Pues verán… ¿Qué quieren que les diga? A mí, el debate del lunes me decepcionó bastante. Sospechaba, visto lo visto, que iba a ocurrirme lo mismo con el debate del martes, pero no fue así. Cierto que el lunes hubo un claro ganador de la contienda, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pero la realidad es que fue un debate decepcionante. No dejó de sorprenderme el modo en que Pablo Casado, candidato del PP, desaprovechó esa primera oportunidad ofreciendo una imagen excesivamente moderada en comparación con la que venía siendo su actitud durante la campaña electoral, cediendo todo el espacio de liderazgo de la derecha a Albert Rivera, quién al mismo tiempo que le robaba ese puesto a Casado hacía todo lo posible por distanciarse del corrillo de la derecha para posicionarse en el centro político.


Puede ser que fuera por la suerte de improvisación que suponía un debate introducido con calzador la noche del lunes después de una semana en la que la Junta Electoral Central ponía por delante la ortodoxia jurídica en detrimento del interés general, haciéndole un favor a VOX al no permitir su presencia en el debate a cinco. Lo cierto es que ese primer debate dejó mucho que desear en cuanto a calidad y profundidad por parte de los candidatos, muy lejos de aquellos debates que en su día protagonizaran Felipe González y José María Aznar, o Mariano Rajoy con Alfredo Perez Rubalcaba.
Dicho eso, el debate de Atresmedia fue diferente. Quizás porque era el que los candidatos habían preparado a conciencia y el anterior había sido solo un aperitivo, pero lo cierto es que resultó ser mucho más intenso en el fondo y en las formas. De ambos, sin duda, quien más provecho ha sacado ha sido Albert Rivera, aunque, todo sea dicho, en el segundo ofreció una cierta imagen de sobreactuación que le hizo perder terreno frente a los otros tres candidatos que mejoraron bastante su papel con respecto al primer encuentro televisivo. La actuación efectista, y a ratos estridente, de Rivera, le hizo alzarse con el premio del liderazgo, aunque a la hora de contabilizar votos sospecho que el talante moderado y propositivo de Pablo Casado pudo ser más efectivo. Veremos el domingo.
En la otra banda, la de la izquierda, sorprendió un Pablo Iglesias que consiguió una doble victoria: la primera, arrancarle a Pedro Sánchez el compromiso de no pactar con Ciudadanos a la vuelta del 28-A, algo que, seguro, va a explotar electoralmente en los días que quedan hasta la jornada electoral. La segunda, que frente al discurso vacío y excesivamente burocrático del actual inquilino de La Moncloa, Iglesias contrapuso otro cargado de emociones que apelaba a los sentimientos. Fue el Iglesias de otros tiempos. Si eso le ha servido para recuperar la sangría de votos que se le ha ido al PSOE, también lo veremos el próximo domingo.
Porque si de algo estoy seguro, eso sí, es de que la indecisión sigue siendo, a día de hoy, el partido que lidera las encuestas.

