Todo discurso -sea deliberativo, forense o demostrativo- busca producir un movimiento de la inteligencia y eventualmente de la voluntad de los oyentes: que el público piense, quiera o haga lo que se les propone.
En su Retórica, Aristóteles aconseja al orador estar atento “a lo que persuade y lo que disuade, y por qué causa se hace o se evita una acción”. Parece una obviedad pero no lo es. Para ser persuasivo, se debe apelar a la sensibilidad del auditorio. El discurso debe ser construido a partir de las conceptualizaciones, categorías, preferencias y rechazos de los destinatarios.
Esa adaptación a simpatías y antipatías dominantes debe subordinarse al propósito específico del orador. La relación entre aquellas y este es la que existe entre medio y fin.


Es justo lo que ha hecho Pablo Iglesias en su discurso de cierre de campaña. Lo ha centrado en la defensa del Estado de Bienestar, ante las amenazas de los partidos de la derecha, que han insistido en la reducción del gasto público y la baja de impuestos como políticas de reactivación y crecimiento económico.
Es realmente interesante el registro de este Iglesias maduro: se presenta como la opción más racional y conspicua de la oferta electoral. Reclama observancia estricta de la Constitución. Parece lejos de la vehemencia del enragé de hace unos pocos años.
Pero lo verdaderamente novedoso es el medio que ha usado para hacer llegar el mensaje: Iglesias ha compuesto un discurso nacionalista. Deja de lado el argumento directamente social, internacionalista, alterglobal y ensaya un registro en el que se exalta el orgullo español. Puede verse a partir del segundo 2:50.
Iglesias adapta su discurso -de forma deliberada o no- a la sensibilidad dominante: entiende que el argumento nacional identitario es el vehículo apropiado para el núcleo duro de su prédica: la apología de las políticas sociales y del gasto expansivo de Estado.
La variación en el registro remite a otro discurso, de origen literario-cinematográfico, que muestra las habilidades retóricas de quien advierte que el clima del auditorio se ha modificado sustancialmente.
Lo verdaderamente novedoso es el medio que ha usado para hacer llegar el mensaje: Iglesias ha compuesto un discurso nacionalista“.
En Don Camillo e l’onorevole Peppone (1955), el entrañable alcalde comunista Peppone Botazzi pronuncia un encendido discurso antibelicista, internacionalista-proletario y pacifista en un acto electoral en la plaza de Brescello. Don Camillo, el párroco, fracasa en sus intentos por sabotear el mitin, hasta que recurre a una medida extrema: pone a todo volumen La canzone del Piave, icono musical del orgullo patriótico italiano, inspirado en la batalla más importante de la Gran Guerra. Vale la pena ver la secuencia, porque está muy bien dramatizada.
Don Camillo se sale con la suya, pero el gran triunfador del día es el alcalde Peppone.
Sin olvidarnos de que es un relato literario y no histórico, no deja de sorprender que a pesar de los traumas del fascismo, la fallida guerra de conquista y el conflicto llevado al territorio nacional, la doble ocupación extranjera, la guerra civil paralela y el epílogo de una derrota que el discurso oficial presentó como victoria, todavía quedaba margen, en esa dura posguerra, para el orgullo nacional. Todo consiste en saber qué tecla tocar.


A diferencia del camarada Botazzi, veterano de la Guerra de 1915, Iglesias no parece dominar bien el registro: dice que “le gusta” España, algo que a oídos entrenados en el discurso nacionalista suena definitivamente insuficiente. Tampoco parece muy cómodo con el discurso. Pero lo intenta. Y el resultado es realmente muy bueno.
Iglesias dice que “le gusta” España, algo que a oídos entrenados en el discurso nacionalista suena definitivamente insuficiente”.
Más allá de estos detalles, lo interesante del asunto son las razones por las cuales Iglesias ha elegido este terreno. Podría especularse con la provocación que supone tomar el argumento principal del adversario, resignificarlo y usarlo en su contra. Sería muy propio de su ego hacer una cosa así. Pero es posible imaginar motivos más profundos. Buen analista de la realidad política -y particularmente de la que se mueve en los confines del espectro de identidades que la integran- Iglesias sabe que la gran novedad de estas elecciones es Vox, ahora legitimado y fortalecido por la representación parlamentaria.
