La nueva andanza de Pedro Sánchez al frente del Partido Socialista es una continuidad más liviana, en tanto que sus ideas y pretensiones están más depuradas de críticas en el seno del partido. No obstante, esta nueva etapa trae consigo para Pedro Sánchez dos herramientas que, combinadas, creo que ayudan a entender el “estado líquido” desde el que podemos mirar al PSOE hoy: el discurso y la coyuntura.
Se ha roto el maleficio de alianzas entre Pedro Sánchez y Podemos. A golpe de militancia. Como hiciera en diciembre de su primer mandato, se aseguró de contar con el apoyo de los socialistas de calle para que cualquier amago de disensión pusiera al intrépido osado frente a las masas.
Ese “nuevo viraje” no es sólo producto de los medios de comunicación y los ejércitos de analistas políticos, sino que en su primera etapa ya amagaba en sumar a los morados para ser presidente, vistos los ensayos de las últimas autonómicas y municipales. Incluso García-Page, crítico del secretario general del PSOE, ha pactado en Castilla La Mancha recientemente.
¿Cuál es la diferencia? La diferencia fue su victoria frente a Susana Díaz y la adhesión de Patxi López a su proyecto (otra vez). Ahora tiene vía libre para campar, aunque sea sólo dialécticamente, al clamor de esa “mayoría alternativa”, mal que les pese a Antonio Trevin y Eduardo Madina, los primeros en abandonar ese barco.
Por otro lado, el “no hay más remedio” se ha convertido en el nuevo bastión desde el que el PSOE otea la vida política, si es que quiere mirar más allá del discurso. Pesa más su propuesta de echar al Partido Popular de La Moncloa, de las instituciones y hasta de los chiringuitos de playa, que de proponer una alternativa de gobierno más allá de la narrativa.
Pedro Sánchez se encontró con una grata sorpresa al poco de volver, siendo el mayor beneficiado de la moción de censura fallida de Podemos, más que un posible refuerzo que podría haber obtenido Mariano Rajoy. Desde la grada, pero parece que con ojos en su escaño vacío, contempló un escenario de futuro en su intención de aunar a la oposición, cantemos a coro, “para echar al PP de las instituciones”.
Acusar a Pedro Sánchez de “podemizarse”, como hacen sus otrora socios de Ciudadanos, no es errar del todo el tiro. Suenan parecido, pero tampoco es acertar. En la sombra se trabaja mejor que estando en el centro del debate.
Además, la intentona de Podemos también ha podido causar hasta deleite al “diputado de exteriores” Sánchez. Quienes le disputaban y aun le disputan la hegemonía de la izquierda, que amenazaban, electoralmente, con fagocitarles, han errado su lanzamiento. De hecho, pidieron retirar la suya para sumarse a la que pudiera presentar el PSOE. Después del batacazo, esa opción sigue abierta para Pedro Sánchez, que la encabezaría en el futuro con más diputados que los morados y hasta con su apoyo y el de sus confluencias.
Recuperando el protagonismo perdido
Para el “viejo Pedro” sería el momento de haber tocado la sonata de caballería a la conquista del hemiciclo, pero el “nuevo Pedro” parece haber aprendido de su anterior andanza por Ferraz, no sólo de sumatoria sino de narrativa, aderezada con algo de pillería para algunos, y oportunismo para los más escépticos con el PSOE.
Pedro Sánchez saca discursos, ocasiones para enardecer a los militantes que le han aupado, de ofrecerles un escenario, un rostro y un chorro de voz abrumador. Todo ello lo obtiene de una coyuntura que está poniendo a su favor, la de los traspieses de los otros partidos, véase el último CIS o la declaración de Mariano Rajoy por la Gürtel. Salió pidiendo su dimisión ante el Rey ese mismo día, sin atender preguntas de la prensa. Es como el jugador de raqueta que gana puntos esperando el fallo del otro.
