Es notable que el humor desde Cataluña sobre la realidad de Cataluña en España haya tardado tanto en llegar. Es llamativo que en todos estos años de deriva secesionista, desde las entrañas de la comunidad autónoma, no hubiese salido ninguna propuesta “seria” de tomarse a broma todo lo que está ocurriendo.
Decía Camilo José Cela que “el humor es la gran coraza con la que uno se defiende en este valle de lágrimas”. Parece que los de Tabarnia le han dado tangibilidad a la cita.
Ante la ruptura de la convivencia, donde se ha escenificado la profunda crisis moral que ha destrozado la política española en las últimas décadas; ante la tragedia debidamente anunciada -con base en las legislaturas traviesas repletas de mordidas a un lado y otro de nuestra geografía- han llegado los comediantes para imponer una balada alegre de trompetas.
El giro de butaca de Tabarnia ha resultado ser mucho más efectivo y emocionante de lo que cabía esperar en un principio de la Plataforma de Autonomía de Barcelona, organización también conocida como Barcelona is not Catalonia. Saliéndose del tintero de lo políticamente correcto con ese magnífico corte de mangas de Albert Boadella y con la repercusión que están teniendo, pagan con picardía quijotesca las bufonadas de Puigdemont, el decrépito y furibundo gobernador de la ínsula de Cataluña.


El fundador de Els Joglars y su poder ejecutivo han señalado el absurdo en el que andan abducidos dos millones de catalanes. Y aunque los fundadores de Tabarnia digan que “no es ninguna broma”, lo cierto es que se trata de una chufla, una sana y elaborada jugada humorística que busca tocar lo que cuelga.
Tomarse al pie de la letra sus intenciones de independizarse de los independentistas sería pasar de un artilugio mediático efectivo a una “mentecatería” extraordinaria.
A lo largo de la historia, no pocas veces hemos vistos a los ingeniosos marcarles un tanto al proceder autocrático de los dirigentes de su tiempo. Ahí tenemos la jugada de Gogol a los revolucionarios rusos. Los dedos invertidos de Churchill, que sin el saberlo, no deseaban la victoria del Reino Unido frente a los nazis sino mandar a Hitler a freír espárragos. Las sátiras sempiternas de Chesterton y Belloc contra los que se apoltronaban en los butacones del los Lores y los Comunes en Westminster. O por poner un ejemplo más o menos cercano, las cantaditas de Silvio Rodríguez, que tan pronto hablaba de una damisela que le quebró el corazón como deseaba, veladamente, “una luz cegadora, un disparo de nieve” que borrase para siempre a Fidel Castro.
El humor como arma de descrédito y reubicación del soberbio. Eso sí que es muy español.
La fauna ibérica anda revuelta. El maremagnum de este comienzo de año político no cesa.
Si la semana pasada se reabría la vista del Caso de los ERE, donde medio cortijo del PSOE andaluz se sienta en el banquillo; esta semana hemos conocido la resolución del Caso Palau y las multas millonarias impuestas a la antigua Convergencia por sus exóticas comisiones. También ha empezado la segunda vuelta del juicio de la Trama Gürtel, donde Bigotes and Company no han dudado en señalar a Camps -el tantas veces protegido por M.R.- como cerebro de la caja B valenciana de la charca popular. Por estirar el chicle de la cosa catalana, la Mesa de Edad del Parlament, con sus tres miembros de ERC, han tomado la anticonstitucional y absurda resolución de decir que se puede funcionar con un presidente de Plasma.
Cerramos con la viñeta de Don Cástulo, del que cabe recomendar un detenido visionado de sus exabruptos digitales, y quedamos a la espera de las nuevas quijotadas que vengan desde Bruselas. No les quepa ninguna duda que Democresía estará ahí para sacarle punta y encuentro a la actualidad.



