Lo malo de subir tanto el listón es que luego hay que saltarlo. Es una de las varias conclusiones que hemos sacado en claro del fulgurante paso de Màxim Huerta por el ministerio de Cultura. (“Como el cometa Halley a la Tierra, aquel gran hombre se acercó unos meses al Consejo de Ministros”, decía Leopoldo Calvo-Sotelo de otro ex titular de la cartera, Ricardo de la Cierva, en su muy recomendable Memoria viva de la transición).
No conozco a Huerta, pero algo me dice que es un tipo lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de hasta qué punto fue desafortunado su discurso de despedida. O lo que es lo mismo: su declaración institucional de que se largaba. Sólo desde la adolescencia intelectual se puede uno amparar tanto en que su error era una práctica muy extendida. Aunque tenga razón. Todos los que hemos tenido contacto con la televisión lo sabemos: las sociedades, cuanto menos “artificiales”, destinadas al mero cobro de servicios para beneficiarse de las ventajas fiscales que las empresas tienen sobre las personas han sido, en efecto, una manera muy habitual de funcionar. Ojo: a partir de un cierto nivel de ingresos.


Huerta también tiene razón cuando recuerda que ese era el consejo habitual de los asesores fiscales en los tiempos felices. ¿Y? Todos hemos hecho cosas mal en los años previos a la crisis. Pero se supone que algo hemos tenido que aprender. Lo peor de este asunto ha sido su empeño en reivindicarse. Reconocer el error de planteamiento habría sido de gran ayuda. Huerta no es un criminal y su asunto está saldado. Lo suyo ha tenido que ver con una mera cuestión de coherencia con lo que se lleva exigiendo desde eso que ahora llama “jauría”.
Lo sucedido con el cometa Huerta pone encima de la mesa un asunto de gran interés. Nos enfrenta un poco a lo que somos, como sociedad. La línea que separaba a una clase política híper-corrupta de una inmaculada gente de a pie se demostró ayer más imaginaria que nunca. Pues claro que la verdadera repercusión está en los tropiezos del cargo público. Pero todos hemos sido parte del mismo país. Más de lo que quizá nos gustaría reconocer.
“En este día tan maravilloso en lo profesional y lo personal tengo la oportunidad de devolverle a nuestro país lo mucho que ha contribuido a ser quien soy”, dijo Màxim Huerta cuando tomó posesión hace apenas una semana. La mejor manera de hacerlo es pagar impuestos. Los que correspondan.
Imagen publicada en El Confidencial, periódico que desveló las irregularidades con el fisco del ex Ministro de Cultura y Deporte

