La principal lógica de un sistema electoral con segunda vuelta es evitar una repetición de elecciones. O mejor dicho, evitar perder el tiempo de los políticos, de hacerselo perder a los ciudadanos evidenciando la bajeza de miras de los representantes públicos, y de reducir los costes de reorganizar toda la infrastructura electoral desde cero.
Existen diversos tipos de lo que se conoce como ‘balotaje‘ (del francés ‘balloter‘, que en español camina entre lo que entenderíamos por ‘movimiento’ y ‘sacudida’). Países como Francia, Argentina, Uruguay o Chile lo practican con cierta tranquilidad y, más allá de peculiaridades porcentuales, el sistema suele dejar a dos partidos en la lucha por el Gobierno. Un modo de eliminatoria que obliga al electorado a decantarse por un ‘bien’ o ‘un mal menor’. Otra cosa es la elección de los miembros de las cámaras legislativas, que también varía en función del sistema de cada país.
El caso es que, de esta forma, son los propios ciudadanos los que eligen de forma directa al Presidente del país. Un mecanismo que elimina la libertad de los políticos para conformar los gobiernos, y que en última instancia acaba con el principio de Thomas Hobbes, quien defendía la libertad del cargo electo para actuar sin necesidad de rendir cuentas a los ciudadanos, pues él sabe qué es lo mejor para ellos. El nuevo paradigma multipartidista de la política española, junto con la amenaza de los nacionalismos-independentismos, obliga a los partidos a estilizar mucho más su figura, a definir claramente su posición en situaciones secundarias y supuestos. También afina en gran medida las funciones de los representantes políticos. Es decir, su capacidad de convencer, hablar sin decir nada y negociar. Sobre todo negociar; ese arte de saber minimizar la derrota para convertirla en victoria.
Entre los principales agentes de este paradigma político español, Pablo Iglesias se ha erigido como uno los mejores estrategas. Lógico, un politólogo en política. Lo bueno de la política, y salvedad de los ciudadanos, es que los asuntos de mayor preocupación (real o mediática) tienen un peso relevante en los programas electorales y se juegan de puertas hacia fuera, por miedo a un castigo en las urnas. Negociaciones en público, ante las cámaras, con órdagos, amenazas y acercamientos, que se han convertido en la praxis habitual de la política televisiva. Lo mejor de este machaque audiovisual con berborrea política es que uno acaba entendiendo ese lenguaje y, salvo grandes sorpresas, se puede descifrar lo que realmente quiere decir cada político. Al fin y al cabo ese arte de convencer, negociar y dirigir es tan antiguo como la misma especie humana.
Primero la vicepresidencia.
Luego un ministerio para Iglesias y un reparto proporcional del gobierno.
Ahora un gobierno proporcional, pero sin Iglesias.
Este recule del líder de Unidas Podemos nos dice mucho de las sensaciones del propio partido, precisamente por su esencia estratega y maquiavélica (entiéndase la palabra sin una connotación negativa, sino como el arte del estudio del público para comprender su forma de actuar y reaccionar a las diversos estímulos). UP retiró su apoyo a la candidatura del PSOE en La Rioja y realizó una cosulta preferencial a las bases. No se puede decir que no haya tratado de presionar al ejecutivo de Pedro Sánchez. Le han insistido en que debe ceder en algo, que no pueden convertirse en un apoyo altruista sin lograr una posición remarcable, un órgano de poder a nivel nacional o, en un tercer plano, colgarse la medalla de alguna porpuesta o medida social.
El PSOE se ha limitado a decir que confían en llegar a un acuerdo con UP y se han atravido a criticar públicamente la consulta del partido morado a sus bases. Lo cual evidencia quién tiene la fuerza de la negociación y quién ha tratado de ganar peso con una estrategia de tensión (la consulta a las bases), pues ha calentado las negociaciones. Además, la encuesta le sirve a UP para legitimar, hasta cierto punto, su línea de actuación, a la vez que evidencia sus pretensiones: primero intentar un gobierno de coalición y luego, si no se puede, mejor que gobierne el PSOE antes que repetir elecciones.
