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Una reflexión a propósito de “Así empieza todo. La guerra oculta del siglo XXI”

En Cultura política por
Así empieza todo: La guerra oculta del siglo XXI

Vivimos tiempos en los que la política se ha convertido en un escupidero de bilis. En la esfera pública no hay nada constructivo ni ilusionante, solo insultos y anatemas moralistas. Por eso se agradece dar con un autor al que no se le puede ubicar en ninguna bandería vigente, y que en lugar de escribir con dedo acusador se limita a analizar con sosiego los problemas actuales.

Esteban Hernández es un columnista de El Confidencial que desde hace un lustro saca un libro al año. El último es “Así empieza todo. La guerra oculta del siglo XXI“, donde indaga en el porqué de los cambios geopolíticos actuales, cómo el Covid-19 no ha hecho más que agudizarlos, y hacia dónde cree que nos dirigimos con este nuevo orden iliberal que padecemos. 

Son diez capítulos y doscientas cincuenta páginas muy bien escritos -con algunos párrafos cincelados de hecho con gran belleza– en los que repasamos entre otras cosas la conversión en pocos años de China de país feudal a superpotencia, la irrupción del teletrabajo y la digitalización, los populismos, y la nueva cultura mainstream individualista y cínica.    

El capitalismo financiero no construye nada concreto, parasita los procesos productivos, requiere flujos de capital globales, y crece mejor entre sociedades desvertebradas y con estados debilitados. 

Hernández entiende que el origen de los fenómenos sociales está en su estructura económica. Nos dice que en nuestro tiempo coexisten dos maneras de entender el capitalismo, por un lado el fordista, que es productivo, industrial, ávido de enraizamientos nacionales y amparo estatal; y por otro lado está el capitalismo financiero, que no construye nada concreto, parasita los procesos productivos, requiere flujos de capital globales, y crece mejor entre sociedades desvertebradas y con estados debilitados. 

Tras la crisis del 2008, el capitalismo financiero, en lugar de hacer propósitos de enmienda, salvó la situación acelerando su dominio sobre el fordista, lo que explica que cada vez las clases medias y bajas occidentales vivan peor y se sientan más excluidas de sistema democrático liberal, que hasta hace poco parecía incontestable. 

El capitalismo fordista generó muchas injusticias y desde luego no es la panacea, pero como nos recuerda Hernández, había llegado a un punto en que elevó el nivel de vida de la población y funcionaba razonablemente bien. En esta forma de orientar la economía, por ejemplo, cuando un empresario quiere abrir una fábrica de muebles en una ciudad, contrata a los vecinos de la misma, activa una economía de arrastre que beneficia al sector servicios local, y sobre todo paga impuestos en el país, que si el Estado es eficiente se convierten en bienestar social. 

El capitalismo financiero sin embargo no funciona así. Sus agentes se mueven entre ciudades globales, buscando territorios donde hacer operaciones financieras que cada vez se relacionan menos con la economía real y que a menudo implican hacer grandes negocios hundiendo sectores productivos. Luego se llevan los beneficios a algún paraíso fiscal sin que no quede nada más que deslocalización económica y resentimiento social en el lugar donde intervinieron. 

El autor se adentra sin muchos prejuicios en el charco de lo políticamente incorrecto. Ve una degradación de la condición humana como consecuencia del capitalismo financiero, que está detrás de las grandes transformaciones sociales de las últimas décadas. Sus aliados para ello están en las dos bancadas políticas de hoy. La izquierda contracultural, lejos de traer la liberación anunciada en el 68, no ha hecho más que hegemonizar los medios de comunicación para difundir una ideología nihilista y antioccidental que ha enajenado a grandes capas de la población más tradicional, que además era ya la más perjudicada por la desindustrialización. Los llamados partidos conservadores tampoco supieron ver lo que merecía la pena conservar -la common decency orwelliana-, y respondieron a la contracultura progresista con una contracultura individualista que también dinamitaba toda forma de comunitarismo y apoyo a los que se quedaban atrás.

La transmutación de los valores

Ambas corrientes, entre las que oscilamos hoy, no buscaron mantener los valores de siempre sino crear unos nuevos.  Como eso no ha funcionado y básicamente han dejado a las personas perdidas y sin referentes morales centenarios (familia, religiosidad, patriotismo…), ahora se acusan mutuamente de todas las calamidades sociales en lugar de ofrecer proyectos constructivos. 

