Arrabaleros, toscanos y ruidos celestiales en el AZ60
Antes volar era una cosa importante. El giro perfecto para las elucubraciones de un niño. Era el punto que necesitaba su locura, su divina inmadurez, para dotar de plausibilidad a una horda de aviadores nazis, de reporteros héroes heridos de bala que encandilaban a mujeres sofisticadas de vestidos rojos y sin ningún atractivo sexual reseñable.
El componente avión, que por norma general solo aparecía en la vida de un niño de clase media en el viaje familiar de verano, implicaba, necesariamente, preparar la historia con mucha antelación, pues lo mejor de la aventura, salpicado de eternas caminatas y carreras de museo, era el vuelo de ida. Sigue leyendo