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artículo 155

Independentismo o hedonismo

En Cataluña/Cultura política/España por

¿Se puede ser independentista y hedonista? Separarse de España, ¿no obliga a romper con aquello que Benjamin Constant denominaba “la libertad de los modernos”, es decir, “la seguridad de los goces privados”, “el goce pacífico de la independencia privada”? Los modernos somos hedonistas y vivimos entregados al hiperconsumismo, descrito por Gilles Lipovetsky como la fuente de la identidad moral hoy en día hegemónica. Para nosotros, la única independencia objeto de adoración es la privada, la que fluye de ese mundo anodino y prosaico constituido por el trabajo, la familia, los amigos y las diversiones en que saciamos nuestra sed de espíritu… Sigue leyendo

“Hasta las últimas consecuencias”

En Cataluña/España por

El pasado jueves 26 de octubre, el diputado de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), Benet Salellas, vino a indicar en su turno de intervención durante una sesión en el Parlamento Catalán que llegarán “hasta las últimas consecuencias”.

Esta frase, “hasta las últimas consecuencias”, tiene un eco particular según la situación en la que sea reproducida.

No suena igual cuando tus trastadas de preadolescente se aproximan al gamberrismo puro y duro y tus padres prometen correctivos severos para enderezar el hombre que estás llamado a ser; que no es otra cosa que un tipo normal.

“Hasta las últimas consecuencias” en defensa de una nación vituperada por las huestes hitlerianas, como era el caso de Gran Bretaña tras el desastre de Dunkerque, tiene que sonar necesariamente diferente en boca de W. Churchill.

Y, del mismo modo, no puede sonar igual cuando quien pronuncia esta frase forma parte de una agrupación política que no condena el terrorismo, que cada vez que les ponen un micrófono (o un megáfono) delante todo lo que se escucha es una mezcolanza de comunismo rancio y dialéctica tumefacta. Alguien que tiene de su lado una guerrilla callejera que además de cuenta de Twitter también va equipada con mochila violenta a manifestaciones o a lo que se preste.  “Hasta las últimas consecuencias”, dicho así, toca esa fibra -para los que desdeñamos la perversa interpretación de la lucha de clases- que hace que te sacuda algún que otro escalofrío.

Cada intervención parlamentaria, cada mención en redes, cada puño en alto desde el estrado,  desprende un tufo a victimismo que asusta al más pintado. Y , quizás, lo más preocupante es que lo único que contiene esa peste histérica es una olla a presión.

Hoy se ha formalizado, con fallo en el recuento de votos (cosa habitual en la cuestión catalana), la nueva y breve república del noreste de España.  Ratificado el 155 en el Senado y presentado un recurso ante el Constitucional tras la fechoría “secreta” que han llevado a cabo setenta diputados del parlamento en el día de hoy, es cuestión de horas que todo el zarandeo de masas y verborrea enloquecida se desvanezca tras un sopor colectivo por el poder del Estado de derecho.

Los gestos quedarán contrariados, como el de la farfullera de Omnium Cultural cuando lanzaba su máquina de mentiras en inglés. Los que han raptado la estrella de oriente y se la han pegado con una plancha caliente a la Senyera,  quedarán confundidos, como los obreros de Babel.

Y mientras la Policía y la Guardia Civil actúan, deteniendo a estos y aquellos, TV3, la “vergonya” nacional de Josep Borrell y de tantos y tantos catalanes,  apurará todo lo posible para seguir con el relato del martirio político, haciendo con infografías y tertulianos arrabaleros equiparaciones imposibles y disparatadas con los casos de Eslovaquia, Quebec y hasta los pueblos saharahui y palestino.

A quienes enfilan, desde una minoría social de facto, un camino hacia la locura les recomiendo un vistazo a aquellos que se pasearon por ella y volvieron acongojados. Quédense para este caso tan solo con los primeros segundos de este bloque de la entrevista de Évole a Rekarte, el etarra arrepentido, quien después de 22 años de cárcel -de nacionalismo exacerbado y aleatorio llevado hasta el explosivo- cayó en la conclusión de que ninguna idea inoculada desde la abstracción de una futura nación merece más la pena que una vida vivida en libertad y de respeto al otro.

“Es que para mí es todo una mentira al final. (…). ¡Pero qué hostias! Si estamos aquí todos mezclados”. 