Sus objetivos escenifican el grado de estrategia que rige la naturaleza del partido morado (nada exiguo al resto de formaciones políticas). Pretender dirigir la Comunicación es un caramelo muy preciado para un partido que siempre ha sabido diseñar un mensaje muy atractivo para el electorado. Es decir, parecería difícil imaginar que Iglesias no utilizase esta vía para ir ganando adeptos y persuadir a votantes de la izquierda, robando apoyo ciudadano al propio PSOE.
El ganador del Goya Antonio de la Torre aplaudió la “altura de miras y generosidad” de Pablo Iglesias por reducir sus pretensiones políticas. Sin embargo, este gesto evidencia algo más que un sacrificio personal en pos del bien común.
Yo, que debo ser más suspicaz, comparto la idea de que el politólogo tiene altura de miras, pero no tanto en un sentido de causa mayor, sino porque ve más peligrosas otras elecciones que dejar gobernar al PSOE y ganar tiempo para reafianzar un proyecto que se ha visto duramente mermado en el último año.
La salida de Errejón, la reubicación de Echenique, la ruptura con Carmena, con Ada Colau y ahora con Teresa Rodríguez, la unión de estas dos últimas a Errejón para formar una fuerza independiente a UP en el Senado… No es el mejor escenario para Unidas Podemos.
En junio, José Luis Ábalos reconoció que “la repetición de elecciones era la vía más segura para el Gobierno de España”. El PSOE se hizo fuerte en su amenaza de volver a sacar las urnas. “Y no les quepa ninguna duda de que las urnas tienen memoria”, sentenció el secretario de Organización del PSOE. Y es que los sondeos le dan la razón: según el Barómetro de La Sexta, más del 56,5 % de los españoles prefiere que no se repitan las elecciones, por un 39,6% que quiere volver a votar. Un 72,2% de los votantes de Podemos es partidario de apoyar a Sánchez en la investidura, a lo que se suma que más del 51% de los votantes de Ciudadanos apuesta por una abstención del partido naranja.
Las cartas juegan a favor del PSOE e Iglesias, que había apostado por la exposición mediática para tensar a la directiva socialista, se ha visto empujado por esta hacia un precipicio cada vez más próximo: “No debo ser la excusa del PSOE para que no haya un gobierno de coalición de izquierdas. Estar o no en el Consejo de Ministros no será un problema siempre y cuando no haya más vetos y la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno sea proporcional a los votos”.
Tampoco juega a su favor la lógica imperante del voto útil que se presupone a los votantes cuando se cansan de que los políticos no se pongan de acuerdo. Casi como una autoimposición del sistema de segunda vuelta. Aunque si bien cerca de un 90% defiende que no cambiaría su voto, que lo haga un 10% de los electores ya puede desbloquear el puzzle de pactos. Como ejemplo, los resultados de la repetición de elecciones en 2016, donde el PP (primera fuerza en los comicios de 2015) salió beneficiado. Algo que también afecta a los ‘bandos ideológicos‘, donde se tienden a fortalecer las primeras fuerzas (el PSOE creció un 0,65% en apoyos y Podemos un 0,44%), aunque también es cierto que la gente suele cansarse de la incapacidad práctica de los políticos y se reduce la participación electoral, algo que tradicionalmente ha perjudicado a la izquierda en España.
El lunes sabrá hasta qué punto es capaz de rebajar Unidas Podemos sus pretensiones y el PSOE de ceder. O dicho de una manera menos mediática: cuánta reducción de pretensiones sigue siendo una victoria para UP y cómo le quedan los cálculos de unas posibles segundas elecciones a ambos partidos. Quizá le den la posibilidad al electorado de mostrar su hastío en una segunda vuelta, con un 10% de votos cansados de la incapacidad política y del juego de pretensiones. De autocensurar la incompetencia e ‘instaurar la segunda vuelta’. Aunque parece que todo dependerá de lo que señaló el maestro de la actuación Antonio de la Torre: de que Pablo Iglesias haya alzado la vista y sea capaz de hipotecar el presente en pos de un mejor futuro.