Revista de actualidad, cultura y pensamiento

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belleza

‘Comimos y bebimos’, donde habita la memoria feliz

En Gastronomía por

Y es que es de felicidad, más que de comida, de lo que trata este delicioso manual del escritor madrileño afincado en Londres. De comer y beber, en efecto, pero de comer y beber bien. Habrá comidas frugales, comidas opíparas, comidas rápidas, escuetas, ligeras o pesadas; pero todo buen comer sigue unas normas, un rito, que invita a un goce interior que va mucho más allá de lo físico.

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Etty Hillesum, el cielo en el Holocausto

En Religión por

Esther (Etty) Hillesum, murió el 30 de noviembre de 1953 en Auschwitz, a los 29 años de edad. Durante  los  tres  últimos,  escribió  un  diario  en  el  que  relató  su  conversión al catolicismo y su camino espiritual durante el Holocausto.

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Solo quien ama canta

En Antropología filosófica por

Buscando mis amores,

iré por esos montes y riberas;

ni cogeré las flores,

ni temeré las fieras,

y pasaré  los fuertes y fronteras.

San Juan de la Cruz

En Solo quien ama canta encontramos una serie de deliciosos textos de Joseph Pieper sobre las andaduras terrenales del hombre en torno al trabajo, el ocio y las artes en general y la música y la escultura en particular. ¿Para qué trabajamos?, se pregunta Pieper, y responde siguiendo a Aristóteles: para poder tener ocio. El trabajo ha absorbido el tiempo y el esfuerzo de los hombres, en un régimen de «estado totalitario de trabajo» y el Arte parece asomarse como la hierba entre los adoquines de una acera en tiempos estériles, donde nos preguntamos para qué sirven los poetas, como reza el canto de Hölderlin.

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‘El arte de la fragilidad’, según Alessandro D´Avenia

En Antropología filosófica/Pensamiento por

Cuando en nuestras sociedades se considera la perfección y el éxito como el único horizonte posible, el escritor y profesor italiano Alessandro D’Avenia acude con su libro El arte de la fragilidad para proponer un camino alternativo, “una forma erótica y heroica de estar en el mundo”,  en donde reconocer la inconsistencia y fragilidad humana no implica renunciar a ese fuego interior que nos permite llegar a ser nosotros mismos.

En este original ensayo Alessandro D’Avenia recorre las edades del hombre, planteando un diálogo atemporal y a corazón abierto con el poeta y erudito romántico Giacomo Leopardi (1798-1837), al que el escritor italiano considera su referente. Sigue leyendo

La economía intermedia: cuando Schumacher descubrió que lo pequeño es hermoso

En Economía/Pensamiento por

Vivir con menos, en una economía a escala verdaderamente humana, que muestre que lo pequeño, lo simple y lo sencillo puede ser bello, útil y suficiente. Producir y consumir conociendo lo que realmente necesita el ser humano, frente al uso y abuso insostenible del mundo agigantado que nos convierte en simples números. Utilizar una tecnología a la medida del hombre: accesible, útil y cercana. Organizar y distribuir los medios y recursos económicos desde un plan comunitario basado en valores morales y no solo en cálculos estadísticos. Alcanzar una alternativa sostenible y práctica entre aquellos que propugnan el ”retorno al hogar” y los que que preconizan la “huida hacia delante”.

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¿Qué belleza salvará el mundo?

En Pensamiento por

Búsquela en el silencio, búsquela en la calma, búsquela en medio de la noche y búsquela también en la aurora. Deténgase a cerrar las puertas mientras la busca, y no se sorprenda si descubre que ella no vive en los museos ni se esconde en los palacios. no se sorprenda si descubre finalmente que la belleza no es solo un qué, sino también un quién. (El despertar de la señorita Prim. Natalia Sanmartín)

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Dos herejías sobre la belleza: Soloviev al rescate

En Pensamiento por

Existe una herejía alarmante muy extendida en Occidente. La densidad especulativa de Disney la ha acuñado en el confuso aforismo “la belleza está en el corazón”. Tratándose del cuento de una doncella que se enamora de una criatura caracterizada como “bestia”, supondré que se trata de la posibilidad de amar a alguien independientemente de su fealdad aparente, cuando en su interior reside el bien.

