La propuesta de Ahora Madrid de mandar a paseo al Rey Baltasar para poner en su lugar a su hermana Baltasara, ha generado reacciones de todo tipo y memes muy divertidos, “Gaspar será una drag-queen asiática”, etc. ¿Han reemplazado la tradicional cabalgata de reyes por un carnaval adelantado? ¿Empoderamiento druídico, reintroducción del solsticio de invierno? Bien, por más que uno se pueda reír con las ingeniosas respuestas, o participar de la indignación de algunos escandalizados burgueses de nuestro partido, yo prefiero dirigir mi atención al país de la reina maga, y dejar a su camello pastar tranquilo.
Lo primero que me gustaría señalar es que estas propuestas al parecer tan disparatadas para algunos no lo son en absoluto. Antes bien son perfectamente coherentes con los valores y costumbres de su país. La propuesta para la Cabalgata y otras (cambiar los nombres de las calles de la ciudad, etc.), no son otra cosa que acciones estratégicas para generar en la sociedad una nueva lectura de la realidad, que responda a principios diferentes a los “tradicionales”, heredados estos de una cosmovisión cristiana, fruto del encuentro entre la cultura hebrea y griega, que debe, ante todo, ser barrida y olvidada.
Uno de los pilares del país de Ahora Madrid, es un dogma extraído de las filosofías de la diferencia: la identidad es un constructo. La construcción de la identidad debe ser monádica, autogenerada, ofrecer, en la medida de lo posible, la máxima resistencia a los poderes ciegos que nos amenazan.
Las instituciones, reductos de poder, son enemigas del sujeto que se autoconstruye en diálogo sólo consigo mismo, es decir, en monólogo. El hombre ha muerto, proclamó en el país el sr. Foucault, así que no queráis imponer vuestras imágenes ideológicas de lo que el ciudadano “debe” ser. Cada uno hace consigo lo que quiera, derecho a decidir sobre el propio cuerpo, abajo el patriarcado, prohibido prohibir, bla bla bla. Modificar y transformarlo todo sin otro criterio que el de la voluntad sagrada de… ¿quién? Lo único que el ser humano debe acatar es cada uno a sí mismo, al impulso que sale de sí. Todo lo demás es represión, amenaza de “mis” derechos, discriminación, violencia, manipulación, intereses de clase.
El hombre ha muerto, proclamó el señor Foucault, así que no queráis imponer lo que el ciudadano debe ser.
Otro de los pilares de este país es, no como suele creerse la “libertad”, sino el imperativo de la emancipación, el cual está esencialmente conectado a la construcción de la identidad. El fin que guía los esfuerzos ideológicos es la liberación del individuo frente a los poderes (instituciones, ideas, el mismo lenguaje que utilizamos, etc.).
Esto es curioso: también los de mi partido tenemos esta necesidad religiosa de liberación. Aunque lo que cambia es que buscamos liberarnos, sobretodo, de nosotros mismos. Y como la experiencia nos ha enseñado que no podemos sacarnos del fango tirando hacia arriba de nuestros cabellos, adoramos, paradójicamente, al más Obediente de los hombres, que rendía su voluntad a la de Otro.
Acaso lo más atractivo –sociológicamente hablando –de este País de doña Carmena sea que, como ya enseñara Carl Schmitt, poseen un dedo índice magnífico: identifican al enemigo como nadie, y cuando la cosa está clara, a los humanos nos salen esos colmillos caninos y no podemos evitar olfatear la sangre de la presa que nos sirven. Porque si hay que emanciparse y autoconstruirse, la dieta que hay que seguir es la dialéctica, el conflicto, la lucha. Y quien no tiene algo por lo que luchar –en la sociedad del bienestar ésa es nuestra peor enfermedad –mejor que no haya nacido. Así que… ¡a votar a aquellos que tienen identificado al enemigo banqueros, empresarios desalmados, políticos corruptos, propietarios de la familia Scrooge!
Y tú, Baltasara, ¿qué llevas para el niño-Dios? ¿Un puñal? No se alarmen queridos burgueses patriarcales de mi partido, que para eso vino nuestro Rey al mundo.
(FOTO: eT-pek)