Hernández repite varias veces y de distintas formas que lo que hay que hacer ya para empezar a recuperarnos es restituir los vínculos sociales y los valores conservadores. Para él, este humano apátrida, solitario y volcado hacia una sexualidad cada vez más bizarra que nos imponen los relatos hegemónicos sólo favorece a los especuladores que hacen su agosto entre personas rotas y aisladas. Tenemos que volver a levantar puentes

Nuestro país no parece tener un futuro muy halagüeño en Así empieza todo. Nuestras élites están poco capacitadas para proyectos a largo plazo y se limitan a oficiar de intermediaros con el capitalismo financiero y los poderes regionales. Muchos de nuestros quebrantos tienen que ver además con la dependencia de Alemania, que no ha estado a la altura como cabeza de la Unión Europea, y cuya alianza con unos Estados Unidos en retirada empieza a ser un pesado lastre. 

Pero las propias lógicas del capitalismo igual sí pueden jugar a nuestro favor. Hernández considera inviable que el propio sistema pueda sobrevivir primando su vertiente financiera, ya que necesita un mínimo de productividad real para sustentarse. Entonces sí es posible que afloje un poco su presión y a corto y medio plazo se recupere la economía industrial. Europa podría recuperar su proyecto unificador reactivando la producción y aprovechando la digitalización para refundarse.

Con la llegada de este período de reconstrucción económica la política biliar que nos ha polarizado y enfrentado como sociedad se iría disolviendo poco a poco, y todos estos populismos abrasivos pasarían a ser malos recuerdos colectivos. La economía que produce bienes tangibles a gran escala necesita de redes de cooperación, suma de esfuerzos, buenas comunicaciones, y política eficiente. Requiere que estemos unidos, en suma. 

Si tuviéramos que resumir nuestra conclusión de Así empieza todo en una frase, sería que la vuelta de un capitalismo fordista que nos obligue a fabricar cosas juntos es tal vez la última esperanza de esta sociedad depresiva y rota.         

La agonía del Eros, según Byung-Chul Han

En Filosofía/Pensamiento por

El amor no es posesión y dominio del otro sino aceptación de su alteridad. Este postulado tan aceptable para la razón y el corazón hoy parece quebrarse. El capitalismo atomiza las comunidades políticas y elimina toda alteridad, al romper la dialéctica del “yo” y del “tú” y someter a la persona a la alucinación del consumismo. Así, se genera una dinámica donde no se mira al otro como una posibilidad de bien sino como un objeto al que consumir. Ante este proceso de cosificación del individuo, Eros se retira. En este breve ensayo Byung-Chul Han, filósofo de origen coreano y profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, analiza la agonía del Eros.

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El apocalipsis sostenible

En Cine/Economía por

Una empresa que fabrica ascensores en Portugal está al borde de la quiebra. Tras varias semanas sin recibir pedidos, unos acreedores irrumpen por la noche en la nave y se llevan los materiales del almacén. A la mañana siguiente, el gerente del lugar desaparece y llega un equipo de recursos humanos de la oficina central. Vienen a negociar los despidos del personal contratado. Con lo que quizás no contaban era con la férrea resistencia de los empleados a abandonar sus puestos de trabajo. Sigue leyendo

Esa molesta creatividad

En Asuntos sociales/Educación por

El proceso de educar es sin lugar a dudas uno de los más complejos y apasionantes a los que se enfrenta el ser humano. La educación necesita de actores que se enfrenten a la ignorancia o la inexistencia absoluta o parcial de cualquier forma de experiencia, con el animo de iluminar el conocimiento ante las encrucijadas que requieran decisiones en el futuro y de construir herramientas eficaces ante los retos que emanan del puro acto de vivir.

Cada ser llegado al mundo, nace sin el discernimiento de lo que es bueno o es malo y sin la capacidad de enfrentarse al dilema moral o ético que se desprende de cada una de nuestras decisiones. Por ello, mientras la educación técnica es acumulativa, pues no se necesita saber que antes de los trenes de alta velocidad existieron los de vapor para entender el funcionamiento y el fin de los primeros, el verdadero dilema es el que se desprende de la educación ética y del reto que representa cada neonato ante la comunidad educativa, social y familiar. Sigue leyendo

Ética en el consumismo. Una reflexión desde Z. Bauman

En Ética/Pensamiento por

¿Tiene la ética una oportunidad en un mundo de consumidores? Así titula Zygmunt Bauman en su versión original uno de sus ensayos más significativos. Para construir el escenario, cita al intelectual checo Václav Havel que declaraba que “la esperanza no es la ciencia del pronóstico”. Y siguiéndole, Bauman vuelve a subrayar que la esperanza no se preocupa de las estadísticas ni de las opiniones mayoritarias inconstantes. Esta Esperanza será más que necesaria para llegar hasta el final del libro que describe un panorama desolador de nuestra sociedad post-moderna.La vida de consumo no consiste en adquirir y poseer: consiste sobre todo en estar en movimiento. No es la creación de nuevas necesidades lo que constituye su mayor preocupación sino el hecho de minimizar, atacar y ridiculizar las necesidades de ayer.