Todo esto me resulta muy confuso. En primer lugar, está la ambigüedad de un “corazón” en el que debe residir un cierto bien que no sabemos muy bien en qué consiste. No menos preocupante parece ese verbo “estar”. La belleza no “está”, no se sitúa. Se corre el terrible riesgo de etiquetar arbitrariamente la posición de la belleza o, más terrible aún, se corre el riesgo de disolver la belleza en un cierto carácter moral.

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El consuelo de la Belleza

En Asuntos sociales por

Leyendo la prensa estos días, mi atención ha sido atrapada por una noticia: la historia de un matrimonio japonés, el señor y la señora Kuroki, que viven en la región de Miyazaki. Ella se había quedado ciega a consecuencia de una diabetes severa y había caído en una profunda depresión. Para consolarla, durante dos años su marido había plantado en su jardín miles de shibazakura, una variedad de flores minúsculas que desprenden un perfume delicioso. Y la señora Kuroki ha vuelto a sonreír, ya sea por el olor de las flores o por el amor de su marido… La historia y el jardín de flores atraen desde entonces a muchísimos visitantes. Hete aquí el consuelo de la belleza.

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La blanca flor de chimenea de José Jiménez Lozano

En Literatura por

Poco antes del comienzo del verano tuvo lugar un encuentro literario de mucho lustre en la Universidad Francisco de Vitoria.  Con ocasión de la clausura de curso del Máster de Humanidades, el periodista, poeta y escritor Enrique García-Máiquez entrevistó al también periodista, poeta y escritor José Jiménez Lozano.

Los alumnos allí presentes asistimos a un intercambio estelar de anécdotas y reflexiones. Se habló, entre otras cosas, de Pascal y de Flannery O´Connor, de los peligros del ‘yo’, de la necesidad del despojo interior y del engañoso relumbrón de los premios (Jiménez Lozano, ganador del Premio Cervantes y del Premio Nacional de las Letras Españolas, afirmó su preferencia por “los jardines y los gatos” en detrimento de las “cortes”). Sigue leyendo

La extinción de los paseantes

En Asuntos sociales/Educación por

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho

Miguel de Cervantes Saavedra

Leía, hace ya bastante tiempo, que eran pocos los que hoy en día dedican parte de su tiempo a la mera errancia, al paseo desinteresado. Algo similar a un caminar sin rumbo predeterminado, que decide su dirección en un presente radical, y que puede variar a medida que dicho caminar va realizándose. Es, en el fondo, un caminar de lo más puro, es él mismo sin fines ulteriores, que entraña una liberalidad casi desaparecida hoy en día en nuestros andares cotidianos.

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El pecado de Dorian Gray

En Democultura/Literatura por

Al igual que ocurrió tras la invasión enciclopedista en Europa, la revolución industrial, y con ella el utilitarismo y hasta el atractivo por lo horrendo –aún más que indiferencia respecto a lo bello–, iban a desencadenar una huida radical hacia la experiencia estética, en búsqueda de la felicidad, de la satisfacción de los anhelos más profundos del hombre. Así fue con Oscar Wilde.

Escribe una única novela el dramaturgo inglés (casi un guión teatral en prosa), con frecuencia considerada como el mejor ejemplo de la corriente literaria del esteticismo: “The picture of Dorian Gray“. El relato, muy original, pivota en torno a tres personajes principales: Dorian, Basil Hallward y Henry Wotton –o Harry, la forma medieval–. Basil es pintor, y decide retratar al joven Dorian, de incomparable hermosura. Misteriosamente, el cuadro se convierte en imagen del alma del modelo; tras la seducción que obra en él lord Henry, un perfecto hedonista, la obra irá mutando y perdiendo su pulcritud al ritmo de la destemplanza del muchacho, hasta ilustrar un viejo decrépito. Sigue leyendo

Oda a la gran desconocida

En Filosofía/Pensamiento por

El otro día me topé de nuevo con Pedro Antonio de Alarcón, uno de mis novelistas preferidos. Ahí estaba, en mi mesilla de noche, interpelándome desde el lomo blanco que lo envolvía; “novelas completas”, se podía leer aún. Lo abrí y escogí una de las que todavía me quedaban por leer: El Capitán Veneno. Y entre hojas desenfadas, aun cómicas –que vivamente recomiendo–, me encontré con esta perla: Sigue leyendo

Melindres en poemas de mierda

En Poesía por

Fueron dos, pintaron un muro, y lo llamaron Acción Poética. Y así ha quedado la cosa en sociedad: como cuando mamá le pone «Audrey» a su nueva hija en honor a la excelsa actriz de los sueños de los hombres, y resulta ser tu hermana un no-sé-qué fugitivo de las novelas de Tolkien, o un cuadro de miedo. O un ente del cubismo (y déjenme ahora esconder la mano, damas y caballeros).

