmula fue repetida en la transcripción del personaje del hechicero al celuloide. Si las secuencias que comparte la Terna Cínica no es un homenaje consciente a esta herencia arácnida, podrían ejercer como tal perfectamente.
Hablemos ahora de Ebony Maw, este sujeto de frente generosa.
De nuevo, al personaje más siniestro de todos, que no es Thanos, sino su lacayo ultrapoderoso, le dotan de una suerte de verborrea y ademanes profético-sacerdotales (siempre según ciertas imágenes estereotipadas). Este personaje entronca con tantos y tantos secundarios que nos recuerdan la extrañeza con la que el hombre de nuestros días observa a aquellos que se tienen por siervos de un ser superior. A excepción del cirujano metido a vidente, los personajes más místicos y espirituales de la película son presentados como auténticos dementes aparentemente serenos. Pienso que este dato es significativo y debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar el papel de lo trascendente en el universo cinematográfico de Marvel.
La fábula más valiosa
De entre todas las fábulas que contiene la película de superhéroes más taquillera de la historia, posiblemente la más valiosa sea la que verán aproximadamente en el minuto 1:52 del siguiente vídeo. Pienso que la importancia del momento narrativo en el que se encuentra (un amago de clímax que podría suponer una suerte de punto medio, quizá demasiado débil para merecer ésta última denominación) es un buen argumento para señalar esta secuencia como una de las grandes fábulas, o la mejor, de la cinta.
Me parece que, para apreciar bien la construcción de la fabula hay que discriminar entre Peter Quill/Star-Lord y el resto del supergrupo. Sus compañeros muestran una implicación bastante física en la inmovilización del violento violeta, mientras que Star-Lord contribuye con la activación de algunos cacharros lanzados a distancias prudenciales y, realmente, se acerca a Thanos cuando éste ya se encuentra a su merced. Los otros superpoderosos han hecho el trabajo difícil, él sólo debe contribuir a extraer el guante de la mano del villano. Precisamente el que menos debe aportar en el momento fatal es el menos autorizado para salirse del guion… y lo hace.
Esta conexión entre la ociosidad (entiéndase bien el término, que no es total, sino relativo y referido al contraste momentáneo) y la equivocación me resulta de lo más sugerente. Quizá no buscaron esta imagen, pero el cuadro final presenta a los superhéroes absolutamente implicados en una tarea que reclama todas sus fuerzas mientras que Peter Quill se permite el lujo de acercarse chulescamente a Don Bribón y poner sobre la mesa un asunto que no corresponde. Esta desconexión de Quill con respecto a la realidad (de la muerte, es decir, de Thanos) habla de un desorden afectivo que tendrán repercusiones cósmicas.
¿Sólo el titán presenta deficiencias cognitivas y volitivas en este momento? ¿No existe un cierto paralelismo entre Thanos, que ha perdido el control sobre sus movimientos porque Mantis ha “entrado” en su mente, y el alfeñique de Peter Quill, que también ha perdido el control porque su mente está nublada por la pérdida de Gamora?
La moraleja está clara: quién se deja llevar por la pasión de la irá acaba siendo consumido por ella. No sin motivo, Star-Lord termina desintegrado al final de la película (síííí, sé que una mala conducta no es el motivo para ser espolvoreado, lo séééé). La victoria estaba más cerca que nunca, pero la respuesta irracional del joven contribuye a que los protagonistas vuelvan a una posición de inferioridad con respecto a Thanos. A partir de aquí no habrá nada que hacer. Es posible que en este punto exagere (más que en el resto) pero detecto en esta torpeza concreta de Peter Quill algo así como un (quizá “el”) punto de referencia para comprender el verdadero motivo de la victoria del plan de Thanos.
