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Catalanofobia

En Andalucía/Cataluña/España por

Hoy escribo en calidad de catalán, para sacar a colación una de esas bajezas de la vida política que en periodo electoral suelen aflorar y quedar a la vista de todos, para vergüenza del país.

Me refiero a las declaraciones del delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, que ayer tuvo la genialidad –quiero creer que como estrategia electoral y no como declaración de principios– de advertir contra el voto a Ciudadanos en las autonómicas de esa comunidad afirmando lo siguiente:

No quiero que en Andalucía mande un partido que se llama Ciutadans y el presidente Albert.” Antonio Sanz

 1. Además de la soberana estupidez de la declaración cuando, en primer lugar, dicho partido se presenta en Andalucía con el nombre de Ciudadanos, y quien opta bajo esa seña a la presidencia de la junta de la comunidad es un gaditano, de nombre Juan Marín.

2. Además de lo miope que es decirlo cuando el candidato del PP en los mismos comicios, Juan Manuel Moreno, es catalán y nacido en Barcelona (aunque con acento malagueño).

3. Además de lo torpe de la estrategia cuando, hasta 2010, el presidente de la Generalitat de Catalunya era un andaluz nacido en Córdoba.

Además de todo eso, no puedo evitar pensar que es una tomadura de pelo a quienes desde Cataluña pretendemos que el partido que hoy gobierna en el país haga de muro de contención y de apaciguador ante quienes (dentro y fuera de Cataluña) abogan por seccionar el país.

No sería honrado dejar de decir que –con bastante celeridad– el partido se ha apresurado a corregir de forma clara el paso en falso. También es cierto que en toda estructura humana es del todo imposible prevenir que, de entre todos los que reciben un micrófono, alguien suelte alguna mamarrachada de vez en cuando. Es comprensible.

Sin embargo, no por ello deja de ser razonable enfadarse cuando existe la sospecha de que el año electoral y el ligero apaciguamiento (real o no) de la cuestión independentista ha abierto la veda para anteponer (abiertamente) los fines partidistas a la convivencia. Total, ya habrá cuatro años para arreglar el ‘sarao’.

Mucho más cuanto, en caso de que realmente estemos viendo una vuelta de las aguas a su cauce, no es desde luego por la estrategia del Gobierno de “aguantar el tipo” y callar sino por el castañazo monumental del catalanismo histérico en su desvarío plebiscitario.

La estrategia del mediocre (si Ciudadanos-Ciutadans lo es, ya se verá) es tratar de hacer creer que todos son como él. De hecho, parte de la tirria del PP contra Ciudadanos esta vinculada sin duda alguna al hecho de que, de haberse hecho lo que se tenía que hacer en el PPC, a día de hoy no habría un Albert Rivera robando posiciones en las encuestas. Lo mismo puede decirse del PSC.

Por ello, más que pedir el voto para nadie (cosa que ni quiero ni pretendo), lo que me gustaría es un poquito de responsabilidad –solo un poquito– y una pizca de debate serio y proactivo.

En lugar de eso, la estrategia del PP es la del desprecio: con ataques tan inteligentes como vincular a Rivera con uno de los dibujos más queridos por los españoles en su momento, (esto último se mereció un aplauso para el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando) o incidir una y otra vez en el origen catalán del líder, como si un líder político de cualquier otra región de España –Madrid incluido– fuera por definición más saludable para el país.

No deja de ser profundamente mediocre pretender que “queda mucho por hacer” y enfocar la estrategia electoral casi de forma íntegra a basurear a los contrincantes políticos. No es creíble.

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