Hace unos días conocimos la escalofriante cifra que percibirá Messi por temporada durante los próximos cuatro años. A la espera de confirmación oficial, porque la sección espectacularizada de Deportes Cuatro se ha ganado el derecho a no ser del todo fiable, el montante ascendería a 44 millones de euros limpios al año.
Dentro de unas semanas sabremos que Florentino Pérez le hará una mejora de contrato a Cristiano Ronaldo con el objetivo de disipar los malos humos judiciales con los que empezaba el verano para CR7. Y también, como toda lógica dualista y maniquea de quienes viven una realidad muy pequeña pero que se empeñan en hacer muy grande, porque a Messi le pagan más.
Los dos astros del fútbol mundial han defraudado (el último todavía en categoría de “presuntamente” a pesar de la denuncia de Hacienda al jugador) a través de la misma vía un montante de casi 20 millones de euros. ¡20 millones de euros! La jugada por la banda era la siguiente: venderse a ellos mismos, a través de empresas con sede en paraísos fiscales, sus derechos de imagen.
Todo, “presuntamente”, por eludir la presión fiscal que sufren los multimillonarios del 45% de IRPF. Para un autónomo con su base de cotización mínima esta cantidad lo tumbaría en vida. Sería carne de subvención y de paro perpetuo. Para Messi y Cristiano, esta cantidad -derivada de unos ingresos abultadísimos y ganados con justicia por las particularidades del sector en el que laboran- significa pagar algo más, casi un servicio “premium” por el montante que reciben de uno y otro lado, para que el asfalto por el que pasan sus deportivos esté mejor fresado.
Es un disparate un 45% de IRPF, sí. ¿Sigue siéndolo para alguien con numerosas y sustanciales fuentes de ingresos?, también. ¿Por qué la Ley Beckham está tan apretujada y tiene tantas ambigüedades y complejidades para su aplicación? No lo sé. Pero el contexto, como dice aquella revista, es importante. Y moralmente es escandaloso que el que tiene tanto, decida él o su equipo de gestores, de forma más o menos deliberada, eludir sus obligaciones pudiendo cumplirlas con holgura.
En cualquier caso, a pesar de las similitudes de ambos casos, cabe marcar algunas diferencias.
Un caso está cerrado, como es el de Lionel Messi. El de Cristiano Ronaldo sigue en curso y no se sabe si finalmente va a quedar en delito fiscal o en infracción administrativa. El primero tiene una condena en firme, ratificada por el Tribunal Supremo, de 21 meses de prisión. Al no tener antecedentes penales reseñables, al tener la enorme presión mediática (a su favor y en contra) por ser Lionel Messi y al haber pagado lo que la fiscalía pactó con el clan argentino, eludirá la cárcel. El segundo, casi cuadruplicando a su inmediato competidor en lo que a ingresos no declarados se refiere, hizo una triquiñuela de 9 puro que es posible que le permita recibir otro trato, menos perjudicial, ya que pagó por adelantado los importes pendientes y parece ser que abonó de más para que no quepa dudas de la disponibilidad del jugador para que cuadre la caja.
Ahora bien. A mi modo de ver y a pesar de la contundencia expresada en los anteriores párrafos, no creo que Messi o Cristiano tengan la total responsabilidad de lo que les ha ocurrido. En toco caso tienen una culpa tipo “Aguirre” (in vigilando). Debían haberse esforzado más en saber qué hacían con su patrimonio la bola de sátrapas de lo fatuo que cercan sus millones.
Y si hay alguien que no tiene ningún tipo de culpa directa pero cuyo comportamiento, cuyos gestos, es de pinza en nariz perpetua es el universo futbolístico que pendula fuera de los terrenos de juego. Ese cómputo de celebridades del balón en la playa, esos tertulianos de manga corta y con algo de hastío vital ahora que se ha acabado la temporada. Esos comentaristas a pie de calle con palillo en mano que si les dieran la oportunidad estarían rematando un paluego en directo, frente al micrófono, mientras proclaman un penoso”Cristiano, no te vayas, por favor”. “Messi, eres Dios. Quédate”.
Sin embargo, ocurre que el mundo no se ha parado. Este escándalo ha tenido el recorrido mediático que ha tenido, que si lo ponemos en contraste con otros escándalos políticos o deportivos (como es el caso de Amstrong o de Pistorius) ha sido realmente escaso. Al menos en España. Los periodistas deportivos han llegado hasta donde han llegado en sus pesquisas. Sus análisis son todo lo comedidos que pueden ser para no levantar polvaredas y huracanes incontrolables. Porque atizar hasta el punto de “Cristiano Ronaldo se quiere ir del Madrid” o “Messi tiene una oferta de locura para irse al PSG” es algo que ni Marca, ni Sport, ni Mundo Deportivo, ni AS, ni el FIFA, ni COPE, ni la SER, ni OndaCero, ni Onda Alalpardo, ni España, ni Rajoy, ni el Rey quieren permitirse.
el fútbol, como cualquier ocio que en términos universales acapara un espacio diminuto de la realidad, no da para tanto si le quitamos el circo que hay montado a su alrededor.
Quitar de un plumazo dos secciones tan cruciales de los diarios físicos y digitales sería un varapalo tan duro… Perder a las dos estrellas y que le roben a Tebas el “somos la mejor liga del mundo” sin dos cracks de crear ruido sería tan complicado…
Significaría dejar de ver las patochadas de Roncero cada dos por tres entremezclado entre las 20 noticias diarias que producen estos dos tipos. Supondría que un puñado decente de redactores con sueldos de becarios, de becarios con sueldos de ardillas, tendrían que escribir sobre puro fútbol. Y el fútbol, como cualquier ocio que en términos universales acapara un espacio diminuto de la realidad, no daría para tanto.
Jorge Bustos lo dejó claro en su “El bueno, el feo y el malo” de la Linterna de COPE hace unos días. Está de maravilla ganar Copas de Europa a tutiplén y ser un profesional futbolístico sin parangón. Pero la ley es la ley. Y nos marca a todos por igual. Y termina por funcionar.
A Google, a CR7 y a mí.
Por terminar. Las lecturas que dejan los dos mejores futbolistas de su generación y sus (ex) compañeros de vestuario y de escudo que han tirado por similar derrotero (Xabi Alonso, Mascherano, Alexis, Adriano, Eto’o… ) son feotas. Las fundaciones que llevan sus nombres, un tanto cínicas y desvirtuadas. La moraleja para los niños que ahorran más o menos, en función de las copias piratas que haya en la calle o de la generosidad económica de la que dispongan sus padres, nefasta.
Porque con todo el circo que se ha montado y con la repercusión legal que va a tener, que es la que es, y la moral, que es poca o ninguna, se viene a indicar lo siguiente:
“Tú esfuérzate en dar patadas a un balón. Y, joder. Sé muy bueno en ello. Cúrratelo al tres mil por ciento. Que seguramente triunfarás. Y puede que llegues a ser muy bueno si las lesiones te lo permiten. Porque llegado el caso estarás forrado. Muy forrado. Y la gente te adorará. Serás el ídolo del equipo. Y ahí estarás entre el bien y el mal. Podrás difuminar sus horizontes. Y aunque mientas, aunque seas un insolidario, te irán las cosas bien. Y tendrás veranos tranquilos. Y estarás con chicas guapas. Y pavimentarás el suelo de tu Lamborghini a la segunda, con recargo, pero sin más sanción que un postureo tristón delante del televisor”.