Una de las grandes pegas del mandato representativo, como avisara Rousseau, es la eventual alienación de la soberanía nacional en la clase política, si se difumina el vínculo institucional entre mandante y mandatario –ciudadano y diputado–. Al final, acaba convirtiéndose el período de elecciones no ya en el único momento de libertad y democracia (así decía el teórico francés), sino en una negociación mercantil, en la que las partes –votantes y partidos– negocian sus intereses, y no están dispuestas a dar más de lo necesario como contraprestación para conseguir lo suyo.
En esta dinámica se movió el partido de Mariano Rajoy respecto a la controvertida cuestión de la reformita de la Ley del aborto. Los números decían que los indignados provida continuarían apoyando la formación “celeste” (va con toda la intención) aunque solo fuera por repeler las amenazas del inframundo. En tiempo de brujas se exige a los inquisidores poco más que efectividad en la caza.
En estas circunstancias, las del mercadeo electoral, cobra todo significado e importancia la histórica pregunta del CIS, la número 8A en el último barómetro: “¿Y cuál es el problema [de los que existen actualmente en España] que a Ud., personalmente, le afecta más? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?“. Porque la parte negociadora más fuerte, que es el oligopolio político, no va a ofrecer más de lo necesario para atraerse a los débiles electores y mantenerse en el poder; así secuestran la soberanía de la nación, y dictan sin intevención del ciudadano-súbdito en las esferas menos “relevantes”.
Es normal, por esto, que los debates electorales y las grandes ofertas políticas (que eso son, no programas sino ofertas contractuales, que por si poco fuera no vinculan al “empresario”) se centren en las cuestiones que se llevan la palma: el paro (que ostenta la primera posición con un 43.5%), los problemas relacionados con la calidad del empleo (25.1%), la corrupción y el fraude (17.6%) o la sanidad (10.0%). Es la esfera en la que, parafraseando todavía al ilustrado que apadrina este artículo, conserva el pueblo algo de libertad; una libertad fija discontinua que regresa cada cuatro años. El resto queda reservado a la Dictadura del partido que convenza en la tétrada referida; queda prácticamente separado del juego democrático.
Cataluña avanzará hacia la independencia
En el período más grave de la democracia española en lo referente a los nacionalismos, poco va a decidir en las elecciones la independencia de Cataluña (0.5%). No es ningún secreto que desde la misma Transición se ha recurrido a transacciones con los partidos nacionalistas vascos y catalanes para asegurarse el partido más votado la mayoría absoluta en el Congreso. Esta insultante esquizofrenia, frente a la que España parecía dormida, ha agravado paulatinamente la situación del País Vasco y sobre todo de Cataluña. Pues en fase REM proseguimos nuestro sueño, vendiendo cara una vez más nuestra soberanía al mejor postor económico, soñando la integridad de la nación española mientras los partidos diseñan a voluntad sus pactos con JxSí para granjearse diputados para la causa. Volverá a ser determinante la cuestión nacionalista (en los enajenados escaños, en la “casta“, no en la masa que se cree libre).
Refugiados y Siria
También es curioso el hermetismo que demostramos respecto a la crisis de los refugiados. Si un ingenuo abre Facebook debe de formarse una idea muy distinta de la realidad patria: los apoyos incondicionales a los solicitantes de asilo, allende nuestras carencias financieras (“tendremos poco, pero ellos tienen menos, y es justo que compartamos lo poco con los miserables“) se traducen en un 0.2% en el estudio sociológico; es fácil inducir que pocos modificarían su voto según la postura de su partido al respecto. Fuera del tintero se queda también la guerra de Siria, de la que tan preocupados estamos todos, y que consecuentemente tanto espacio ocupa en los debates electorales (0.0%).
Aborto
Entre las cuestiones arrebatadas de la palestra figuran realidades tan importantes y relevantes como la cuestión del aborto (que se queda en un 0.0% según el barómetro, porque ningún español, según el espacio muestral, juzga que sea una prioridad actual). La libertad y la autodeterminación de las mujeres –desde la perspectiva más progresista– o el derecho a la vida de personas humanas –para la posición conservadora– es uno de los vedados ofrecidos en sacrificio al economista más seductor. Es curioso que el PP se permitiera incumplir clamorosamente su programa en un punto tan crucial para sus votantes, cuando el 39% de su electorado –frente al 35% que alababa la LO 2/2010– deseaba volver a la famosa y también controvertida ley de 1985. Debían conocer con seguridad que esa fracción permanecería soportándoles aun desobedeciéndoles de forma tan insultante, si “reducían el paro y mejoraban el empleo”.
Hay un importante porcentaje de la población española radicalmente contrario al aborto, fundamentando su postura en la realidad personal del embrión. Es chocante que, por h o por b, en la práctica, en lo relativo al voto, sea prioritario el derecho a la propiedad o la calidad de vida al derecho a la vida del otro-yo.
Educación
En un puesto intermedio figura el tema de la educación (9.1%). Subordinada claramente a la cuestión económica, la educación sí puede sin embargo decidir votos, aunque solo entre partidos que ofrezcan a los españoles una confianza similar en la gestión de los recursos.
La conclusión es muy fácil: en tiempo de crisis, ganan los Partidos. Vendemos más o menos cara el alma –digo, la soberanía–; exigimos eficiencia económica y poco más, relegando con negligencia cuestiones muy relevantes a un segundo (o tercer) plano. El sistema nos deja poco juego a los votantes, que han terminado entregando en bandeja de plata la cabeza de la nación; cuestiones tan importantes, y profundamente ideológicas, como la constitución del Estado, la Administración de Justicia, la inmigración, la crisis de valores, los problemas medioambientales o el terrorismo internacional, además de los antedichos, quedan excluidos de la decisión más democrática –quizá la única–, que es el voto. Lo hemos entregado en sacrificio a quien arregle este desvarío de una vez por todas.
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