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Cataluña 2015: Tres escenarios posibles

En Cataluña/España por
Foto: Pedro Madueño
Foto: Pedro Madueño

Pasó el 9N y, como era de esperar, todo el mundo ha ganado: la ley y la ilegalidad, la democracia y el autoritarismo, la realidad y la imaginación, los hechos y la propaganda. Hay veredictos para todos los gustos. La pregunta que nos ocupa ahora, y que nadie se afana o acierta a responder con claridad es: ¿Y ahora qué?

Es cierto que es poco periodístico hablar de futuribles, pero en esta ocasión permitirán que haga una excepción, realice un pequeño ejercicio de prospectiva y plantee tres hipótesis de lo que puede acontencer en los próximos 14 meses y un poco más allá.

El primero de los escenarios posibles ya ha sido comentado con anterioridad a la celebración del 9N: convocar elecciones adelantadas en clave de plebiscito, esto es, en las que los llamados a las urnas sepan que el resultado de su voto será leído en clave de apoyo o rechazo a la independencia de Cataluña.

 

1. Elecciones plebiscitarias

Para que sean posibles unas elecciones plebiscitarias son necesarios, en la actual coyuntura política, uno de los dos siguientes requisitos:

  • O bien que CiU (suponiendo que siga existiendo la unión de Convergència y de Unió) adelante en las encuestas de intención de voto a ERC.
  • O bien que Esquerra Republicana per Catalunya (ERC) y Convergència logren pactar una lista común con la que presentarse como una nueva coalición política.

Esta última posibilidad es especialmente complicada, en primer lugar, por las diferencias ideológicas de ambos partidos más allá de las aspiraciones independentistas, y, por otro, porque ERC no renunciará a la posibilidad de gobernar en solitario mientras las encuestas así se lo indiquen.

Es por esto por lo que, mientras Convergència pide una lista común, ERC responde que lo único que puede ofrecer es un programa electoral común. De este modo, Junqueras se aseguraría la victoria política tanto si sale elegido como si no, mientras que Convergència (que es quien actualmente tiene la sartén por el mango en la Generalitat, al menos teóricamente) tendría todas las de perder en unas elecciones adelantadas.

Se había especulado con la posibilidad de que, en caso de que el 9N no pudiera celebrarse de forma legal, como así ha sido, se convocaran elecciones adelantadas para el próximo mes de febrero. A todas luces, esto no era más que una amenaza que probablemente quede sin cumplir en el plazo señalado.

Para que fuera posible, sería necesario que el pacto (sea el que sea) se realizase como tarde el próximo mes de diciembre, de forma que dé tiempo a organizar unas elecciones y una campaña electoral de, al menos, un mes de duración.

Muy bien, elecciones plebiscitarias, ¿y luego qué?

1.2 Declaración unilateral de independencia (DUI)

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Lluis Companys declara la ‘República catalana’ en el balcón de la Generalitat de Catalunya, en 1934.

Si barajamos la hipótesis de un resultado mínimamente contundente a favor de la independencia, parece que lo lógico sería una declaración unilateral de independencia, especialmente en caso de salir ganadora ERC. Lo que ocurriese en las siguientes semanas es del todo imprevisible (reacciones por parte del Gobierno central y por parte de los Gobiernos de otros países) aunque, desde el punto de vista del Derecho Internacional, no se haría efectiva a menos que, desde el momento de la declaración, se produjese un abandono administrativo por parte de Madrid (independencia de facto), cosa harto impensable.

En caso de que el resultado fuera incierto, o de que no se produjera la DUI , la situación se volvería especialmente tensa y delicada. Es un tanto difícil estimar qué pasos daría el frente nacionalista en un caso como este. Cabe pensar que se produciría un primer estallido de tensión de varios meses pero que quedaría luego neutralizado por el tiempo y la reducción de la tensión social debido al cansancio (recordemos el Estatut) y la previsible mejora de la situación económica que se producirá durante los próximos cuatro años.

 

2. Elecciones en 2016

La segunda de las hipótesis que debemos plantearnos es, visto lo visto, la posibilidad de que finalmente no se adelanten elecciones y haya que esperar hasta noviembre de 2016 para resolver el entuerto en el que nos ha metido la consulta del 9N.

Ante un escenario así, el verdadero reto para el nacionalismo sería encontrar madera suficiente para mantener viva la llama de la crispación, que es el combustible indispensable para cualquier aspiración secesionista. Si bien ha conseguido encender la hoguera con bastante vivacidad, cabe esperar que el tiempo y la ausencia de resultados tangibles (especialmente la incapacidad de las fuerzas nacionalistas para lograr un acuerdo) contribuyan a generar decepción entre un colectivo que hasta hace apenas un lustro, o bien no se había implicado mayoritariamente en la vida política de la región, o bien no se había planteado la independencia como una opción a apoyar con el voto.

Cabe señalar que en el marco temporal que contemplamos (y que se sale del horizonte 2015 que nos hemos marcado) se habrían producido ya unas elecciones generales (noviembre de 2015) de las que hoy difícilmente se puede aventurar un resultado. Personalmente me resisto a pensar que 2015 vaya a suponer un vuelco en lo que se refiere al bipartidismo (pese al previsible auge de fuerzas de extrema izquierda) que ha imperado durante las últimas décadas, pero sí cabe esperar un equilibrio inestable de fuerzas que lleve a la necesidad de llegar a algún tipo de pacto  entre los principales partidos.

2.2 ¿Un pacto entre no nacionalistas?

En este sentido, no sería descabellado plantear (sea realizable o no) que en el contexto catalán esta nueva situación podría concretarse en algún tipo de coalición política de las fuerzas constitucionalistas (PP, C’s, Unió, UPyD y quién sabe si PSC, en el caso de que logre deshacerse del ala más nacionalista del partido). Aquí la palabra constitucionalista no se refiere a quienes aprueban régimen del 78 sino a los partidarios del cumplimiento de la legalidad constitucional.

De ser así, podría plantearse un contrapeso suficientemente voluminoso que terminara con el monopolio de la vida política catalana que ahora ostentan ERC y Covergència. Quién sabe si el tiempo y la mejora de la situación económica harían el resto.

En este caso, la incógnita a resolver es el resultado de las elecciones generales de 2015, dado que la proporción de las fuerzas PP-PSOE determinará si la estrategia frente al nacionalismo pasará por una cesión de competencias (quizá el famoso ‘Pacto Fiscal’ o una reforma de la Constitución dictada por el nacionalismo más blando) o se limitará a dejar tratar de asfixiar al nacionalismo y mantener el actual estatus.

 

3. Que “nada” suceda

Por último, cabe la posibilidad de que la situación actual se estanque y se convierta en un nuevo ‘modus vivendi’ de la política catalana y española. Puede ocurrir que no se convoquen elecciones plebiscitarias (o que se convoquen y resulte un equilibrio de fuerzas entre el nacionalismo y el constitucionalismo) y que las generales de 2015 vuelvan a dar la victoria al PP (obviamente no cabe esperar una nueva mayoría absoluta).

Esta hipótesis, quizá una de las más crueles por lenta y agónica, abocaría a mantener a Cataluña en un enfrentamiento permanente, que eventualmente podría rebajar el nivel de tensión si la situación mejora, pero que sin duda fijaría las aspiraciones nacionalistas a la espera de un nuevo ciclo de crispación que aprovechar para emprender la segunda acometida.

 

 

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