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Pablo Casado: el triunfo del apparátchik

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Se detecta entusiasmo ante la elección de Pablo Casado (Palencia, 1981) como nuevo presidente del Partido Popular. No deja de resultar sorprendente: el joven líder representa muchos de los males que se han señalado hasta la náusea durante la última década de desafección política. Es casi un perfecto apparátchik, ese término coloquial de la etapa soviética con el que se designaba a aquellos funcionarios de responsabilidades difusas cuyo único mérito tangible era el correspondiente carnet del Partido Comunista. Los ocho años (1999-2007) que tardó en aprobar la carrera de Derecho dan idea de su ambición académica. El dato ha pasado casi desapercibido, gracias al mayor ruido generado por sus algo dudosas titulaciones de postgrado. Se ha publicado que sólo terminó –en un llamativo sprint final- porque fue la condición que le puso su mentora, Esperanza Aguirre, para incluirlo en las listas de las elecciones autonómicas de 2007.

Si exceptuamos dos meses de prácticas en el Banco Santander hace quince años, Casado no tiene más carrera profesional que su carrera política. Carismático líder de las Nuevas Generaciones del PP madrileño (2005-2013), su CV se construye a través de esas oscuras labores de asesoría pública, designación “digital” mediante, que tantos titulares han generado en los últimos tiempos.

El vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Alfredo Prada, fue el primero (2004-2007). Después llegaría el expresidente José María Aznar, que lo tuvo al frente de su gabinete personal en FAES entre 2009 y 2011. Para entonces, ya era (por fin) licenciado en Derecho y diputado autonómico. Su talento para enardecer a la audiencia en los mítines le convirtió en asiduo de la cuota pepera en los debates televisivos. Ahí fue puliendo su estilo, que podía pasar de parroquiano de bar en Intereconomía a yerno ideal en La Sexta. Su aznarismo no le impidió prosperar con Rajoy, y llegar al Congreso de los Diputados por la provincia de Ávila en 2011. El de Pontevedra pensó en él para el lavado de cara realizado al partido tras el descalabro autonómico y municipal de 2015. Desde el cargo de vicesecretario de organización, dice ahora, se ha “partido la cara” por Génova 13, compareciendo en las peores noches electorales y en los días en los que ser el rostro visible del PP era más ingrato. En su descargo hay que decir que nunca se le notó estar pasando un mal trago.

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No, Soraya Saénz de Santamaría no era una buena candidata. Su campaña ha sido más bien lastimosa. Creo que en pocos procesos políticos se ha echado más en falta una “tercera vía”. Su representación de la gris tecnocracia de Rajoy tenía que haber ido acompañada de algún elemento novedoso que ha brillado por su ausencia. El incontestable fracaso de su bienintencionada “Operación Diálogo” no podía pasarse por alto. Javier Arenas, Celia Villalobos, Isabel Tocino…en la lista que presentó en el XIX Congreso sólo faltaba Kylie Minogue para ser una tertulia de Hermida de hace 25 años.

¿Qué ha ofrecido Casado en su lugar? Ilusión y esencias mezcladas con audacia, leo en la opinión publicada. Ha conectado con la militancia del PP recurriendo a clichés fáciles de entender que no desentonarían en una taza de Mr. Wonderful. Llamamiento indisimulado a los cuatro gatos que se han ido a Vox unido a la exhibición de la cercanía con Adolfo Suárez Illana, cada vez más metido en el papel de médium. Tiene razón cuando se queja de la ausencia de debate de ideas. No es descartable que ahora Santamaría se arrepienta de no haberlo tenido. La superficialidad de lo propuesto por Casado no debería ser difícil de desnudar por toda una abogada del Estado.

Y así estamos. Siete años antes de partir a las verdes praderas, se dejó Sol hecho unos zorros porque había que regenerar a aquellos “¡que no, que no, que no nos representan!” Y ahora tenemos un gobierno socialista multiplicando los cargos de libre de designación y repartiendo los mejores puestos de la Administración entre los perfiles más sectarios. A ser posible, con carnet. Mientras, la derecha decide reivindicarse a sí misma echándose en manos de una sonrisa deslumbrante que ha pasado el 40% de su existencia viviendo de la política. No está mal para tener 37 años.

Lampedusa no lo habría hecho mejor.

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(Madrid, casi 1984). Licenciado en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. He trabajado en Intermedios de la Comunicación, Onda Cero Radio, Popular TV, esRadio y Trece. Actualmente dirijo el programa XTRA! en Non Stop People (dial 23 de MoviStar+).

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