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La conjura de los cenizos

En España por
Cabecera de la página web de la nueva coalición
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Hay un nuevo zorro en el corral. Otro más, sí, solo que esta vez amenaza con comerse las gallinas del otro lado del “ring” político, el que hoy corre detrás de Pablo Iglesias. Se trata de Ahora en Común, una nueva plataforma procedente de la izquierda y extrema izquierda que aparece para atacar a Podemos desde la retaguardia.

Hasta ahora, el equilibrio que permitía a Podemos campar a sus anchas por la izquierda, e incluso hacer incursiones para robar las gallinas del centro del cuadrilátero radicaba en el hecho de tener cubiertas las espaldas por una IU completamente desactivada y encastada, incapaz de robarle votos por ese costado.

No hay que olvidar que, en su mejor momento, tras décadas encabezando la “resistencia” contra la dictadura de Francisco Franco, el PCE (más adelante IU) obtuvo el 9,3% de los votos en las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977.

Tras ese “rechazo” de los españoles a un proyecto más alineado con el tono previo al levantamiento nacional que con la melodía que hizo bailar a los españoles durante la Transición, el proyecto IU se ha mantenido a remolque de la democracia española sin ser capaz de aglutinar en torno a sí más que a los “cenizos” (Pablo Iglesias dixit) que se reúnen –cual fieles parroquianos– a cantar la Internacional y a despotricar contra un sistema que pretenden heredero de la dictadura (por aquello de creerse todavía necesarios).

Prueba de ese inmovilismo es que, con los años, sus resultados apenas han conseguido igualar el porcentaje de votos de la formación en las sucesivas elecciones generales. Ni siquiera antes de que Podemos viniera a rentabilizar el desastre que José Luis Rodríguez Zapatero supuso para la izquierda española y que ni Rubalcaba ni Sánchez han sabido remontar.

Conscientes de ello, la estrategia ganadora de Podemos consiste en, desde una posición fuertemente asentada en la izquierda, “emplumarse” lo suficiente para ganarse a las gallinas del centro, a la par que transmitir a los suyos una narrativa de “misión” que, avalada por los poco acostumbrados resultados en las encuestas, fuera capaz de ilusionar a los “cenizos” sin ceder al discurso casposo de IU y sus socios.

Los idus de marzo

Ocurre, sin embargo, que de tanto estirar los brazos hacia el resto del corral y hacia la política “de verdad” ha quedado hueco para una el recelo y la conspiración entre los suyos.

A nadie se le pasa por alto que, desde que en enero de 2014 apareció un joven con coleta que se proclamó heredero del 15-M y proponía gobernar España mediante asambleas de vecinos, hasta la presentación –la semana pasada– de un controvertido sistema de primarias para elegir candidato a la presidencia del Gobierno, ha pasado algo más que meses: ha habido un cambio rotundo del proyecto Podemos.

Dicha evolución supone  –desde cualquier perspectiva que se mire– una traición a casi un año (el primero) de discursos sobre la renovación política y el déficit democrático que, a juicio de ese sector de la izquierda española, sufre España.

Sin embargo, responde también a la constatación evidente, por parte de los líderes de Podemos, de que pretender gobernar siquiera un partido (ya no digamos un país) exclusivamente a base de reuniones en la calle lideradas por el frutero, el arquitecto, el peluquero y el responsable de marketing de una pyme no solamente es una chiquillada sino que supone una tremenda pérdida de operatividad respecto a las demás opciones políticas, mucho más ágiles en la toma de decisiones gracias a su “injusto” sistema vertical y su sentido de lealtad partidista.

No hay que dejar de recordar la salida (hace varios meses) de Juan Carlos Monedero del partido debido a discrepancias con la estrategia de la formación, o el hecho de que incluso la muy aclamada Manuela Carmena (la primera en arrebatar el Gobierno de la capital a la derecha) se ha desdicho rápidamente de su pretensión de adoptar un gobierno horizontal, al afirmar que el programa electoral elaborado mediante participación social eran meras “sugerencias”.

En lugar de eso, el “gobierno de los ciudadanos” de Carmena ha quedado reducido a una postura poco menos que estética basada en un recorte de sueldo y unas cuantas fotos en el metro, pero no ha supuesto un aumento real de la participación social en la toma de decisiones.

Como resumen de todo ello, ha quedado un hueco que se ha convertido en lugar de encuentro para los “cenizos” y los puristas del proyecto original de Pablo Iglesias. De este hueco nace Ahora en Común.

Si bien es poco menos que imposible que el nuevo proyecto llegue a sustituir a Podemos como primera opción de la izquierda, en un escenario en el que, a día de hoy, tres fuerzas políticas se sitúan prácticamente en el empate de cara a las generales, es una piedra en el zapato bien grande.

Es obvio que el “bombazo” que ha supuesto la irrupción de Iglesias en el escenario político español no se corresponde con un cambio drástico del espectro político en el que sitúan los españoles (la extrema izquierda continúa siendo minoritaria) sino más bien al éxito de Podemos en la construcción de un relato capaz de atraer a buena parte de la izquierda y del centro.

Por ello, perder pie (aunque solo sean unos dedillos) en su principal caladero de votos, obliga a Podemos a tener que tomar la decisión de apostar más fuertemente por el centro (y perder la base de apoyo que le permite estar más sólidamente asentado que Ciudadanos, por ejemplo), o fundirse con la izquierda y resignarse a ser un proyecto residual, como lo es IU.

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