Este análisis de Bauman ahonda en lo que él llama la crono-sociología, es decir, un postulado basado en que los seres humanos son “crónicos”. Solo viven en el presente sin prestar ninguna atención ni a las experiencias del pasado ni a las consecuencias futuras de sus acciones. Este estilo de vida se traduce en una ausencia de lazos con los demás, en una cultura del presente absoluto en la cual sólo importa la velocidad y la eficacia sin favorecer nunca ni la paciencia ni la perseverancia.

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Macron, más allá del marketing político

En Mundo por

El pasado 7 de mayo, Emmanuel Macron se convirtió en el vigésimo quinto presidente de la República de Francia tras imponerse a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Su victoria se redondeó un par de meses después, cuando En Marche, la incipiente formación conformada en torno su figura, obtuvo una amplia mayoría en los comicios legislativos. En ese momento, el jefe del Estado francés más joven desde Napoleón Bonaparte contaba con el respaldo de dos tercios de los electores. Sin embargo, la panorámica hoy se vislumbra bastante más borrosa. Sigue leyendo

Buy Now

En Asuntos sociales/Economía por

Cuando el 11 de Septiembre de 2001 colapsaron las torres gemelas, asistíamos, bajo los efectos de un impresionante shock colectivo, a la macabra representación que simbolizaba el final de una era. Con ellas, se derrumbaba en aquel instante y sin darnos cuenta, todo un sistema político-social que había funcionado, no sin algunos altibajos, desde el fin de la segunda guerra mundial. Un modelo de pensamiento psicosocial y convivencia que había durado aproximadamente unos cincuenta años y que tanto había costado levantar sobre una Europa llena de cadáveres y tierra quemada.

Con el punto final a aquella guerra, y con su recuerdo vivo y perpetuo en todas las generaciones que la vivieron, todos los mecanismos políticos, institucionales, mercantiles, administrativos y sociales, se pusieron al servicio de una paz que debía amortiguar seis años atroces los cuales habían esquilmado a una sociedad cansada y afligida por tanta violencia, penuria y devastación. Sigue leyendo

Lakewood: fe y prosperidad desde el paraíso capitalista

En Diario compartido por

Mi amigo es sacerdote católico en Los Ángeles. Mi amigo está infiltrado en un congreso nacional de Homilética en San Antonio, Texas. No oculta, en realidad, su condición ad aeternum; de hecho, un corta-pega traicionero le hizo registrarse con un Fr. antecediendo su apellido. Pero al fin y al cabo, cuántos feligreses se sienten vinculados filialmente a sus pastores también en la inmensidad de iglesias americanas, el apelativo no resulta extraño.

Él y su compañero mexicano-californiano son los únicos católicos que han acudido a la humedad del río que fluye a los pies del mítico Álamo, más concretamente, a la catedral del Rito Escocés, un calco de un templo octástilo corintio sobre un zócalo que le sirve de monte Olimpo. Unos días cumple su función inicial de macrologia para albergar los capítulos del Sur del Estado, y otros acoge obras de teatro, conciertos, exposiciones, seminarios y conferencias. A todos los actos acuden sin falta dos convidados de piedra, George Washington y Sam Houston, esculpidos en el frente para que no pierdan ninguna de las sesiones de la fraternidad a la que pertenecían. La rigidez de su rostro nos dejará con las ganas de ver qué cara ponen al ver a una de las principales atracciones a este evento, Nadia Bolz-Weber. Sigue leyendo

Una sociedad automática

En Asuntos sociales por

El comportamiento autómata en la sociedad no es un fenómeno en absoluto contemporáneo. De todas las épocas emana una sociedad purista y bienpensante cuyos postulados ideológicos y doctrinas, son impuestos sobre el colectivo general blandiendo como única razón una supremacía moral e ideológica arraigada en los más profundos convencimientos adquiridos a través de la norma, la ignorancia y la costumbre.

