El sudor frío en los poros de militantes, simpatizantes, miembros y relacionados con el Partido Popular no tiene que ver sólo con la moción del ahora presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. De hecho, Rajoy, con su adiosh, descorchó un humeante debate dentro de su partido, que también se había ido mejorando, como los mejores vinos. ¿Quién coge el testigo del PP? Al PP le han entrado de sopetón los dolores: que encima Mariano se va a Santa Pola y no va a usar el dedo mágico como Aznar para ahorrar a los suyos un proceso largo de buscar y elegir un sucesor.


Parece que el ex inquilino gallego de La Moncloa cedió la decisión a la militancia y a los miembros del partido para que el aparato popular desengrasase la democracia interna. Pero también parece una despedida triunfal del todavía presidente del PP: “Ahí queda eso, a regenerarse, os deseo lo mejor, sed fuertes, firmado: Mariano”.
El gesto de Rajoy ha podido destapar, o dar campo abierto, a las batallas con las que él ha tenido que coexistir, como presidente del Gobierno y del partido. Su papel de mediador, o tapón, entre Soraya Saénz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, ya es solo eso: papel, pero que se ha llevado el viento de Santa Pola.
Además, a ello se le suma la famosa y necesaria regeneración o renovación en el Partido Popular. A falta de que el propio organismo político concrete en que se traducen esas palabras mágicas, los jóvenes también están pidiendo su espacio. Esos términos han sido la excusa para el bombardeo de la oposición al gobierno y al PP no solo a nivel nacional. Era un tiro seguro. Por mucha ley o proyecto de transparencia que presentase el ex gobierno del PP, ese desgaste dialéctico y retórico por goteo también cala y ha calado en la sociedad. Mariano Rajoy se quita también este peso de encima.
Ciudadanos le estaba adelantando en intención de voto con una proporcionalidad casi directa. Es decir, a cada nuevo caso de corrupción, más crecen los de Albert Rivera, aunque el caramelo más grande, la Gürtel, se lo haya llevado el PSOE en forma de “legislatura”. Ciudadanos ha fagocitado demoscópicamente al que era su socio de gobierno también desde el ataque al inmovilismo de los populares.
Por ello, en ese debate de la regeneración, han aparecido los vices para encarnar la voz rejuvenecedora en Génova. Pablo Casado, apoyado por Javier Maroto y Andrea Levy, también se ha sumado para anotarse, de entrada, ese tanto. El de la juventud. Ello también significa una menor sombra de haber sido miembros del Gobierno de Rajoy, el de los casos de corrupción, de cara a la militancia. Esa sombra es más alargada en el caso de María Dolores de Cospedal y, sobre todo, de Saénz de Santamaría, que llega, además, a estas elecciones sin cargo dentro del partido.
En total se han presentado siete candidatos a suceder a Rajoy. Siete. De ese total de políticos, todos han demostrado su popularidad, al haber presentado los avales necesarios para concurrir a la elección. Ya sean 3.000, o “muchos”, como Saénz de Santamaría. De entre ellos, solo quedarán dos. Todos han hablado en nombre del partido, de la integración, de querer recuperar el norte, el nombre y las opciones de gobernar. Algo de todo eso tendrán que hacer, por ejemplo, con los cinco candidatos que se puedan quedar por el camino.
Más allá de palabras, a poco que se rasque, la división es casi palpable en las fotografías.
El gobierno que Rajoy mantenía unido por el pegamento de la gestión, del 155 y los presupuestos, se ha descompuesto en tribus. Juan Ignacio Zoido, Álvaro Nadal, Íñigo de la Serna, Dolors Montserrat, Fátima Báñez, etc,, han optado por el cospedalismo o el sorayismo.
Formados los bandos, lo que puedan parecer discursos tranquilizadores para los simpatizantes y afiliados, e incluso para la opinión pública, pueden esconder las peleas internas en el barro entre los contendientes y lo que creo que es el mensaje más importante. Entre la “integración”, el que “Soraya y Cospedal no se van tirar de los pelos hasta la calvicie por presidir el PP” , el “contamos con todos”, está en juego el hueco del centro-derecha del Partido Popular. El descarnamiento del PP en este proceso electoral puede dejarle el tiro hecho a Ciudadanos y al PSOE mirando la escena desde lejos con irónica nostalgia.
Por lo tanto, más que líderes para el partido quizás la búsqueda tenga que empezar desde más adentro, desde la pregunta honesta por “¿qué somos?” “¿quiénes somos?”, por el análisis de la fuga de votos, de cómo limpiar los engranajes del partido manchados de corrupción, etc. Rajoy se ha llevado consigo la respuesta a esas preguntas de “somos la gestión eficaz en emergencias económicas e institucionales”, que llegaba más electoralmente que esos problemas. Sin embargo, esas preguntas siguen el aire para los militantes y la gente de a pie. Estarán esperando quizás que se pueda “sacar algo de partido” después de estas elecciones, más allá de un nuevo rostro.