Vox está operando una ampliación de ese espectro hacia la derecha, del mismo modo que Podemos lo hizo en su momento hacia la izquierda. Eso supone un desafío muy relevante: Podemos ha dejado de ser la novedad absoluta en el escenario político español, lo que supone abandonar el vanguardismo rupturista que lo caracterizó hasta ahora y buscar adaptaciones en función de quién tiene ahora la ventaja de la iniciativa.
Eso lo hace moverse hacia estrategias propias de la partidocracia tradicional. Hasta hoy Podemos (Unidas Podemos) había crecido gracias al desgranamiento por izquierda de votos que antes pertenecían al Partido Socialista Obrero Español. En estas elecciones el PSOE parece haber recuperado parte de ese caudal electoral, por muchas razones, entre otras porque en la práctica, las ambiciosas propuestas sociales de Podemos parecen difíciles de llevar a cabo y terminan licuándose con las políticas del socialismo en el poder. ¿Cómo hará Podemos para diferenciarse del PSOE sin por ello romper las afinidades que lo unen a ese partido?
Podemos ha dejado de ser la novedad absoluta en el escenario político español, lo que supone abandonar el vanguardismo rupturista”.
El Partido Popular se hunde al no poder sostener la combinación de elementos que le dio fuerza y vida hasta hoy: constitucionalismo y la defensa y promoción del Estado de Derecho por un lado, el nacionalismo español y cultura de valores tradicionales por el otro (la derecha social). Los constitucionalistas/ institucionalistas prefieren votar a Ciudadanos, un partido joven de jóvenes que todavía no se ha impregnado de la venalidad y las prácticas corruptas del PP. Los nacionalistas y la derecha social prefieren irse con Vox. Ambos segmentos se sienten traicionados y defraudados por las vacilaciones, las manipulaciones, la tibieza y las transacciones del PP.
Ciudadanos por su parte obtiene su fuerza electoral de su confrontación directa con los partidarios y propulsores del procés. A su modo, practican una política identitaria especializada. La eliminación de la representación parlamentaria de los partidos de derecha en la Comunidad Autónoma Vasca tendrá como efecto la profundización de la espiral del silencio. ¿Quiénes, si no las organizaciones políticas que posean un discurso identitario, podrán aprovecharse de esa ausencia?
El Partido Popular se hunde al no poder sostener la combinación de elementos que le dio fuerza y vida hasta hoy”.
Hay una razón más cercana y acuciante. A diferencia de los intelectuales y periodistas del progresismo que se mofan de los “pobres de derecha” que votan a Vox, Iglesias hace una lectura acertada. Seguramente tendrá presente el fenómeno que se dio en las banlieues parisinas a mediados de los 80: los votantes tradicionales del Partido Comunista Francés trasvasaron directamente al Frente Nacional. En una entrevista reciente, Federico Rampini, un periodista formado en la prensa del Partido Comunista Italiano, que por entonces era corresponsal en Francia, sostuvo que el problema fue que la izquierda abandonó las periferias. Entre las demandas de los trabajadores no se destacaba el empleo, los salarios o las prestaciones sociales, sino la inmigración, el delito y la inseguridad.
Parece una buena explicación: la pregunta es de qué modo la izquierda podría seguir representando, atendiendo y ocupándose de estos sectores sociales, teniendo en cuenta la índole de la mutación de las demandas y la nueva sensibilidad dominante.
En la multitud, junto con las banderas moradas, flamean las tricolores republicanas: ¿se constituirán en el símbolo de un nacionalismo alternativo? No parece que Iglesias haya cambiado un ápice sus ideas: la variación que aquí analizamos es puramente instrumental. Pero mas allá de sus preferencias y sus convicciones ideológicas advierte la amenaza, busca la forma de conjurarla y eventualmente, como un político experimentado de esa casta que desprecia, aprovecharse de ella. No parece una empresa sencilla.