A estas alturas de los hechos, aunque no hayamos llegado ni al mes desde el 1 de octubre, el único diálogo y encuentro que parece verdaderamente posible con los que cargan y cargarán las mochilas de odio y resentimiento ante lo imposible, es desde el arrepentimiento y reparo institucional. Esperemos estar a la altura para la acogida de los que han perdido, verbigracia Santi Vila, y perderán la dicha. De lo contrario, la próxima generación nos recordará como aquellos que no supieron escribir su historia y terminaron por empezar un conflicto que, como todos, con humanidad y entendimiento de la dignidad del otro seguramente habría sido evitable.

Imagen de portada recogida de la cuenta oficial de Arran

Si quieres saber qué opinamos de la crisis en Cataluña, visita nuestro especial AQUÍ.

La sagacidad del presidente

En Viñetas por
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    Rajoy, ese político.

No debemos dejar nacer un desorden para evitar una guerra, porque acabamos no evitándola; la diferimos únicamente: y no es nunca más que con sumo perjuicio nuestro“. Nicolás de Maquiavelo (El Príncipe, 1532)

Viñeta publicada originalmente en Don Castulo Daily Online y reproducida con permiso del autor.

 

Un mártir por la independencia

En Cataluña/España por

El independentismo catalán ha vuelto a envidar al Gobierno de Mariano Rajoy, envite que se vería reducido a intento si pretendía Puigdemont dirigir el dardo, en forma de ley, contra el Estado democrático. Tanto es así que la supuesta ley de desvinculación de Cataluña de la España opresora, sólo exigiría al Gobierno lo que anunció la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría: recurrir tan pronto alguien se atreva a rubricar esa ley.

Las instancias judiciales serán el escenario para una nueva pelea entre la etérea pretensión de cuperos, junteros y esquerros con la realidad de la democracia y de un país como España: el cumplimiento de la ley vigente en la Constitución. A la hora de contemplar el problema territorial de España, en particular con Cataluña, se trata de saber que España es una nación indivisible que reconoce la diferencia de los territorios que lo forman, no de esgrimir únicamente un sentimiento como respuesta a ver a quién le late más fuerte la carótida. Lo que España es hoy, que reza la Carta Magna, es lo que realmente tratan de petardear algunos sectores políticos catalanes. Sigue leyendo

Los que quedamos en medio

En Cataluña/España por

Jueguen a las naciones si les da la gana, pero háganlo en sus casas, déjennos en paz y respeten la democracia.

Es infantil y tramposo creer que una minoría mayoritaria tiene legitimidad democrática alguna para forzar al resto de catalanes a subirnos a un proyecto que ni queremos ni ofrece ventaja o seguridad alguna de prosperar. De hecho, solo las formas que se están empleando para llevarlo a cabo (la rebeldía contra la ley, el acaparamiento de las instituciones autonómicas, el bombardeo ideológico omnipresente y la utilización del “prusés” para tratar de encubrir a corruptos y violentos) son ya de por sí causas suficientes para que la deriva independentista a muchos nos produzca más dudas que ilusión, como bien señalaba ayer Agustín Pery. Sigue leyendo

Cataluña y la Constitución

En Cataluña/Elecciones 27S/España por
Fuente: Wikimedia
Fuente: Wikimedia

El 6 de diciembre de 1978 se celebró en toda España el Referéndum para la ratificación del Proyecto de Constitución. Los resultados fueron abrumadoramente favorables al sí con un 87,87% de apoyo que en Cataluña fue aún mayor con un 90,46% de los votos, quedando patente un amplísimo respaldo social y político.

Esa Constitución que tanto respaldo recibió en Cataluña fue la que trajo la libertad y la democracia, la que dio al catalán el estatus de lengua cooficial y la que le dio a Cataluña su autonomía, su autogobierno y sus numerosísimas competencias. Gracias a ella hay elecciones democráticas en Cataluña y de ella emanan los poderes de las instituciones catalanas.

Pero en esa Constitución democrática que tanto apoyo tuvo en Cataluña también quedaban meridianamente claros la indisoluble unidad de la nación española, la soberanía del pueblo español, la solidaridad e igualdad territorial y el imperio de la ley. Sigue leyendo

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