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Podemos: entre el fracaso y la consolidación

En Elecciones 20D/España por

La consultoría electoral persigue desesperadamente alcanzar el momento indicado en el que la opinión pública y el contexto responden positivamente a las acciones que los partidos y candidatos llevan a cabo. La demoscopia permite identificar aquellos temas que en la agenda pública y posibilita la realización de actividades alineadas con los intereses con mayor potencial electoral.

Hace no más de un año, tras el excelente inicio en una candidatura europea, las puertas de la Moncloa parecían abiertas al profesor y tertuliano devenido en político, Pablo Iglesias. La crisis y el desencanto de los españoles promovió el crecimiento exponencial de Podemos otorgándole 5 eurodiputados a tan sólo pocos meses de la creación del partido.

Durante toda la segunda mitad del año 2014 y la primera mitad de 2015, Podemos llegó a posicionarse como el segundo partido político en preferencia nacional (llegando incluso a convertirse en primera fuerza en las estimaciones durante los dos primeros meses de 2015). Hoy el panorama se ve diferente, siendo desplazado por el PSOE y por Ciudadanos en su carrera por convertirse en cabeza de la oposición y alternativa a un nuevo gobierno del Partido Popular.

El liderazgo de Iglesias se consolidó por medio de procesos de depuración de liderazgos alternativos, centralización partidista en torno a su figura, y mensajes de moderación que buscaron posicionar a Podemos en un espacio de la centro-izquierda y la izquierda no comunista. Este desplazamiento buscaba consolidar una nueva polarización Podemos-PP que reemplazara al PSOE en el binomio político tradicional español de los últimos 30 años.

La estrategia de Podemos e Iglesias se centraba en presentarse como la única alternativa viable, pero la respuesta de partidos de oposición como Ciudadanos y PSOE se centraba en presentar a Pablo Iglesias como un político radical e inexperto. Con una izquierda política muy poblada por partidos menores, el movimiento de Iglesias era lógico, la guerra por la izquierda comenzaba.

Durante el transcurso de 2015, las apariciones de Iglesias se habían dado en clave “distante”, construyendo alianzas con organizaciones y movimientos sociales que le permitieron colocar a sus nuevos asociados en puestos clave a lo largo de España. Él no era el candidato a nada, y se le deslindaba de todos los importantes. Haciéndose con las dos ciudades de mayor importancia en el país, y gobernando en varias de nivel intermedio la estrategia territorial parecía rendir frutos.

Sin embargo, la coyuntura fue cambiando. La crisis, aún sin resolverse, parece atenuarse y la estrategia comunicacional del gobierno ha incidido en las perspectivas ciudadanas (datos en dos momentos aquí y aquí). La demanda de soluciones radicales perdió su generalidad, y la saturación hizo mella en la potencia discursiva de Pablo Iglesias y los suyos. Conceptos como “casta” y “puertas giratorias”, esenciales a Podemos en su ascenso, perdieron toda novedad.

La imagen de Iglesias se mantuvo, sus apariciones se dan en jeans y franela blanca, ocasionalmente acompañados por alguna corbata (inteligentemente mal ajustada). La informalidad del líder puede ser muy atractiva para jóvenes desinteresados por trajes y corbatas, pero en la medida que los españoles se hacen mayores, también aparecen demandas de formalidad. Esto no quiere decir que sólo los jóvenes apoyen a Iglesias, pero sí constituyen el grupo etario que más le respalda.

La descomposición del escenario de crisis absoluta desatendió las expectativas de Podemos, favoreciendo la estrategia de las organizaciones percibidas como menos radicales. El triunfo en las elecciones municipales no ha ido acompañado de una mayor percepción de bienestar colectivo (siendo justos es pronto para juzgar), y la necesidad de pactos promovió un breve clima de incertidumbre ciudadana sobre sus posibles gobernantes.

Asimismo, una organización tan crítica con los casos de corrupción, se ha visto sometida al escarnio público propio de la política. La aparición de Albert Rivera, cuya imagen más seria pero abanderada del cambio sensato, ha destronado a Iglesias como el candidato óptimo para sacar del poder a los partidos tradicionales.

Los estrategas de Podemos no han sabido responder de forma plena, si bien han recurrido a una fórmula interesante: cambiar el bipartidismo tradicional por uno de nuevo cuño, donde el espacio del PSOE sea ocupado por Podemos y el del PP por Ciudadanos. Esto se apreció con claridad al momento de los debates 1 a 1 entre Iglesias y Rivera, donde daban la impresión de ser la generación de relevo a partidos y liderazgos “agotados”.

Sin embargo, el bipartidismo no terminó de morir, y en la derecha el PP ha resistido con especial fuerza (siendo aún la primera fuerza nacional). La frescura e irreverencia, que fueron marca patente de Iglesias, no terminaron de enterrar a su principal rival: el PSOE. Con menos de una semana para los comicios, las encuestas arrojan estimaciones ambiguas.

Para el partido de Iglesias, la situación parece mejorar considerablemente. Con la idea de que la remontada está en puertas, Iglesias se abalanzó frente a sus rivales, consolidando una pelea de 3 por el segundo puesto. Veremos si en su intento por moderarse, Pablo Iglesias y Podemos se consolidan como alternativa de gobierno o fracasan en su intento.

 

Más artículos en nuestro especial sobre los comicios:

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Venezolano, nacido en Barquisimeto, Edo. Lara.Sociólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela (2010), Caracas, Venezuela. Magister en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política de la Universidad Camilo José Cela (2014), Madrid, España. Actualmente Socio fundador y director de Marketing Político en Strategos Consulting Firm.

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