Consiste la barbarie de una veintena de edad en imaginar frases chocantes, que interpelen, de temáticas melosas y optimismos de fábrica, y plasmarlas en lugares visibles de la urbe; en muros ruines que porten la blasfemia o paredes de habitáculo cualquiera, como el de la imagen.

Allá va todavía otro muchacho de errática vereda, Marwan le puso su padre, no sabemos en honor a qué actor de fantasía femenina. Cantautor y denominado poeta, que ha cosechado un éxito impredecible para el género.

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Las gordas sois feas, pero sois bellas

En Asuntos sociales/Mujer y género por

Elna Baker, la gorda que no se aceptaba

A propósito del artículo del diario “El País” sobre Elna Baker; a todas las gordas cuya mente, gran esclava en el siglo XXI, more allende lo políticamente correcto. A las gordas (gordas, porque el eufemismo es en realidad un insulto) de mente abierta que trasciendan las pasiones marxistas de la emancipación de la mujer.

Es verdad que las gordas sois ‘feas’. Lo siento mucho. De veras: lo siento.

La conciencia social ha manipulado la concepción de belleza; un consenso social, de la forma por la que haya llegado a producirse, ha establecido una idea común en la mente masculina, un modelo, una causa ejemplar de atractivo.

Cabría preguntarse qué diantre es la belleza, y si son lo mismo el ser-bellolo-que-provoca-agrado. Pero esas disquisiciones metafísicas se las dejo a la lectora.

Es lógico que las mujeres intenten agradar a los hombres tanto en alma como en cuerpo. También los hombres quieren agradar integralmente a las mujeres: forma parte de ese instinto personal, de la naturaleza humana, el mendigar cariño. Somos seres sociales, y necesitamos la consideración y el amor del otro: necesitamos que nos quieran en cuanto somos, en todo lo que somos, en quiénes somos.

En otro ámbito, la autoestima está muy vinculada al asombro producido en quien se tiene al lado. ¡Qué difícil es quererse, es decir, encontrarse “bueno“, si nadie alrededor es capaz de hacerlo! Uno trueca el agrado subjetivo del que ve por la belleza objetiva de lo visto, y así llega a confundir realidad y fantasía. La sensación de desagrado del otro se convierte en un dictado metafísico, en un: “no es por él, es porque en verdad soy fea“.

Una vez más, la mujer es la víctima en la mayoría de los casos, pero también ella tiene que cambiar. Los hombres tenemos que educar nuestra sensibilidad y deshacernos de artificios, de ideas impuestas por un sistema, y volver a la realidad; hay que abandonar inventos eidéticos en favor de la belleza primigenia: la de la mujer real.

Sólo se puede amar lo bueno, sólo puede satisfacer lo bello, eso es bien cierto; pero, al margen de otras cuestiones sobre el amor verdadero (porque esto no se agota aquí), el hombre de hoy ha establecido como criterio de valoración de la belleza de una mujer la mayor o menor adecuación de la realidad femenina a la idea mental, en desafortunada y falsa inversión de los términos. Y eso ha de cambiarlo.

Pero en una sociedad que además fomenta la cosificación de la mujer y excita al hombre con erotismos y reducciones de lo femenino a un juguete sexual, el cambio, mal que nos pese, tardará en llegar. El hombre se deja, en omisión execrable e imperdonable, y desde la pornografía hasta las pasarelas de Victoria’s Secret, los ‘mostradores de la Belleza‘ lo han convertido en un monstruo. ¿Cambiará el hombre cuando la mujer es para él?

Las gordas no podéis esperar a que las piedras se hagan de carne: debéis cambiar también vosotras, y aun con desánimo, con amarga resignación, debéis afrontar la realidad de que los hombres así no pueden querer: se quieren a sí mismos en las mujeres. Es triste, por él y por ella; pero no podéis permitir que se erijan las exigencias sexuales de un demente en criterio de valoración personal. ¡No! No sois bellas por agradar a los hombres: sois bellas, y si el hombre no lo ve es su gusto el extraviado, es él el trastornado.

Entiéndanse las generalizaciones con bondad y en su sentido: aún quedan hombres buenos

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