Los totalitarismos ideológicos y espirituales, son intrínsecos a la condición humana en su forma más visceral, ya que unificar el pensamiento en una doctrina que aniquile la capacidad individual de discernimiento es la herramienta de conducción más antigua forjada por la mente. Sigue leyendo

Cóbreme en vena, por favor

En Viñetas por
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“Una verdad incuestionable. Tanto tienes, tanto vales. Has mordido el anzuelo”. Los irreverentes de Discordia  entonaban a golpe de charles, bombo y platillo estos versos. En la era del contactless humano, del esfuerzo por impermeabilizarse de las periferias humanas, difícil es caer en una conversación de amigos o  de trabajo donde el consumo no sea el protagonista.

Mis vacaciones, mi coche, mi moto, mi smartphone, mi frigorífico inteligente, mi merienda inteligente…

¿Mi cabeza y corazón inteligentes?

Antropología existencial: la publicidad

En Pensamiento/Publicidad por

Los perros no ven publicidad. Y si por un imposible pudiéramos ofrecérsela, el catálogo de ofertas sería deprimentemente reducido. ¿Qué les podríamos ofrecer? ¿Más comida? Y, ¿de verdad les motivaría tanto si les dijéramos que va a ser más sabrosa, o que viene con Omega 3?

Y es que decía Santo Tomás, con esa biología primitiva pero no carente de sentido común, que los animales actúan motivados siempre y sólo por dos cosas: “cibum et coitum”. (Los poco duchos en latín quizá agradezcan el dato de que “cibum” quiere decir comida). Un manojo de instintos simples y primarios, que, una vez satisfechos, se adormecen hasta que el organismo vuelva a necesitarlos para servir a su supervivencia y al de la especie.

No sucede así con el hombre, y los anuncios de la tele de estos últimos días son la mejor muestra de ello. Porque la publicidad no nos vende comida, vestidos, coches, detergentes. Nunca lo ha hecho. Nuestra necesidad de todas esas cosas, es, en realidad, muy limitada. Las necesidades del cuerpo son muy limitadas. No así las del espíritu.

¿Espíritu?

La publicidad no te vende “cosas”. Ninguna necesidad física de vestido, refugio o comida puede explicar el furor de los hombres por un Rolex o por el último iPhone, y dudamos de que el olor sea tan determinante para decidir a una mujer a comprarse un perfume Chanel nº 5. Cuando compramos, muy a menudo no estamos comprando objetos materiales, sino los valores (“espirituales”, trans-materiales) que el publicista asocia a su producto. Estamos comprando un billete de entrada en el maravilloso mundo Disney que nos promete el anuncio.

Parece que el aburrimiento existencial de los hijos se cura con un huevo kinder

Así es. La publicidad no vende cosas: dibuja un Paraíso. Despliega un glamuroso mundo ficticio, lleno de empresarios triunfadores e individualistas con cochazos lujosos y mujeres despampanantes; repleto de jóvenes rebeldes con ropa cara que distribuyen su tiempo entre fiestas frenéticas rociadas de Heineken, amores apasionados y fugaces bendecidos por Axe y cruceros por el Caribe patrocinados por Malibú. Las mujeres encuentran en L’Oreal la seguridad personal que buscaban, y el aburrimiento existencial de los hijos se cura con un huevo kinder o con algún subproducto de Toys’r’us. Un mundo en el que no podemos (todavía) detener el tiempo o vencer a la muerte, pero en el que, para todo lo demás, puedes contar con Mastercard. El proceso de secularización de la esperanza, iniciado con la Ilustración y continuado con las grandes ideologías del siglo XX, ha concluido en un consumismo frenético que trata de saciar el espíritu a golpe de talonario. Todo lo cual viene a ser una interesante de la confirmación de la teoría de Jean Guitton, para el que el hombre es un ser que materializa, cosifica lo divino (idolatrías, visión de Dios como curandero y tapa-agujeros que arregla mis problemas) y diviniza lo material (así, la “idealización” de lo material que estamos analizando).

Y en ese mecanismo, la publicidad es siempre una mentira piadosa, que nos tragamos sin protestar por un pacto tácito con el “sistema”. La mentira piadosa de pegarle, a un conglomerado de plásticos, nylon, cartón, metal u otros materiales varios, una etiqueta espiritual, un valor.

