Contra Querido Antonio y el humor irreverente
Pocas cosas hay peores que un mal prólogo. Solo se me ocurre, por extensión, la obra a prologar.
Hay una pedantería, una retórica, un embaucamiento cutrón de baratija del mercado de Volantis en las primeras páginas de algunos escritos contemporáneos que me supera. Adjetivaciones imposibles, palabras muy sabrosas y afinadas en la nada defendiendo el arrojo de determinado autor para enfrentar con estrepitoso fracaso este o aquel tema.