En el mundo fantástico-medieval de George R.R. Martin, Pedro Sánchez era el abanderado de títulos, a nivel nacional, de “perdedor de comicios”, “el que pacta a izquierda y derecha”o “padre de investiduras fallidas”. Entre lo real y lo sarcástico. Como cabeza de cartel ha perdido dos elecciones generales e indirectamente, marró en otras dos, sobre todo en aquél septiembre fatídico. Como en Invernalia, “Ferraz remembers” y Pedro, como Jon Snow, ha vuelto para reinar después de ser “intervenido” por su propia gente, de que le hicieran “terminar su guardia”. La crisis de aquél Comité Federal sigue siendo difícil de leer más allá de una herida de heridas, de escombros. De esas ruinas se está aprovechando Pedro Sánchez, hasta que su escaño deje de estar vacío.
Después de la, perdóneme la historia, “Guerra de las Dos Rosas” los restos sobre los que se recimenta el PSOE son los de Pedro Sánchez. Hoy, como entonces, como en esa cuesta abajo con meta en la dimisión, los números no le dan para desbancar al PP, y más cuando Ciudadanos, como los Frey, cambiaron de bando para apoyar la investidura de su archienemigo en el juego político. No obstante, aunque para la acción le faltan escaños y credibilidad electoral (encuestas al margen), ha optado por el altavoz para hacer lo que puede: tiempo.
Altavoces y voces altas en el PSOE
El problema de mezclar el tiempo con lo voluble de las circunstancias es que el altavoz que Sánchez enarbola, no es el único que funciona en este contexto. No existen hidras de una sola cabeza, y tardaron poco las otras en aparecer. Fue oler a “plurinacionalidad” y salir Susana Díaz a clamarle a Pedro que no le hiciese elegir entre dos lealtades.
El renacido Pedro contó con otras voces y cabezas a favor de obra, mientras continúa con su reforma del PSOE. Desde la nueva Ejecutiva, Adriana Lastra fue su escudera: “No hay dos lealtades”, a lo que José Luis Ábalos desde el Congreso añadió que “No gana quien esté instalado en la polémica de su partido”. Es reseñable que Pedro Sánchez pueda dar por cerrados los debates también desde el aparato del partido, aunque éstos vayan encaminados a hacer malabares sobre el artículo 2 de la Constitución.
Mientras puede salir, o no, ese fruto del trabajo del PSOE, el modelo de la España del puzzle, Castilla La Mancha es el último y también el primer emplazamiento en el que el reelecto Sánchez ve un espejo hacia la política nacional.
Aunque Emiliano García-Page trate de esconder todos los significados del pacto en la necesidad de estabilidad presupuestaria, se encuentra sostenido ahora por Podemos, sin presencia de cargos de Ferraz en su apoyo en el acto oficial, y retratado como susanista.
Óscar Puente, portavoz del PSOE, va al mismo oculista que el líder Sánchez y no descarta la combinación, y José Luis Ábalos reía entre nervioso y divertido cuando en Radio Nacional de España le preguntaban por las palabras de su compañero Puente. Entre las risas nerviosas acertó a decir que es una “hipótesis”.
Si hay que sumar, se suma
Sobre esas bases de arena, sin terreno firme por el momento más que para planear escenarios, el PSOE ha reiterado en varias ocasiones su apoyo y contactos con el Gobierno en lo que, por lo menos, a terrorismo y debate independentista se refiere.
Para hacer oposición dispone de otros tantos temas, amén de la inagotable veta de la corrupción. El contexto del pacto antityihadista es otra operación en esta clave, en la que posar y trabajar con el Gobierno, además de que se trate de un tema de preocupación nacional.
¿No sería el momento para que Pedro Sánchez hiciese oposición y criticase al Ejecutivo por su silencio en Cataluña, su inacción, su plasma…? Es un ejemplo en la frontera de lo irreal, dado que Pedro Sánchez ha “domesticado” el filo de sus palabras en este sentido. Como uno de los dos principales partidos, puede obtener más rédito de transmitir una imagen de unidad al lado del Gobierno, pero también como oposición,.
Es una manera de crecer mientras se concreta la “España plurinacional” y la “solución política y dialogada” con Cataluña. En el “entre tanto”, en cada presencia en los medios de comunicación, el PSOE lo tiene servido al ser un tema por el que es irresistible preguntar y seguir agrandando su sombra, aunque sea, de momento, desde el discurso.