Porque el publicista lo sabe. Sabe que buscas el coche que refleje tu status social, y la marca de whisky que combine con tu personalidad. Tu calzado y tu cazadora son el uniforme de tu tribu urbana, y las canciones de tu iPod narran tu entera biografía sentimental. Corres a comprar colonias que prometan convertirte en el macho alfa. Adoras el poder, la fuerza, la belleza y el prestigio, y seguirás a cualquier chamán que te asegure poseerlos.

Espíritu sí, por tanto, y espíritu insaciable

Todo eso deseas, y mucho más. No habría suficientes lámparas ni genios en el universo para saciar esa interminable lista de la compra, esa infinita carta a los Reyes Magos que es tu corazón. Ninguno de esos objetos realiza totalmente el valor buscado, y ninguno de esos valores acaba por ser del todo la llave de tu felicidad, ninguno es del todo “what I’m looking for”.  La pregunta es por qué. ¿Podríamos sentir la sed, si no existiera el agua? Decía Feuerbach, que no podríamos desear el agua si no fuera porque somos, por lo menos parcialmente, creaturas acuosas. ¿Podría existir el hambre, si no existiera el pan? ¿Podría existir la soledad, si no existiera el otro? ¿Qué abismo infinito, entonces, despierta esa pregunta enorme que es el hombre? ¿Qué es esa felicidad que nos duele como un miembro que debiéramos haber tenido?

Quizás,  nada, ninguno. Quizás sea el hombre, como dice Sartre, “una pasión inútil”, y el deseo sea, como dice Cernuda, “una pregunta cuya respuesta no existe”…y quizás sólo nos quede tratar de olvidar la pregunta y que la muerte nos pille distraídos.

….o quizás sí.  Quizás sí existe una respuesta. Y por eso, quizás, el verdadero regalo, el único Regalo, con mayúsculas, nació en Belén hace más de dos milenios, y que aseguró, en sus propias palabras ser el Camino, la Verdad y la Vida, el Agua viva que sacia para siempre y el Cordero que quita el pecado del mundo.

Esas son las dos opciones. Ese es el dilema. Sólo queda que hagan sus apuestas…o mejor dicho, que tomen nota de que ya están hechas. Tu vida ya está en la mesa. Sólo queda decidir, con tus acciones, de qué lado del portal de Belén quieres ponerla. Par o impar. Cero o infinito. Todo o Nada. La decisión es tuya. ¡Feliz 2017!

 

La elección de la identidad

En Cultura política/Mundo por

Nacionalismo identitario vs. liberalismo progresista como dialéctica ideológica en el siglo XXI

Una convocatoria electoral, intrascendente tradicionalmente, señaló la esencia ideológica de la Identidad colectiva en el nuevo tiempo histórico de la Globalización (o Mundialización, en un sentido más completo).

La elección del nuevo Presidente de Austria en 2016, cargo más honorífico y representativo que ejecutivo, llenó las portadas de la prensa de medio mundo. Norbert Hofer, del nacionalista FPÖ, y Alexander Van der Bellen, del minoritario partido ecologista, se disputaban en una reñida segunda vuelta un cargo que durante medio siglo a casi nadie importó. Por primera vez en la Europa postbélica, un candidato más allá de la derecha tradicional podría convertirse en Jefe de Estado de un país occidental. Sigue leyendo

Capitalismo, comunismo y zombis

En Cine/Democultura/Economía/Pensamiento por

Cualquier habitante del planeta Tierra que no haya estado hibernando en el último par de lustros puede dar fe de la difusión e intensidad que ha alcanzado el fenómeno zombi. Proliferan sin cesar todo tipo de productos y, sobre todo, subproductos (series, videojuegos, películas, algún que otro libro y hasta juegos de aventura en vivo) en relación a estos cada vez menos inquietantes y ya casi familiares personajes de ficción.

Lo de los zombis es algo más que una moda pasajera, como la de los dinosaurios, y parecen haber venido para quedarse una buena temporada. Estos muertos vivientes, cuyas normas de funcionamiento se han hecho populares al pasar casi intactas de una producción a otra, gozan de una extraordinaria vitalidad. Sigue leyendo

El peor de los materialismos odia la materia

En Pensamiento por

La encíclica del Papa Francisco Laudato sii despertó suspicacias en buena parte del rebaño de los católicos, que consideró que, con la que está cayendo, era poco menos que una frivolidad dedicarse a pensar en la biodiversidad y en los arbolitos.