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En alguna ocasión me he peleado con Dostoievski. ¿Cómo podrá la belleza salvar al mundo, según afirma categóricamente el príncipe Myshkin en su novela El idiota, si es el propio mundo quien se ha encargado de asesinarla? ¿Es acaso este ideal una suerte de ave fénix que emergerá de entre el plástico, la chabacanería, las pantallas electrónicas y el burdo artificio para redimirse y redimir a un hombre que lo vendería por un puñado de monedas? Tras visionar Cold War (2018), la enésima maravilla salida de las manos de ese genio de otro tiempo que es Pawel Pawlikowski, comienzo a entenderlo todo. Sigue leyendo
Este artículo ofrece multitud de información sobre el argumento de Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017). Queda usted avisado.
La cinta de la Mujer Maravilla fue muy esperada por motivos extracinematográficos. Resulta inevitable que los intereses políticos y sociales acaben marcando la trayectoria de alguna que otra película; qué se le va a hacer. Además, la buena o la mala recepción de un filme no siempre se debe a su factura artística. Por suerte para Wonder Woman, muchos de los que entonces esperaban que la historia fílmica de Diana reivindicara la superheroicidad femenina recibieron lo que buscaban. Me alegro por ellos. Sigue leyendo
El cine de Hollywood ha tenido más o menos dos etapas a lo largo del siglo XX, si se entiende este tipo de cine como una especie de diario íntimo del capitalismo contemporáneo. Durante la primera mitad del siglo XX, uno de los géneros predilectos de Hollywood era el Western. Gran parte de nuestros padres o abuelos tienen como referente a Clint Eastwood o la idea del llanero solitario, aquel personaje que intenta conquistar y hacer justicia en un territorio aún salvaje. Es el objetivo central del capitalismo de esa época, es decir, insertar el espacio planetario a las lógicas de la economía mundial (colonialismo).
Las próximas líneas no corresponden a una entrevista aunque la categoría de la página así lo indique.
No lo es porque el personaje evita que lo sea. Hay un número más que generoso de respuestas no acotadas con metáforas que caen con más o menos fortuna en el asunto en cuestión. No hay una línea temática prefijada y parece que el tiempo poco importa en este habitáculo de la calle Alfonso XII, en pleno centro de Madrid.
Juan Manuel Cotelo no prepara guiones, se los encuentra. Dice sentirse incómodo en los preparativos, en el papeleo, en el ir agitando la hucha para producir sus películas. También con las preguntas, con lo excesivamente elaborado, pues esto ahoga, o así lo entiende su interlocutor, la maravilla de lo espontáneo. No tiene ni la más mínima intención de salirse de la etiqueta de “ultracatólico” -signifique eso lo que signifique- y no pretende atraer a las salas donde se pasen sus películas a cinéfilos o entendidos del séptimo arte; pues lo suyo es entretener y tocar el corazón.
Su última película, “El mayor regalo”, nos posibilita un rato con él. En esta casi hora de conversación da la sensación de que pasa de todo estando con las piernas cruzadas.
Como decía Graham Greene en su célebre novela, una historia no tiene ni principio ni final, sino que elegimos el momento de la experiencia desde el cual mirar hacia atrás o hacia adelante. En un momento determinado de mi vida conocí a John Ford. Desde entonces soy más feliz. Nunca tuve un padre o unos abuelos que me pusieran películas, pero gracias a Dios, navegando por la Red me topé con José Luis Garci y Eduardo Torres-Dulce, que han sido como ese padre, o esos abuelos, que me han enseñado lo que es el cine.
A los democresianos nos pirra el cine. Por eso nos marcamos, gracias a los textos publicados por nuestros colaboradores, este viaje desordenado a través de los mejores creadores de historias. Repasamos actuaciones y personajes extraordinarios, aventuras fantásticas, y el enigmático mundo nipón.
Jugar a videojuegos tiene mala fama en el mundo adulto, sobre todo entre los más “intelectuales” que lo tildan de influencia negativa para los más jóvenes y los no tan jóvenes. Lo definen como un intento de arte, abocado al mero y banal entretenimiento evasivo que impide realizarse a quienes dedican horas a este joven y aun por definir, “octavo arte”. Sin embargo, cuarenta años de desarrollo es pronto para finiquitar una tendencia artística tan integrada en la actualidad que como cualquier arte busca expresarse, dirigiéndose fundamentalmente a quien lo vive e incorpora a su experiencia.