¿No son asuntos más urgentes el desmoronamiento de las comunidades de fieles, la pérdida de la liturgia y la doctrina, la secularización de las sociedades y la institucionalización y exaltación de conductas que la moral cristiana considera desviadas como el aborto o la homosexualidad? Sigue leyendo

La absurda levedad del ser (madridista)

En Cuero por

El Real Madrid es una trampa mortal para el hombre, un veneno para la inteligencia y una muerte para el espíritu. Conozco media docena de personas con buenas dotes intelectuales que comulgan con la estupidez y sinrazón cuando se trata de justificar su afiliación al Real Madrid. Uno de ellos hasta me ha querido convencer, a partir de una deducción bíblica, que el mismísimo Dios es forofo del Madrid.

Como conozco un poco la Sagrada Escritura, me di el lujo de rasgarme las vestiduras y relatarle el pasaje de David y Goliat. ¿El Madrid es el débil de la historia o el gigante y seboso capitalista afanoso por estamparlo todo con su pie de oro?

Recuerdo todavía mi experiencia burguesa en el Bernabéu. Un madridista me invitó a presenciar la repugnante farsa de las gradas piperas. Sentaditos en nuestros blandos culos, escupiendo cáscaras de pipas mal escarbadas, “contemplamos”. ¿Quién en su sano juicio va a “contemplar” a un estadio de fútbol? El único elemento propio del escenario futbolístico eran los insultos. Pero ¡ojo! No se trataba de insultos al árbitro, ni al rival, ni a los jugadores del equipo contrario. Se trataba de escupir hacia arriba para que nos caiga en toda la cara. Insultar a los propios, pedir la expulsión del técnico o los jugadores. Qué decir si el equipo va perdiendo… Uno se levanta de la silla y se marcha amargado aún cuando quedan diez o quince minutos de juego.

Ser del Real Madrid contradice todo el sentido del concepto “aficionado”. Y lo peor son las victorias. ¿De qué se alegra un madridista? ¿De que su equipo tiene pasta? Porque lo que es alegrarse de un surgimiento heroico de las cenizas, o de una victoria esforzada en contra de todas las predicciones… eso el madridista jamás lo conocerá. No conocerá la proeza davídica del equipo pequeño, ni la fidelidad inamovible del aficionado auténtico.

Necesito un madridista que me explique, si esto es posible, por qué carajo es del Madrid.

Carta desde Omán

En Diario compartido por

Por vicisitudes vitales ajenas a mí y al interés del lector, vuestro querido camarada dio con sus huesos en Mascate, capital de Omán. No sólo eso, sino que encima me comprometí a escribir sobre las andanzas y desgracias que me depararían en aquel remoto lugar del golfo.

Apoltronado en el sofá me encuentro sin saber muy bien qué puedo contar que no pueda descubrir uno mismo en las archiconocidas fuentes a las que acudimos en busca de conocimiento inmediato, superficial si quieren, pero útil al fin al cabo. Si se decide por ello tras esta reflexión de dudosa calidad científica y periodística descubrirán que Mascate es un sultanato absolutista gobernado por Qaboos ibn Sa’id Al ‘Bu Sa’id ( se pronuncia como se escribe) que es un hombre de barba canosa cuidada y de sonrisa perenne. Al menos eso descubrí yo en las infinitas fotografías del monarca que presiden todo establecimiento que se precie en la ciudad. Además descubrirán que existen dos gentilicios admitidos por la RAE: omaní – el más común- y omanés – que recuerda a lateral izquierdo del osasuna más que gentilicio de un país del golfo. Sin embargo toda esta amalgama de conocimientos indispensables no le dirán ni una sola cosa sobre Mascate, sobre Omán, la vida en el desierto ni sobre la posible alineación del Osasuna la próxima jornada. Sigue leyendo

El gran defecto del sistema

En Economía/Pensamiento por

Todo cambio ha surgido de un grito previo; del grito colérico y encabritado, de la indignación profunda, del sacrosanto: “se acabó“. Es furor desbocado, agresiva aversión al mal que ha poseído a todos los hombres de bien que por el bien han batallado, a sablazos sangrientos e incansables; es el motor de la santidad la ira santa, que ha de verse siempre completada por el amor del bien, por el deseo del fin.

No espere el lector encontrar en estas líneas crítica constructiva alguna. No espere el lector soluciones, fórmulas algorítmicas o la vacuna definitiva de nada: ni las tengo ni las huelo. Lo único que poseo en mi alma, negro e inflamable como el alquitrán, es un grito que se resiste a resignarse. Sigue leyendo

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